domingo, 30 de diciembre de 2018

ESPARTANAS


Cuando subo Asturias, todo el mundo me dice: 

  • ohhhh!! Que bonito!!

Y no digo que no, es muy bonito y el primer año hacía fotos en el bus, todo el tiempo le decía a mi Nela:

  • ohhh!! Qué bonito!! Un horreo! Yo quiero! Qué bonito!! Oy qué bonito! Oy qué bonito!…

Pasaron los años y sigue siendo igual de bonito, luce el sol cada vez que subo, pero la verdad que si las Espartanas estuvieran en un descampado lleno de escombro, en un desierto, en un cuarto oscuro o en mitad de la nada me daría lo mismo, siempre que hubiera un paisano para escanciar sidra. 

Astures locas como ellas hay pocas y cada día estamos peor. En nuestro interior crece el espíritu de las abuelitas de pueblo, de esas que van con las medias calcetín por debajo de la rodilla y la falda por encima, de las que cruzan la carretera sin mirar, cómo perras viejas. 

No tenemos altura de vivir y cada día nos sobra más gente. 

Asturias para mí es el momento ineludible, sabes que tienes que subir cada trozo de vida, máximo de un par de años, ya sea por las fatigas propias de una misma o porque mi Nela me necesita, tengo que subir a recargar baterías y hacer limpia de alma. 

Podía haber sido Asturias, el desierto o Japón, estén donde esten voy a que nos den las cuatro de la mañana hablando o que no se duerma en toda la noche, da igual los montes verdes, los verdes praos, cuando yo vengo todas paran, superan la fiebre, no se echan la henna y salen de sus problemas para cargarse conmigo de buenos sentimientos,  dedicarse a disfrutar del momento, porque estamos muy lejos y se termina la oportunidad de renacer. 

Asturias, ¡el mejor lugar para nacer mil veces!