viernes, 30 de noviembre de 2018

NOS GUSTA JAÉN


Ayer hubo un gran terremoto emocional en casa. Cabía la posibilidad de doblar mi sueldo trabajando en Málaga de forma indefinida y sin vuelta atrás.  Se habló mucho, se hicieron cuentas, se barajaron tiempos y finalmente se llegó a una pregunta:  

¿Para qué?

¿Para qué ganar más dinero?¿ De qué sirve ganar el doble si tienes que gastar esa mejora en tener una calidad de vida inferior?¿ Para que pensar en el futuro si tu presente va a empeorar?

Nadie puede ofrecerme las condiciones humanas que tengo aquí, ni de compañeros de trabajo que son insuperables, ni de jefes, ni de amigos, ni de familia...Las distancias allí son muy grandes por lo que tendría que invertir mucho tiempo en todo, incluso en ir a visitar a mis niñas, aunque vivamos en la misma ciudad.

Nadie podría igualar salir de casa con las campanadas de San Andrés y llegar al trabajo a la hora en punto con las campanadas de las hermanitas de los pobres.

¡Qué la diferencia horaria de dos relojes suponga los 3 o 4 minutos que inviertes en el transporte al trabajo y encima el más barato de la historia, el coche San Fernando! 

¿Quién puede superar eso?

Jamás me perdonaría dejar a nadie atrás y no puedo llevarme a todo el mundo, sin olvidar que rompería lazos que no son míos y vería sufrir a mi gente, solo pensando que el futuro será mejor, haría que su presente fuera una mierda.

Nos refuerza saber que podemos y no queremos, que nos gusta Jaén con toda su pobreza, sus fatigas, sus maltrechas aceras, sus absurdas lógicas aplastantes políticas y sobre todo, por su gente.

 Insuperable mi gente, saber que nunca estaré sola aquí, que esta ciudad pequeña es como un pueblo grande, que siempre hay alguien que quiere hacerse una chimenea, que esta casa mía será siempre el centro y cobijo de todos los nuestros.

Me quedo porque quiero, no porque esté obligada, porque es lo que deseo y voy a luchar con más fuerza a partir de hoy. Voy a construir una nueva casa y es seguir llamando a los que están fuera y sin que tenga yo la culpa, volverán.

martes, 27 de noviembre de 2018

MI NIÑA


PRESENTACIÓN

Es el momento mi Niña, ahora que nació mi nieta abro la carpeta y empiezo a acumular archivos de tu vida. Ya no escribo en el blog, no me apetece hablar de mí, ya sabes que a mí me encanta hablar de mí, que soy así de egocéntrica, que tengo la autoestima por las nubes, que no necesito  a mi abuela Dolores, pero ahora, no me apetece, no le encuentro utilidad.

Han pasado tres o cuatro años  desde que leíste el libro de Miguel y me llamaste, pero es que no podía mi Niña, me dolía mucho tu historia, llegaba incluso a sentir nauseas físicas después de nuestras entrevistas.

No sé cuándo terminaré, ni si seré capaz de corregir o te quedarás en mi ordenador como tantos libros míos perdidos, pero ahora tengo la necesidad de contar tu historia. Pasaremos muchos malos ratos juntas, haremos sufrir a los lectores, pero es importante que lo hagamos.

Ayer en una discusión con Alonso decidí hacerlo cueste lo que cueste. No quiere ir a clase, piensa que es una pérdida de tiempo.  Nuestra discusión llegó a tal nivel que me pidió que lo metiera en un centro, la opción de su padre no la contempla, no es viable para él, pero un centro, piensa que es lo más adecuado.

 Me acordé de ti.

Le leí tu primer lengüetazo y amansé la fiera adolescente que llevaba dentro.

Finalmente llegamos a la conclusión de que  no hay cabida para él en un centro, ¿qué le contarás a esos niños que allí están? …  que tu mamá dejó de llevarte la leche a la cama, que tus profesores te regañan, que tu colegio es muy pijo, que has cambiado de instituto tres veces en cuatro años…

Sé lo que pensarían de él: que es un niñato, que ha sido criado desde tu nacimiento con amor, animales, hermanos, comida,  calor y con tantas cosas que no valora porque las da por sentadas. 

Sé mi Niña que tu vida no es un caso aislado, que es el pan de cada día de muchos niños aún hoy, en muchas partes del mundo, por supuesto en nuestro país. Niños ignorados por esta sociedad en crisis, que mira para otro lado porque no puede hacerse cargo.

Empiezo a escribir mi Niña, no sé cuándo terminaré, sé que debo hacerlo por ti, para que purgues tu pena, para que escuchen tu historia, para que valoren lo que tienen y para que de alguna manera intentemos ayudar a los más indefensos, los que dependen de nosotros para sobrevivir, nuestros niños y niñas.

Ahora soy abuela. Adoro a mi nieta desde el primer momento que la vi. No es cuestión de sangre, es personalidad. Es preciosa, sonríe todo el tiempo, está como una regadera y me adora ya lo sé, como se quiere a alguien en la vida que no es tu sustento pero sí un extra. Intentaré verla a menudo, que crezca con mi nariz pegadita a su nariz. No quiero perderla de vista, quiero que sepa que tiene mucha gente que  la adora y que es una niña con suerte.

Seguiré sin gastar en peluquerías y ropa, para poder ir verla. Y si algún día, llega a su adolescencia, quiero que sepa lo que tuvo y tendrá, la familia que le tocó y que valore y mime a su sangre, porque no siempre se porta bien.

Cuéntame lo que tú quieras mi Niña, no pienso dirigirte, contadme los dos, tu hermano y tú, lo tengáis en el alma, no importa si leerán, no importa si se presentará, solo importa conseguir que vuestro espíritu descanse, que vuestra necesidad de hablar se materialice y que si solo una persona leyendo este libro consigue comprender que la vida es más dura de lo que se piensa, que no son mitos los ejemplos, que cuando hablamos de un niño que pasa hambre no está a miles de kilómetros, que cuando hablamos de un niño que llora, que siente dolor profundo, que sufre lesiones graves o incluso la muerte, estamos hablando de la realidad de hoy, la de ayer y muy a mi pesar estamos hablando de futuro.

No sé cuándo terminaré, ya me conoces soy una veleta. Supongo que antes de morir. Por medio quiero hacer mi casa a piso llano, ya murió mi Vacarisa por lo que aparco la granja pero tengo que viajar para ver a mi nieta, no descuidar mis deberes con la panda y continuar trabajando cada día para ganarme el pan, que sabes que con esto no se come.



Lengüetazo uno

Dicen que los bebés no recuerdan, piensan que no se dan cuenta, pero es falso. No puedo describir fielmente las cosas, pero sí, sé que sucedieron. No recuerdo con qué edad escondía mis excrementos bajo las mantas de mi cuna, pero recuerdo perfectamente como lo hacía, puedo verlo en imágenes.

Si  ella venía mal y yo me había cagado, me pegaba una paliza de muerte. Decía que era una guarra, que eso no se hacía, que tenía que esperar a que ella me llevara a hacerlo, que tenía que cagar en mi escupidera. 

Tengamos en cuenta que a veces, se olvidaba de mí durante todo el día, no me daba de comer, ni de cenar ni nada. Si tenía  visita del amante se iba de casa y me dejaba sola hasta poco antes de que mi padre llegara del trabajo. 

Mi padre trabajaba doce horas en la fábrica y no venía a casa ni para comer.

Aquellas escapadas me encantaban, tenía hambre pero mi madre no estaba en casa, no había peligro, estaba a salvo. Venía contenta y no me pegaba.  Estaba sola todo el día en mi cuna, no me atrevía a bajar, imposible, podía volver en cualquier momento además no sabía ni cómo hacerlo. No tenía destreza, era un bebé muy tranquilo. Normal.

Nunca comprendí a mi madre, no sabía bien que es lo que quería, solo que venía me gritaba, me pegaba y tenía que esperar a que terminara, hasta la próxima vez. Supongo que ella tenía un objetivo con aquellas palizas, que pretendía educarme, como se educa a un perro a hacer sus necesidades fuera de casa, pero yo no era capaz de comprender.

Con el paso de los años entendí sus palabras, sus palizas no. 


Tampoco me libraba si hacía las cosas bien, como ella quería. Si había discutido con mi padre o con cualquiera de sus amantes, también me pegaba. A  veces me miraba, me gritaba y se dirigía a ellos, pero era yo la que recibía su violencia, con ellos no podía.

Estaba harta de mí, me debía haber muerto al nacer, me iba a matar, no tenía que haber nacido. En eso estábamos de acuerdo. 

Me agarraba por el pelo, me zarandeaba como un guiñapo, me arañaba la espalda, las piernas, todo lo que no podía esconder. De rodillas en mi cuna solo podía intentar protegerme haciéndome un ovillo, pero el dolor se apoderaba de mí y al final era un muñeco de trapo, aún recuerdo el enorme dolor. Mordía sus labios a la vez que apretaba mis brazos con sus manos  clavándome sus uñas.

¡Qué uñas tenía mi madre, qué bonitas, qué bien cuidadas!

Recuerdo el olor, el silencio de mi habitación, era algo más que abandono, era el sonido de la espera.

Estaba todo muy denso de muebles. Con una decoración muy recargada. Muchas figuritas de porcelana con filos dorados, espejos y peines en una cómoda oscura con mármol blanco.

¡Había tantas cosas bonitas que yo podía ver desde allí!

Un armario marrón muy oscuro me impedía ver por ese lado de la habitación. La ropa se amontonaba en su interior hecho una gran bola de tela. Mi madre era muy presumida, pasaba horas probándose ropa. Para ella su imagen era lo más importante, su maquillaje, su esmalte de uñas, su pelo, todo estaba por encima de cualquier necesidad de la casa.

Se maquillaba como las actrices de cine de la época, decoloraba su pelo al máximo eligiendo el tono de tinte más rubio que había en el mercado, esto contrastaba con el maquillaje tan marcado, los ojos muy oscuros, los labios excesivamente rojos y los pómulos completamente señalados. No olvidaba cremas y los maquillajes para quitar las ojeras, todo lo que podía comprar ajustado a sus gustos, lo tenía ella.

Al otro lado  del armario tenía paredes blancas y peladas. Solo me quedaba un espacio desde el que podía ver el resto de la habitación. Mis padres dormían allí, compartíamos espacio hasta  que llegó mi hermanito.

No había secretos para mí, no existía. No hablaba, no había peligro de que contara. Por eso, mi madre no se cortaba ni tan siquiera con sus amantes. Mientras las visitas estaban abajo, concretamente una tía mía, mi madre se follaba a su marido detrás de la puerta.

No sentían temor ni pudor, nadie podía delatarlos, los miraba, parece que los estoy viendo desde mi cuna, follando contra la pared.

Ya era muy mayor, con edad para ir al cole y nunca bajé de esa cuna, o así recuerdo.

No puedo asegurar las cosas, no sé con certeza la edad que tenía, sí que los barrotes presionaban mi cabeza si quería estirar las piernas, y que aquél día mi madre hacía cosas con uno de sus amantes, el marido de su hermana.  Cuando fui creciendo fui comprendiendo que era lo que hacían y que estaba mal. 

Además de este, tenía otros, nos gustaba la visita del panadero porque nos traía dulces duros del día anterior, a mi hermanito y a mí.

Siempre tenía miedo. Y hambre. Solo podía respirar tranquila cuando venían visitas. Nos visitaba diariamente un tío de mi madre, que le regañaba mucho y le gritaba por lo mal que me tenía. Recuerdo sus brazos fuertes, como me daba besos y abrazos, solo él lo hacía, sentía mucha paz en esos momentos, nadie me podía hacer nada malo con él, me ponía muy contenta cuando venía.

Murió, supongo que de viejo porque el títo era mayor. Recuerdo a mi madre llorando mucho y de negro, también recuerdo que me pegó por aquello.

No tenía pañal, nunca lo tuve y si fue así no me alcanza hasta esa edad los recuerdos. Con el tiempo ella quiso enseñarme a hacer mis necesidades donde debía. Supongo que cuando lo hacía en mi cuna debía limpiarlo porque dormíamos en el mismo dormitorio y no creo que le gustara compartir ese peste.

Me sentaba en la escupidera en el patio durante horas, recuerdo que hacía mucho frio. No se me ocurría jamás moverme de allí, ni llorar, ni protestar, nada. A veces se le olvidaba y otras todo lo contrario, me sentaba allí y me obligaba a comer y a cagar rápido. Todo podía durar quince minutos. Ya estaba entrenada, era capaz de comer y cagar al mismo tiempo, para que no se enfadara. Mientras ella me gritaba:

-        ¡Vamos, bruja, vamos!

Me daba algún golpe o me amenazaba con dármelo y yo rápidamente obedecía. Al terminar, nuevamente me soltaba en mi cuna y así pasaba mis días allí sola. 

Procuraba dormir mucho.

No sabía caminar, nadie nunca me había puesto. No sabía hablar, nadie me hablaba. Pero sí que sabía dar la vuelta a mi colchón sin bajarme de la cuna para que mi madre no se diera cuenta de que me había meado. 

No se me ocurriría bajar, no me sostenía en pie y no sabía si sería capaz de volver antes de que ella me pillara.

¡Qué miedo!


Desde aquel colchón la escuchaba moverse por la casa. Cuando subía las escaleras temblaba de miedo, más si me había hecho caca o había vomitado, sacaba las sábanas por el hueco de los barrotes de mi cuna para intentar librarme de los golpes cuando las viera. Dormía, comía, cagaba... todo aquella cuna.

Pan duro mojado en agua era mi dieta y algunas vece sobras. Me ponía el plato sin cubiertos ni nada para que comiera, mientras me decía con mucho nerviosismo y desprecio:

-        ¡Venga, Bruja, come!

Así es como me llamaba mi madre, más adelante cuando fui creciendo y me hice mujer, cambiaría este apodo por el de Puta.




lunes, 19 de noviembre de 2018

ROMPIENDO

Yo rompo con todo aquel que me rompa,
con todo el que no me respete,
con el que quiera convencerme.

Con el que lo haga por mí bien.

Rompo con el que da lecciones,
consejos y no dineros,
recetas de cocina y no me da tiempo.

No quiero ser ni estar como tú quieres que esté,
donde tú crees conveniente,
no te acerques que apesto,
aléjate y ni me y mires que no traigo nada bueno.

Y mientras se alejan yo sigo rompiendo...

martes, 13 de noviembre de 2018

DE PERDÍOS AL RÍO


Me voy a dejar llevar. Al fin y al cabo, esto es trabajar, trabajar y trabajar, no pierdo nada. Ya he criado a mis hijos, los ayudo en lo que puedo mientras puedo, intento disfrutar de todos los momentos que me quedan con ellos, pero al final, todo se resume en eso, trabajar.

Si me quedo en casa, pongo lavadoras, si  me paro un día me pongo a hacer obra, es como un vicio que tengo desde siempre, pues qué más da si invierto todos mis esfuerzos trabajiles en algo que finalmente no salga adelante. 

Pues nada pierdo, solo esfuerzo, la vida no me va en ello, la vida la vivo y la consumo todos los días.

Me gustaría tener cerca a mis niñas, pero como no es así, pues me conformo con mi rubia que me da mucha guerra, y el gitano branco que veremos a ver si mañana no me toca llorar otra vez en otra de sus tutorías, sin olvidar al más Barranco de todos que se come la nevera por los pies cuando vuelve a casa, no te digo na si el karma me escuchara y me trajera a todos a mi lado, siendo felices eso si, no por cosas malas.

Ya tengo una nieta, mi casa pagada en dos años, estoy visualizando mi propia jubilación. Me veo en una casa con chimenea donde viene mucha gente para que la ayude a hacer los deberes. No sé, me veo como Don Antonio, feliz de terminar mi vida sin tiempo para ir ni al servicio. 

Me huelo que mi última casa va a ser la más espectacular, la mejor de todas y a piso llano desde la calle. Para poder ver la luz tendré que ir a mi barco, todo encaja, todo es como dije en un principio. Me gustaría poder abandonar a mis hijos, pero se de sobra que Adela no podría estudiar nada si no estoy aquí todos los días. 

Tendrán que abandonarme ellos a mí, de momento, no veo el día en que me largue de esta casa con  viento fresco.



lunes, 12 de noviembre de 2018

SIN PIEDAD


Todos hemos sufrido en nuestras carnes la presencia de un compañero de trabajo “hiena”, un perro del amo, un sencillo instrumento que utilizan algunos empresarios para apoyarse en la lucha por conseguir que sus empleados estén controlados.

No tengo piedad, si lo huelo disparo.

Apuesto por un equipo sin grietas, que se regañe e intente mejorar las posibles deficiencias, que se apoye, que se quiera.

Si, que se quiera. Cierto es que en el trabajo no vas a hacer amigos, tus amigos están en la calle, pero el amor debe ser el gran catalizador. Son muchas horas, muchos días y momentos los que vives en tu trabajo, el cariño que recibas debe ser la propina y nada más.

Existen personas a las que no les importa ser odiados por sus iguales porque aspiran al amor del amo. El amo solo las utiliza, por lo que finalmente, no los quiere nadie. 

De toda la vida pienso que las propinas económicas son un reclamo que utilizan algunos empresarios, no todos,  para trasladar al cliente la responsabilidad de tener a su empleado contento. Se habla ya de antemano el hecho de que existen, para negociar bajadas de sueldo, no dar de alta todas las horas, hacer que el empleado eche el chorreón gratuito de jornada para la empresa en agradecimiento por sus propinas.

En un principio intentamos redondear los precios para que no hubiera propinas, nos parecía bastante injusto que un empleado ganara más que los demás. Todos en nuestra empresa ganamos lo mismo, menos los dueños que aún no hemos visto beneficios. 

¡NO TE RÍAS QUE NO TIENE GRACIA!

Estamos muy contentos de verdad, los avances son evidentes, sabemos que algún día todo irá sobre ruedas, pero de momento seguimos tapando agujeritos que no nos permiten ser ricos.

En fin, que al ver que la gente es tan generosa, que quitando los picos en los precios, daban euros de propina enteros, hablamos en asamblea como solucionar esta injusticia a nuestro modo de ver.

¿Por qué las propinas se las quedan los moteros?

Porque no se pueden controlar, a no ser que tu motero sea digno de confianza.

Así son todos nuestros moteros dignos de confianza, por eso entregan las notas a los clientes, para que no haya trampa ni cartón.

¡OJO! Aviso que se dan casos de moteros que cobran un eurillo más al cliente de lo que pone la nota, se la guardan y santas pascuas, también hay quien araña en la caja, quien no pica una mesa y se queda el importe… hay tantas formas de engañar a un empresario, que el empresario que piense que puede controlar eso es un iluso.

Solo hay un método infalible, la selección de personal. Para eso, hay que ser implacable, no tener piedad y dejarse aconsejar por el propio equipo, que es el que todo lo ve.

Nosotros tenemos claro cuál es nuestra responsabilidad, que nuestros empleados estén tan bien que no quieran las propinas, que les compense compartir el premio a final de mes,  que ni uno solo pueda decir que no le dieron de alta, que no le dieron sus vacaciones, ni ninguno de sus derechos. 

Pero a la vez quiero que existan los otros, los que hablen de despidos sin piedad.

Muchos antes de morir lloriquean, alegan que su situación económica precaria es por culpa de sus hijos, de todo el mundo menos de su persona. 

Me he criado en una familia con tres hermanos más, he vivido en una vaquería sin luz, ni agua, ni inodoro… me bañaba en un barreño frente a la chimenea y era muy feliz. 

Nunca jamás escuché a mis padres lloriquear.

Mi madre trabajaba limpiando, mi padre  era  albañil, pero cuando no había, no pedía ni lloriqueaba, se iba a vencer salchichas en las ferias, a recoger cartones y chatarra, pero con mucha clase y la cabeza bien alta.

Decía que esos mismos que pedían en la parroquia, luego se los encontraba en el bar, que los mismos que lloran luego se ríen, pero de los que han sentido piedad por ellos.

De alguien como yo, que ha tenido estas vivencias y estos maestros, no puedes esperar caridad, ni segundas oportunidades.

Por eso, en nuestra empresa, que la hacemos nosotros, todos los que estamos allí dentro, desde el que llega nuevo esta semana hasta la última Mona que soy yo, no recibe  incentivos.

Por eso nuestros moteros reparten sin prisas, con seguridad y preparación previa, con la ayuda del equipo que es mejor que el de Fernando Alonso, que sirve de lanzadera, facilita, orienta y ayuda a que el motero salte una y otra vez a repartir.  Si hace frío te abrigas, que el horno también echa en verano muchas "fogarás" de calor; si llueve te pones chubasquero que la empresa te facilita, que para lo poco que llueve aquí al año se utiliza mucho esta cuestión. 

¡No te imaginas en Asturias lo que se reirían si ven que te quejas!

No queremos limosnas, cuando los clientes deciden añadir un eurillo al pedido,  el motero lo entrega al bote y al final de mes se divide a partes iguales entre los trabajadores.

A los compañeros que cobran, tanto vendedores como moteros, lo único que se les exige es que sea digno de confianza tanto para la caja de empresa como para sus compañeros, y de momento si alguien se desliza,  no continua con nosotros, el equipo lo expulsa lo antes posible, porque sabe que si no le tocará sufrirlo.

Estamos muy orgullosos y contentos con la gente que tenemos, por eso los contratos son por temporada, cerraremos en verano, y el año que viene, todos serán indefinidos… o despedidos.

Para mí las dos palabras son positivas, simplemente es necesario la una con la otra, son complementarias, un despido da pie a conocer a otra persona y un contrato indefinido da seguridad y compromiso con los que ya han demostrado que son la caña.

Bueno, y esto es lo que hay, sentimos mucho el engorro diario de separar la basura para reciclar, pero es lo que hay, una cosa por la otra, peculiaridades de esta empresa tan extraña que hemos parido, normas que se aceptan o te ponen de patitas en la calle.

sábado, 10 de noviembre de 2018

FUTURISTA


Es arriesgado visualizar el futuro como llevo haciendo durante todos estos años en mi blog. 

Para nada coincide con la realidad todo lo que imaginé. 

Todo el trabajo invertido en mi Barco ha sido prácticamente inútil, mi Vacarris se ha muerto, no pasa nada, son imaginaciones mías que siguen ahí furulando en mi cabeza con intenciones de hacerse realidad. Necesito tener esos “top sueños” para resolver cosas más fáciles como montar una pizzería por ejemplo, o escribir un libro o dos. 

Mantenerla abierta, que es lo más difícil en estos momentos, ya llevamos cinco meses, creo que serán mínimo de embarazo, después, no tengo claro si nacerá un buen negocio o un hijo tonto.

Tengo que seguir el trabajo, resolver poco a poco, uno a uno los problemas y seguir repartiendo pizzas, seguir gestionando, seguir espantando posibles depredadores y mantener a salvo este bebé.

Cuando me invaden pensamientos negativos me pincha el corazón, me acelera la respiración y no puedo seguir construyendo, por eso, hoy como muchos días he vuelto a rehacer mi caja de los deseos, sé que todo se cumplirá, ya me encargo yo de parte y el resto, es mi karma que me acompaña toda la vida, unas veces para reírse de mí, otras para ayudarme, pero nunca jamás en contra. No sé qué tengo, pero le caigo bien.

Voy a contra reloj, eso es evidente, anoche eran las una cuando puse un pie en mi casa, no sin antes celebrar con mis cañas de los viernes el nacimiento de mi Nina, estudiar lenguaje musical con Adela, preparar las escaleras para que vivan más animales y algunas cosas más que hice que no recuerdo pero que seguro que son de poco tiempo.

Me encanta tener la sensación de no perder ni un minuto, de ser Superman en la cabina de teléfonos poniéndose las mallas. Salir de un trabajo corriendo desnudándome para mientras aparece en mi pecho el emblema de PANDA pizzería.

Es mi camiseta de trabajo, no tengo capa para volar, pero soy capaz de resistir sin enloquecer que me hable  mucha gente al mismo tiempo, que no me dejen vivir ni respirar, que silencie el móvil y todo el mundo esté más calmado o desesperado y derrotado porque no han podido resolver.

Esta es mi vida y me encanta, no sé qué será de mí el año que viene, no suelo tener un año igual que el anterior.



 

jueves, 8 de noviembre de 2018

NINA


¡Qué buena persona es mi Nina!

Su madre, buena persona, su padre buena persona ¿Cómo debía de ser ella? Sorprendente.

Cuenta su papá emocionado que solo lloró un poquitín al nacer para indicar que ya estaba en el mundo y que lo siguiente que hizo fue sonreír. Sabemos que los bebés sonríen incluso antes de nacer, que es un acto reflejo en las primeras semanas, pero por experiencia con bebés sé que no he visto un caso igual.

¡Cómo se reía Nina!

Estaba todo el tiempo con la expresión previa a la risa o sonriendo, y si lloraba ella misma se sorprendía, emitía uno o dos chillidos y se queda con cara de pensar:

-            ¿He sido yo? -  después otra vez expresión placentera.

¡Qué bien llora mi Nina!

De verdad que es una niña nacida para ser feliz, arropada con la fuerza de dos familias maravillosas, trabajadoras y de “buena familia”, rellenas de mucho arte por todos los costados.  

En estos días de convivencia con la familia del papá de mi Nina, me han dado ganas de quedarme y pedirle a Pepi me adopte a mí también, todo se andará. Me encanta todo lo que he visto y sentido en estos días, mi Nina está rodeada de amor indefinido.

Siento que es un nuevo comienzo, una nueva vida para mí con un nuevo cargo, más importante que las anteriores. Me ha dado mucha fuerza,  debo luchar con uñas y roña para sacar adelante la pizzería y  que ésta a su vez me permita la suficiente libertad económica para ir y venir, ayudar y estar con los míos donde quiera que estén.

Tengo claro que voy a lanzar a los dos hijos chicos que me quedan bien lejos, para que vean mundo y para que elijan desde allí arriba donde quieren vivir, y la vida que quieren llevar  el día de mañana, que sean lo que quieren ser y no lo que se les permita.

Nota interior: Tengo que terminar la quinta, para que puedan venir más personas cuando quieran a su casa, que es la nuestra, la de todos los Barrancos.