miércoles, 20 de enero de 2021

EL FINAL DEL TUNEL

Comienzo a ver el final del túnel, las señales del universo que me indican que voy a descansar en paz este año. No, no es la muerte, ya quisieran mis mejores enemigos, es el verdadero descanso eterno. 

¿Esto qué quiere decir? 

¡Qué voy a ser más libre todavía, que ya es decir!

Este año cumplo 50, mis hijos 18 y la hipoteca su última cuota. 

Lo pongo con número aunque no esté bien en un texto, para que de lejos te salte a la vista. 

He cancelado las tarjetas prepago que tenían desde niños, me cobran comisión, y  he pedido una para cada uno con su propia cuenta joven donde ingresan sus becas, sin comisiones bancarias hasta los veintinueve. He conseguido una vivienda para cada uno y ayer los apunté a la autoescuela para que antes de mi 50 cumpleaños tengan su carnet de conducir. 

Son lo que quieren ser o están en el proceso teniéndolo bien claro, pero además, mis hijos son los mejores en lo suyo, mi única condición para ser su madre, que sigan formándose para que nunca sean esclavos del mercado laboral. 

Han sido libres de elegir en su vida todo absolutamente:  cuando, como y con quien, pero si por el motivo, las fuerzas les flaqueaban y mencionaban dejar de formarse, una vez intentados otros medios de persuasión como mascotas o pescozones en la nuca con todas mis fuerzas, siempre escucharon una voz que decía:

- ....llora mucho esta noche que has perdido a tu madre. 

No soportaría verlos presos y yo libre, su única opción es ser los mejores en lo que quieran ser. 

Hoy en día me siento más Maicammen que Lengua, pero no me faltan las ganas, eso también será de nacimiento. La genética barranquil mezclada con la vulnerabilidad familiar es una bomba cuando una se acerca cada día más al conocimiento que dan los años y a la muerte, que te aporta más acelero y menos miedo. 

A partir de una edad tienes que elegir ser elegante o extravagante, podéis deducir lo que he elegido. 

Llevo calzado  que no recuerdo en el año que compré, un vestido heredado de mis hijas y un abrigo de piel de perro azul que no sé de quién pudo ser, pero seguro me cae bien quien lo compró, aunque fuera de joven.  ¿De dónde habrá salido?  Ya sabéis que no compro ropa. 

Orejeras de pellejo, una flor en el pelo y un pañuelo de un pintor que me encanta. El bolso, también heredado de ante marrón con pelitos como las indias, no pega nada con los zapatos, marrón y negro ¡Qué barbaridad! 

Amarillo y azul, marrón y negro, orejeras de pelo beis y la mascarilla de mi Juanita morada y de croché. Vamos que solo llevo comprado las medias y las plantillas que voy a comprar ahora después cuando salga, que llevo muchos días diciéndolo y no lo hago.  Quiero plantillas de borreguito, estas botas ya se han mojado muchas veces con la lluvia y están un poco sueltas. 

Me viene a la mente una canción de Camilo Sesto: 

Ya no puedo más, ya no puedo más, siempre se repite la misma historia, ya no puedo más, ya no puedo más, estoy harta de rodar como una noria... 

¡EUFORIA!

¡ ALONSO ! por favor, llévate de aquí estas torrijas