Todo lo que describo son cosas que pertenecen a mi recuerdo,
posiblemente no correspondan con la realidad. Hoy quiero hablaros de alguien
que está en mi vida desde que casi tengo
uso de razón, porque siendo adolescente, no creo que lo tuviera todo conmigo.
En su casa siempre había mucha gente, los que allí vivían y
nosotros, los otros.
Siempre que tenías un rato muerto y en la calle hacía mucho
frío, donde mejor se estaba era en casa de mi amiga, eran tantos hermanos y su
madre tan miope, que solo si hablabas se notaba tu presencia.
El brasero siempre cargado de piernas, las camas apiladas,
dos literas y una atravesada. El armario se abría a duras penas y la percha de
detrás de la puerta, ¡Ay! la percha de
detrás de la puerta.
En todas partes además de humanos se escondían gatos, que
siempre había en esa casa o algún que otro bichejo. Este al que llamo bichejo,
no era este sino esta, una niña muy nerviosa y risueña ajena a los problemas de
aquella familia.
Habían salido huyendo de su padre, que cuando bebía deslomaba
palos a toda la familia por igual. No hay denuncia falsa, nunca hubo denuncia
ni pensión de alimentos, ni casa por la que pelear, solo una hermana mayor que
al cumplir la mayoría de edad le dijo a su madre:
-
O te vienes, o nos vamos.
Bueno, pues allí estaba ella que no tenía ni puñetera idea
de los problemas que podíamos tener los demás, era demasiado pequeña, corrían los ochenta, muchos muertos otros muchos tontos perdíos, y ella.
Era como una aparición. Estabas hablando con tu amiga
cualquier cosa íntima, muy muy delicada y de pronto girabas la cabeza y allí
estaba, inmóvil, “callaica” para que no se le escapara detalle.
La echábamos a patadas si era descubierta, para ella aquello era mejor que la tele.
-
¡Qué luego se lo cuenta todo a mi madre!
Cierto es que era una cara de Belmez en la pared, un abrigo
más en el perchero, un gato bajo la cama, un ácaro en el armario, pero estaba
allí en todas partes y aparecía cuando menos te lo esperabas con cara de:
-
¡LO QUE HA DICHO!
Me daba pena porque era muy tierna, pero teníamos que expulsarla de nuestro lado. Son pocos los años que
nos alejan pero los suficientes para que desprenda ternura a una adolescente
que la vio crecer allí, en aquella casa de locos, con tanto amor como penurias,
en una vivienda social del Polígono del Valle, otorgada a una madre que huía de las borracheras de su marido.
Fue creciendo y tuve que aguantar su voz de pito acelerada
explicándome como podía aprobar sin perder ni un crédito. No podía, suspender
para ella suponía dejar la carrera. Trabajó de pizzera para sacar dinero que dedicaba
a su objetivo final, ser enfermera.
¿Por qué esta chiquilla quería ser enfermera? No lo sabemos,
lo que si tenemos que tener claro es que lo tuvo mucho más difícil que mis
hijos, mucho más difícil que los hijos de cualquiera de nosotros, que solo
tenía de opción limpiar casas o cuidar niños y que se reveló contra eso, a
pesar de que en su casa no entraba dinero si no era el suyo o el del resto de
los hermanos de la familia.
Yo veía aquel hogar como la película de Oliver Twist pero sin
robar. Todos salían a buscarse la vida para traer algo a casa, para que hubiera
leche, comida y pagar la luz. Lo más básico tenían que conseguirlo entre
todos.
Seguro se sentía culpable por estudiar y no aportar, pero
como era la más pequeña, cascarón de huevo. No vivió las cosas que vivieron sus
hermanos, ya tenía cuatro años cuando vinieron a vivir a su casa, en esa oligarquía familiar tan especial y tan
bonita.
Su madre está ciega ahora completamente, yo creo que me
quiere. Sabe que fui el patito negro que se le coló en su estanque de cisnes,
pero me aceptó como alguien que le hacía reír. Yo siempre le tocaba el culo, le
hacía cosas de risa y por eso me reconocía. Le daba besos, le hablaba mucho y muy deprisa y le gritaba No
quiere decir que el resto de sus hijos no lo hicieran, pero yo lo hacía de
forma especial, para darle risa.
Hace poco su nieto, el hijo de mi pequeña amiga, me dijo que
su abuela era muy vieja y que no jugaba con él. Me ofrecí a ser su
sustituta, así que me hice su abuela adoptiva, solo para devolver el favor a
esa pobre mujer que aguantantó su mala suerte, la que tuvo al conocerme tiempo atrás.
El otro día estuvo en Panda Pizzería y solo puede recogerle
el flequillo como hacen las abuelas y darle muchos besos de esos exagerados y
muy seguidos que solemos hacer.
-
¡Nieto mio!
¡No sabes la madre que te tocó en suerte! Que yo te lo
cuento, que es muy valiente, que la admiro y para que yo haga eso ha de ser un
ser muy grande.
Que puedo contar de ella: que es un bicho que se crió en
un barrio de salvajes donde había muchas voces, mucha solidaridad y mucho amor.
Que no se puede jugar con ella en la piscina porque hasta que no te ve tragar
agua no para, que te engancha de la pierna y te levanta y sigue a lo suyo como si no hubiera final.
Tiene energía para siete vidas, me revienta cuando salimos a
andar.
Ahora cría a su hijo con la visita del padre no todos
los fines de semana alternos, porque no es una obligación sino un derecho para
ellos.
La tendencia de los últimos tiempos es decir que las madres nos quedamos
con nuestros hijos por la pensión y la casa, algunas no tenemos que demostrar
nada, pero no es cierto. Muchas nos quedamos con ellos porque son nuestra vida,
porque no sabríamos que hacer y porque no vemos capacitados a nuestras parejas
para hacer lo que no hicieron cuando fueron sus padres en directo.
No hablo de su caso, ahora hablo de mí, que ofrecí la
custodia compartida y fui rechazada.
Hablo porque yo fui a un abogado a preguntar si se le podría
obligar y me dijo que prima el bienestar del menor y que si un padre no quiere
no se le puede obligar. Pero ¿a una madre? no estamos obligadas, no es
necesario.
Espero firmemente que cambie esta tendencia, que sean los
jueces los que nos obliguen a las madres lobas a dejar a en custodia compartida
a nuestros hijos, por nuestro propio bien, porque es más fácil rehacer, eso no
se dice, es más fácil la conciliación laboral, eso no se dice, ahora lo que
está de moda es decir que ellos están en desventaja:
¡ JA! ...¡JA! ...¡JA!
Nada es totalmente blanco, nada es negro del todo. Los grises
existen pero hay tonos de verde, marrones y muchos colores que no ve todo el mundo en una foto en blanco y negro.
Caso a caso hay que
valorar, caso a caso hay que hacer justicia, sin tener en cuenta viviendas ni
pensiones ni nada, solo a los menores.
¡Vuelvo desde aquí hoy a ofrecer de nuevo la custodia compartida! ¡Los
gastos a medias y la casa para todos! que mis hijos ya tienen 15 (dos unidades)
y 22 (dos unidades), pero …
¡No me queda na que pasar hasta el día en que me muera!
Ya le he dicho que tiene que afrontar el momento en que su
hijo le diga que quiere ir a vivir con el padre, todos lo hacen. Idealizan.
Ven
en la otra opción algo mejor que la que tienen, sea la que sea.
Debe tomárselo como
una liberación. Los hijos se van tarde o temprano: a estudiar, a vivir… se van, es un hecho.
Cuando una madre piensa que por perder la custodia de sus
hijos va a pasarlo mal, es porque le duele el desarraigo del ser, no por la
puñetera vivienda. Aunque habrá de todo, no digo yo que no.
Hablando de mi vivienda, yo la voy a robar a bocajarro,
tengo claro desde le primer día que es para mis hijos y si mi querido esposo
quiere venir a pedirme la mitad, le diré lo mismo que el primer día:
-
Eso digo yo, que porqué no la valoramos y me das
la mitad y yo me voy.
¡Qué no se vende nada! Eso es un hecho. ¿No vas a intentar
venderme a mí la burra? Dame la mitad que verás que bien compro.
Con un poco de
dinero y lo que sé de construir solo necesito cemento, arena y agua.
Esta casa es de mis hijos, eso no lo ve la gente. Todos hablan
de que las madres que quieren a sus hijos para quedarse con la vivienda, esta
casa es la que da cobijo a los menores que salieron por mi coño moreno que
ahora peina canas, y el que no se acuerde de que puso la "semillica", pues que se
tome un Lorazepam y duerma un poco que se despierta uno con las ideas más claras.
Espero al día en que pueda largarme, a vivir aunque sea a una
furgoneta, en mi barco o en una cuneta, espero ansiosa a que mis hijos no me necesiten, espero ese día como agua de mayo, que desde que los conozco estoy dispuesta a abandonarlos.
Que no es todo blanco y negro, que hay
muchos colores, que la lucha por la igualdad no está perdida aunque ganen la
batalla partidos que quieren que escondamos la cabeza.