sábado, 24 de septiembre de 2016

¿Qué he hecho yo?

Cuando pase el tiempo, cuando todo haya acabado, piensa.

Espero que hagas tus cuentas.

¿Cuáles fueron las causas que provocaron la pérdida? 


Fueron dos muy concretas, dos días, dos momentos en el tiempo, dos golpes de efecto, no doy lugar al tercero.


Piensa, que no somos tontos, piensa que sabes, piensa, cuando te dejen pensar.

LVM (28-SEP-2016)






miércoles, 21 de septiembre de 2016

TRISTES


El uno depre, la otra depre, ahí otro montón de depres, todos menos yo. A este le afectó mucho la muerte de mi padre, el otro no tiene trabajo, esta ciudad es una mierda, normal que estén depres, todos, claro menos yo.

¿Por qué? Porque a mí todo me sale bien.

Estoy hasta el coño de todos los depres del mundo, a partir de hoy con ellos me haré la depre. Como los abuelos que les duele un hueso, músculo u órgano vital, que empiezan a contarlo y el otro lo interrumpe y se pegan incluso palmaditas en las manos para ver quien cuenta más dolencias, pues así.

¿Tú estás depre? Yo más.

¿Se te ha muerto tu padre? Cucha, y el mío.

¿No te quería? Pues anda que a mí.

Así voy a hacer un cerco de cinco mil kilómetros a la redonda, porque todos los depres van a intentar contarme sus penas y yo les voy a atacar con mi ametralladora de penas, que balas no me faltan, que los voy a aniquilar a todos con una pena en la frente.  

¿No sabes?

Yo digo como el hortelano que sale en el video hablando de cómo se acaba con el colesterol pero con las penas, pegando mochazos a la tierra con una azada con todas sus fuerzas, diciendo:

-          Asín, asín es como se termina con las penas, asín, mira, mira, ni ansiolíticos ni punta de nabos, mira, ni psicólogos ni loqueros, asínnn asín es como se termina con todos los tristes del mundo.

A mí que me dejen, me cansé de ser su apoyo, de ahora en adelante cuando me echen la mano en el hombro para buscar cobijo, lo retiro y salgo pitando.

¡Guerra mundial Z contra los tristes!


sábado, 17 de septiembre de 2016

ME ENCANTA VIVIR


Me encanta viajar, me relaja en momento del camino. Si no pudiera viajar no me importa porque me encanta quedarme en casa.
Me encanta subir a mi campo a cortar hierbas y trabajar como una mula, encender la chimenea cuando llega el invierno me encanta.
Ahora empieza el cole y el trabajo, después otra vez las vacaciones y el verano, me encanta.
Un rato de casquera con una amiga, una peli buena que no esperaba en la tele y sin anuncios, me encanta.
Un rato de costura, pintar y organizar mis casas…

Me encanta todo.

Me encanta estar sola, rodeada de gente, caminar, comprar, tener dinero para todo a pesar de todo, me encanta.
No me gusta cocinar, eso no, no, no, porque no soy buena en eso para nada, pero me encanta ser pinche de cocina, fregar, arrimar cosas, dar besicos cuando huelo el humillo que sale de la olla.

He tenido que pensar lo de olla otra vez Paco, he tenido que pensar eso y lo que tú ya sabes que pongo con b y con v y que he escrito anteriormente que puede ser verde o que esté hiviendo.

Me gusta escribir, siempre que escribo algo nuevo, pienso en otras cosas que quiero escribir después, las que dejé atrás sin terminar, necesito atar cabos, tengo muchos tajos abiertos, pero al menos no me he cansado.

Bueno, miento, he cerrado el blog años enteros, si que me he cansado, pero luego he vuelto.

Me gusta construir, me encanta imaginar lo que voy a hacer y verlo hecho al cabo de los días, meses, bueno, años.
Me gusta pintar mis cuatrocientos metros de casa, me gusta limpiar las ventanas, me gusta comer, me gusta follar, me encanta vivir en general.

El día que me muera me va a dar pena, porque no hay vida después de la muerte por mucho que te cuenten, pero hasta ese día, me encanta estar viva.

Me encanta hacer noche en un coche, me encanta llegar al hotel.
Come, cagar y ducharme, me encanta cuando llevo varios días de perra flauta. Me encanta ser perra flauta.

Me gusta hacer croché en mi sofá, quedarme dormida hasta que me duelan los músculos, me encanta que me abracen y me den besos, me gusta mucho el trajín de mi casa, hablar con los cuatro a la vez por wasap, el alquiler de Blanca, el piso de José en Granada, los pantalones de Adela...  y como Alonso no me dice nada, le obligo a que me mande un audio con las noticias de su primer día de clase, me encanta.

Todo eso, oye, lo que es vivir mismamente, no estar muerta, vamos, me encanta.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

HAY QUE TENER FE


Cuando yo traía a la gente a ver mi barrio, el  lugar donde quería hacerme una casa, todos decían lo mismo.

-          ¿Estás loca?

Es muy fácil creer cuando las cosas se ven, pero, sobre todo para mi gente que son todos muy ateos, creer en algo que solo ve una persona es una locura.

Pero yo si tengo mucha fe en mí.
Recuerdo que por aquel entonces nos comían las ratas y la basura, en la esquina aparcaban con los coches y los burros como podéis ver. Los vecinos no eran muy amables y yo tenía que embarcar a mi familia en una tremenda locura, hacer una casa de cuatrocientos metros, con nuestras propias manos.

Ni una sola persona de las que llevé a ver el solar dijo que podría ser una buena idea, solo el Barranco, que ya sabemos que era, porque se ha muerto, un animal de la construcción.

No atendimos a razones, en este caso el padre de mis hijos estuvo a la altura, trabajó mucho, trabajaron mucho todos: mi padre, Victoriano, mi ex… todos. Hicimos una locura, no contamos con ningún constructor, nos hicimos promotores, constructores y dueños. Todo en una.

El muchacho del banco alucinaba porque siempre nos sobraba dinero y no teníamos que hacer apenas certificaciones de obra, la casa avanzaba muy rápido porque sabíamos que durante la obra solo pagábamos intereses y que teníamos que hacerla cuanto antes.

Nos sobró un millón de pesetas. Por el dinero que valía un piso viejo para reformar, nosotros hicimos una casa de nueva construcción gigante.

Cierto es que uno de los vecinillos que nos “ayudaba” en la obra, hoy nos hace un poco la vida imposible. No ha tenido una vida fácil y es normal que esté enfadado con el mundo. Cada día está más mayor y hemos pasado muy mala racha con su adolescencia, él y sus amigos no dudaban en divertirse en la calle independientemente del ruido, el olor a mariguana…

Dicho esto, solo quiero añadir, que si hubiera hecho caso de todos los amigos y familiares, "razonables", que me decían que ni hablar del peluquín, hoy no tendría la casa que da cobijo a mis hijos, estén donde estén.

Hoy en día, lo de la casa, es incuestionable. Todo lo que he hecho en estos cinco años de divorcio es palpable, es real, es útil, es indudablemente buena idea. Pero cuando llevo a la gente a ver mi granja, solo ven ruedas. Cuando hablo de hacer un paraíso para los niños, mis nietos y bisnietos, solo ven locuras.

Pero yo no soy Don Quijote, yo no veo gigantes donde hay molinos. Yo veo las ruedas, el papel reciclado, arena y arcilla … pero también tengo la visión suficiente para ver las cosas como son y serán dentro de unos años. Yo vi mi casa como es hoy, cuando todos veían un burro aparcado en la esquina, tierra en lugar de aceras, basuras y ratas.

Con esto quiero decir, que despacico, sin gastar ni un duro, trabajando como rueda de molino, sigo adelante en mi proyecto de granja, ya sea El Barco de Pocagua o La Granja del Barranco, pero no pienso parar, porque tengo cuarenta y cinco años y hasta que me muera me da tiempo.

Otra cosa es lo que ocurra cuando ya esté muerta, espero que perdure, pero si no es así, ojos que no ven…

martes, 13 de septiembre de 2016

DISFRUTANDO DE LA VIDA


Con gotitas en la cara me despido hoy de mi terraza, se termina este ciclo.
Ayer cuando volvía del campo me di cuenta de que se hacía de noche más temprano. Pasé por tu casa como siempre, me dio como siempre la nostalgia. Ya mismo estoy maldiciendo el frío que hace en esta casa y con ganas de poner una calefacción central que arda Troya. Ya mismo la lumbre, ya mismo de nuevo las cosas que tiene el invierno.
Antes nos queda este fin de semana largo el remate final, pero una vez que vuelva, el trabajo será como siempre, duro.

Pero, es que la vida es trabajo. El otro día hablando con mi chico de disfrutar de la vida, de viajar, de vivir en definitiva, le di la razón en que no se puede trabajar siempre, pero tampoco se puede vivir sin trabajar. No sé qué haría si me obligaran a vivir siempre disfrutando de la vida, viajando, haciendo fotos, viendo monumentos, cenando fuera de casa…
Yo necesito trabajar, soy Barranca. Observando la Granja del Barranco me doy cuenta de que eso es lo que quiero hacer el resto de mi vida, morir con las botas puestas. En su caso, mi padre se las quitó llenas de barro y allí estaban, al lado de la chimenea. En el dormitorio ropas de trabajo a medio usar. Si, pasó toda su vida trabajando, pero, también disfrutó de la vida así.

Con esto quiero decir, que no me importa que me salgan arrugas del sol en la cara y que se me ponga el pelo estropajo, aunque me ponga tonta cuando me veo la cara de tortuga y los pelos esarbolaos en las fotos. Me pondré protección cincuenta y una gorra con una buena visera, pero, yo voy a seguir en el tajo, hasta el día que me muera.
Espero que sea como lo hizo un vecino de donde teníamos el campo cuando mis hijos eran pequeños, que el día de antes nos había traído melocotones recién cogidos de sus árboles, que no daba a bastos comiendo. Se volvió en la cama por la mañana después de un café y murió.

Noventitantos.
Cuando veo documentales de la dos, que es la única cadena que soporto de momento, veo como los animales cumplen su ciclos, emigran buscando agua, se alejan del frio y del calor, ninguno de ellos sería feliz si no tuviera que luchar por sobrevivir. Ninguno sería feliz si todo el tiempo estuviera disfrutando de la vida, en un zoológico por ejemplo.

Yo no sabría vivir en suelo urbano todo el tiempo. No sé qué sería de mí si solo hiciera cosas improductivas. Tiene que haber noche y día, verano e invierno, descanso y trabajo.
Todo sucede a su tiempo, ya mismo termino mi trabajo en esta casa, mis hijos han crecido bastante, la mitad estudia y vive ya su vida, la otra mitad en breve. Veo como el ciclo de esta parte de mi vida va llegando a su fin, ya mismo los puedo abandonar, ya tengo casa donde caerme muerta.
Yo sigo trabajando, por fin terminó el verano, después del remate final, volveré a la lucha, armada con mis herramientas, por cierto, que tengo una hoz antigua, pero prefiero una máquina que tiene mi padre con unos alambres que dan vueltas y se cargan toda la mala hierba.

NOTA: Esta navidad me pido la bañera de zinc para bañarme frente a la chimenea.

sábado, 10 de septiembre de 2016

MI NIÑA: UNO


Lengüetazo uno

Dicen que los bebés no recuerdan, piensan que no se dan cuenta, pero es falso. No puedo describir fielmente las cosas, pero sí, sé que sucedieron. No recuerdo con qué edad escondía mis excrementos bajo las mantas de mi cuna, pero recuerdo perfectamente como lo hacía, puedo verlo en imágenes.

Si  ella venía mal y yo me había cagado, me pegaba una paliza de muerte. Decía que era una guarra, que eso no se hacía, que tenía que esperar a que ella me llevara a hacerlo, que tenía que cagar en mi escupidera. 

Tengamos en cuenta que a veces, se olvidaba de mí durante todo el día, no me daba de comer, ni de cenar ni nada. Si tenía  visita del amante se iba de casa y me dejaba sola hasta poco antes de que mi padre llegara del trabajo. 

Mi padre trabajaba doce horas en la fábrica y no venía a casa ni para comer.

Aquellas escapadas me encantaban, tenía hambre pero mi madre no estaba en casa, no había peligro, estaba a salvo. Venía contenta y no me pegaba.  Estaba sola todo el día en mi cuna, no me atrevía a bajar, imposible, podía volver en cualquier momento además no sabía ni cómo hacerlo. No tenía destreza, era un bebé muy tranquilo. Normal.

Nunca comprendí a mi madre, no sabía bien que es lo que quería, solo que venía me gritaba, me pegaba y tenía que esperar a que terminara, hasta la próxima vez. Supongo que ella tenía un objetivo con aquellas palizas, que pretendía educarme, como se educa a un perro a hacer sus necesidades fuera de casa, pero yo no era capaz de comprender.

Con el paso de los años entendí sus palabras, sus palizas no. 

Tampoco me libraba si hacía las cosas bien, como ella quería. Si había discutido con mi padre o con cualquiera de sus amantes, también me pegaba. A  veces me miraba, me gritaba y se dirigía a ellos, pero era yo la que recibía su violencia, con ellos no podía.

Estaba harta de mí, me debía haber muerto al nacer, me iba a matar, no tenía que haber nacido. En eso estábamos de acuerdo. 

Me agarraba por el pelo, me zarandeaba como un guiñapo, me arañaba la espalda, las piernas, todo lo que no podía esconder. De rodillas en mi cuna solo podía intentar protegerme haciéndome un ovillo, pero el dolor se apoderaba de mí y al final era un muñeco de trapo, aún recuerdo el enorme dolor. Mordía sus labios a la vez que apretaba mis brazos con sus manos  clavándome sus uñas.

¡Qué uñas tenía mi madre, qué bonitas, qué bien cuidadas!

Recuerdo el olor, el silencio de mi habitación, era algo más que abandono, era el sonido de la espera.

Estaba todo muy denso de muebles. Con una decoración muy recargada. Muchas figuritas de porcelana con filos dorados, espejos y peines en una cómoda oscura con mármol blanco.

¡Había tantas cosas bonitas que yo podía ver desde allí!

Un armario marrón muy oscuro me impedía ver por ese lado de la habitación. La ropa se amontonaba en su interior hecho una gran bola de tela. Mi madre era muy presumida, pasaba horas probándose ropa. Para ella su imagen era lo más importante, su maquillaje, su esmalte de uñas, su pelo, todo estaba por encima de cualquier necesidad de la casa.

Se maquillaba como las actrices de cine de la época, decoloraba su pelo al máximo eligiendo el tono de tinte más rubio que había en el mercado, esto contrastaba con el maquillaje tan marcado, los ojos muy oscuros, los labios excesivamente rojos y los pómulos completamente señalados. No olvidaba cremas y los maquillajes para quitar las ojeras, todo lo que podía comprar ajustado a sus gustos, lo tenía ella.

Al otro lado  del armario tenía paredes blancas y peladas. Solo me quedaba un espacio desde el que podía ver el resto de la habitación. Mis padres dormían allí, compartíamos espacio hasta  que llegó mi hermanito.

No había secretos para mí, no existía. No hablaba, no había peligro de que contara. Por eso, mi madre no se cortaba ni tan siquiera con sus amantes. Mientras las visitas estaban abajo, concretamente una tía mía, mi madre se follaba a su marido detrás de la puerta.

No sentían temor ni pudor, nadie podía delatarlos, los miraba, parece que los estoy viendo desde mi cuna, follando contra la pared.

Ya era muy mayor, con edad para ir al cole y nunca bajé de esa cuna, o así recuerdo.

No puedo asegurar las cosas, no sé con certeza la edad que tenía, sí que los barrotes presionaban mi cabeza si quería estirar las piernas, y que aquél día mi madre hacía cosas con uno de sus amantes, el marido de su hermana.  Cuando fui creciendo fui comprendiendo que era lo que hacían y que estaba mal.
 
Además de este, tenía otros, nos gustaba la visita del panadero porque nos traía dulces duros del día anterior, a mi hermanito y a mí.

Siempre tenía miedo. Y hambre. Solo podía respirar tranquila cuando venían visitas. Nos visitaba diariamente un tío de mi madre, que le regañaba mucho y le gritaba por lo mal que me tenía. Recuerdo sus brazos fuertes, como me daba besos y abrazos, solo él lo hacía, sentía mucha paz en esos momentos, nadie me podía hacer nada malo con él, me ponía muy contenta cuando venía.

Murió, supongo que de viejo porque el títo era mayor. Recuerdo a mi madre llorando mucho y de negro, también recuerdo que me pegó por aquello.

No tenía pañal, nunca lo tuve y si fue así no me alcanza hasta esa edad los recuerdos. Con el tiempo ella quiso enseñarme a hacer mis necesidades donde debía. Supongo que cuando lo hacía en mi cuna debía limpiarlo porque dormíamos en el mismo dormitorio y no creo que le gustara compartir ese peste.

Me sentaba en la escupidera en el patio durante horas, recuerdo que hacía mucho frio. No se me ocurría jamás moverme de allí, ni llorar, ni protestar, nada. A veces se le olvidaba y otras todo lo contrario, me sentaba allí y me obligaba a comer y a cagar rápido. Todo podía durar quince minutos. Ya estaba entrenada, era capaz de comer y cagar al mismo tiempo, para que no se enfadara. Mientras ella me gritaba:

-        ¡Vamos, bruja, vamos!

Me daba algún golpe o me amenazaba con dármelo y yo rápidamente obedecía. Al terminar, nuevamente me soltaba en mi cuna y así pasaba mis días allí sola.

Procuraba dormir mucho.

No sabía caminar, nadie nunca me había puesto. No sabía hablar, nadie me hablaba. Pero sí que sabía dar la vuelta a mi colchón sin bajarme de la cuna para que mi madre no se diera cuenta de que me había meado. 

No se me ocurriría bajar, no me sostenía en pie y no sabía si sería capaz de volver antes de que ella me pillara.

¡Qué miedo!

Desde aquel colchón la escuchaba moverse por la casa. Cuando subía las escaleras temblaba de miedo, más si me había hecho caca o había vomitado, sacaba las sábanas por el hueco de los barrotes de mi cuna para intentar librarme de los golpes cuando las viera. Dormía, comía, cagaba... todo aquella cuna.

Pan duro mojado en agua era mi dieta y algunas vece sobras. Me ponía el plato sin cubiertos ni nada para que comiera, mientras me decía con mucho nerviosismo y desprecio:

-        ¡Venga, Bruja, come!

Así es como me llamaba mi madre, más adelante cuando fui creciendo y me hice mujer, cambiaría este apodo por el de Puta.


viernes, 9 de septiembre de 2016

MUCHAS FELICIDADES Y UNA PENA


En su visión de la realidad, yo soy mala. Tengo que admitir que soy drástica cuando tomo una decisión, que posiblemente me odie medio mundo por ello, sencillamente soy fría y calculadora cuando se trata de extirpar problemas. Trato de hacer todo lo posible para que no ocurra la ruptura, pero cuando sumo muchas infelicidades, atiendo a mi llamada, pienso en mí y elimino.

Juro por Dios, que aunque sea poco, sufro, pero una vez que mi corta y escasa memoria rellena el hueco, mi corazón, la verdad es que cada día es más músculo, cada día se pone menos ansioso, seguramente cada día soy más malvada, seguramente el instinto de supervivencia que dan los años me hace protegerlo así, conservándolo en hielo.

¿Cómo puedes saber si tu verdad es más o menos fiable?

Observando a tu alrededor. Vigilando la reacción de la gente cuando te ve. Contando el número de personas que te rechazaron y las que no. Si son muchos los que te dicen que no vas por el buen camino, piensa un poco. No importa las veces que les cuentes la verdad a los que aún continúan a tu lado, es tu verdad, te darán la razón.

Elévate, mira a tu alrededor y no preguntes a nadie, nada más que a ti.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

ES LO QUE HAY


HE BORRADO UN MONTÓN DE TONTERÍAS QUE HABÍA ESCRITO ...  que guardo y que supongo salen en mi subconsciente en sueños.

Bueno, la verdad es que yo no guardo muchos deseos, los cuento todos y encima se cumplen.

Ya mismo es mi cumple, me pido de deseo lo mismo de siempre:

Que mi vida siga siendo igual de divertida.

Es agotador, lo confieso, me cuesta a veces seguir mi propio ritmo, pero es divertida y si muero antes del alba, moriré dejando muchos cabos atados.

Uno de mis hijos sigue estudiando en Granada. La otra a Málaga, va a ser además de música, carpintera, lo que yo siempre quise ser. Ella se dedicará a construir y reparar instrumentos, con sus finas y delicadas manos, a mí me hubiera gustado construir cabañas como las que salían en las películas del Oeste Americano.

Los chicos, van bien, sin novedad de momento. Ya nos tocará pensar más adelante que hacemos con su vida.

La vedad es que cada día que pasa, me doy cuenta de que soy un bicho raro, en apariencia vulgar.

Hoy me preguntó una amiga de una amiga:

-          ¿Tú no te maquillas?  

-          Sí que lo hice – le dije - pero poco. ¿Hay que maquillarse mucho para que se note?

-          Claro – contestó.

Pues eso es lo que hay.

sábado, 3 de septiembre de 2016

EN TERCERA PERSONA

Desde aquel momento preciso, no pudo sonreír. Créeme que lo intentó, lo intentó con todas sus fuerzas. A veces era necesario para no asustar a los niños, pero no pudo.

Nunca supo hacerlo, sonreír.

Ningún hecho generoso de su vida, ninguna de las cosas que le ocurrían buenas le provocaba ese sentimiento positivo:  euforia, alegría, ánimo… nada.

Sabía que era bueno, lo manifestaba con palabras, se sentía bien, pero no podía expresar como los demás, con aspavientos de sus manos y gestos de la cara, que era feliz.

Poco a poco, fueron comprendiendo todos que era su gesto natural, su forma, su única piel. A nadie le hubiera gustado estar en su lugar y así lo comentaban:


-          Imagínate, te toca la lotería y te alegras pero no puedes sonreír. Te compras un coche maravilloso, con el semblante de un entierro, ayudas a tus amigos y familiares a sacar algún que otro pufo, por lo que se ponen muy contentos y se expresan con todo tipo de gestos. Tú no, tú nada.


Desde ese preciso momento, el de su nacimiento, no pudo sonreír.