Este nuevo ser era exactamente igual al anterior por su aspecto exterior, pero no gozaba de sentimientos. Sus familiares y amigos pronto empezaban a sospechar que le pasaba algo, pero poco a poco, estos iban siendo reproducidos de manera que nadie quedaba que pudiera identificar la diferencia.
Estos nuevos seres sin pensamiento propio actuaban de manera organizada y disciplinada. Esta nueva sociedad que nació en la película es la que estamos creando poco a poco actualmente.
Ahora no sé porque resuena en mi cabeza el Muro de Pink Floyd, supongo que porque todavía no soy una planta, puedo sentir.
Esto nos está pasando, poco a poco nos está devorando el grupo, uno a uno. Los que nos resistimos somos los raros.
Con el paso del tiempo, la incomunicación y la falta de socialización, nos está convirtiendo en lo más parecido a una planta. Con la excusa del gran virus, ya no tenemos que ir ni a entierros ni nacimientos, ni bodas ni ningún acto social, qué será de la gente-planta cuando tenga que trabajar, hablar con otras personas. Se lo vamos a notar, como nos sigue el rollo, porque si algo tenemos los que todavía estamos humanizados es intuición.
Poco a poco se irá perdiendo el saludar, el escuchar y será una molestia que te hablen en persona. Se comentará en la familia el hecho de que un desconocido ha preguntado la hora. La gente estará más cómoda como planta, porque como humano hay que preocuparse por los que están peor.
No, no, ¿hospitales? Ya no, ¡qué bien! Ya no hay que ir no a cumplir, porque a las plantas esto no les gusta compartir malos momentos. Una inversión de tiempo inútil, sin producir ningún beneficio personal, solo hay que plantearlo al grupo de plantas y todos verán como correcto lo de no ir al hospital.
Después de esto habrá gente que cómoda con su nueva condición de planta, que no necesite sentir, ni dolor ni alegría, ni muchos menos penas compartidas que no son suyas. Ahora bien, a esa persona vegetal le diré, que como buena planta, que ni siente ni padece, no espere de los demás ni agua.