Escucho conversaciones ajenas de trabajadores que tienen un
puesto fijo y un sustento asegurado y recuerdo como yo era uno de ellos hace
muy poco. No me arrepiento, no quiero ese tipo de vida para mí, no quiero ser una
privilegiada.
Me asusta enorme el montar un negocio y que fracase, buscar
un trabajo y no encontrarlo, pero no me asusta trabajar en lo que sea, que mi
economía sea variable y que mi vida no esté asegurada, mucho menos mi jubilación.
Cualquier trabajo para mí es bueno, siempre que pueda
dejarlo, cambiar. Se que ganaré menos, trabajaré el doble, pero solo imaginar
un edificio diferente, un trabajo distinto, un cacho de campo para labrar, un
trabajo de limpiadora, de cajera, de peluquera, de costurera, ahora de … de lo
que sea, de lo que se pueda.
A cambio, cada día me levanto con la ilusión de hincharme a
trabajar en lo que me gusta. Estaría trabajando en esto las veinticuatro horas
del día, los trescientos sesenta y cinco días del año pero es que, algunos días
llueve.
Pido disculpas a los afectados por mi locura, a mi familia
que me ve feliz y no se explica porque, a mis amigos que sufren mis altibajos
emocionales, que es lo que me mantiene viva y a todos los trabajadores que
llevan toda la vida trabajando en precario, por haber sido una privilegiada,
veintidós años.
¡Ya estoy aquí,
esperadme que voy!