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miércoles, 27 de febrero de 2019

QUATRE


Quatre se llamará, porque es cuatro en catalán. Chico o chica, la verdad, si es chico no entiendo, preferiría que fuera una chica, pero me conformo. 

Vacarisses Quatre Barranco, mi cuarto hijo cerdo, que no digo guarro, que de esos he tenido más, no digo nombres. 

Si la gente pensaba que estaba arrepentida por el inconveniente de peso que planteó mi seguna, o por la muerte prematura de mi bebé, pues estaba equivocada. 

Yo sé que ésta no va a crecer más de la cuenta, porque si no mataría al proveedor. 

Viviremos junticas como a mí me gusta, revolcaicas en mierda, como cuando era niña con la Vacarisses Original. 

Se llevará bien con mis hijogatos y con mi nietaperra y sobre todo con los hijos persona y mi nieta Nina, porque es un bebé y se quieren.  

Y voy a vivir con ella, en la cochera, en mi paraíso final.


martes, 12 de febrero de 2019

LUMI MEMA


He de confesar que estoy loca de nacimiento, solo he podido mantenerme camuflada entre vosotros porque no he tomado drogas. No os confundáis, vosotros sois los que carecéis de nuestro tornillo, no se os ha perdido nada en este mundo, debéis aprender de nosotros los locos, que somos muchos más de lo que os pensáis, algunos no alcanzan todavía el metro de altura. 

Cuando te cuente que un niño le ha quitado la goma en el cole, pregúntale todos los detalles, que te suelte su sopa que es muy gorda. 

No es una tontería, ha sentido humillación, se ha sentido invadido y dañado. Escúchale, que te lo cuente todo. Solo así te contará otras cosas no más graves pero sí más interesantes para un adulto como tú. Un niño que no habla de pequeño, no lo hace nunca.

Apaga la tele para comer. Apaga el móvil. Yo he mandado fuera de mi mesa a José Antonio con veinte años porque no paraba de usar el móvil. ¡Apaga la tele! ¡apaga el móvil! la comida es sagrada, a cara descubierta y tarda en masticar que te esperen. 

Es el filtro diario. 

Que cocine para ti, mal o bien, no importa, que te alimente que es un actor de amor.   Que se suena los mocos con la manga y sigue con lo que está haciendo, te alegras, son defensas naturales, no lo digo yo, lo dice mi cuñada Ana, que es naturalista y dice que hay muchos jarabes naturales basados en el moco.

Lo más importante, es que lo hagas de corazón, ellos notan cuando finges. Ellos se dan cuenta de que te importa una mierda lo de la goma y ¿qué pasará? Dejarán de hablarte.

Los castigos han de ser físicos, ¡no hables tanto! que suban y bajen escaleras, ejercicio físico, un saco de boxeo tengo yo también, un castigo que teníamos era golpear 100 veces el saco. Lo malo es que algunos, más listos que otros daban golpes de tambor, percusionistas de los finos y otros casi se partían el cuello en los 10 primeros golpetazos. 

- Entra de nuevo en mi cuarto cuando estés mejor.

Anda que no han escuchado eso mis hijos veces. Sácalo de allí cuando venga con ganas de pelea que cuente diez y vuelva. 

¿Vuelve a entrar mal? vuelve a salir y así sucesivamente.

Repetitivo, como los locos. 

Subir y bajar otra vez las escaleras, la silla de pensar. Es muy divertido, deja que infrinja la norma, que haga trampas, que busque juguetes para volver corriendo a la silla, no importa, hazte la loca, que al final se quedará en la silla solo porque está a tu lado. 

No emitas demasiado interés, tu niño es uno más de todos los niños del mundo, interésate por sus amigos del cole, no permitas que se sienta el centro de tu universo.

Tienes que crecer tú como persona para que ellos sigan creciendo.

Tú más. 

Las artes, no te preocupes tanto por los conocimientos, las calificaciones y no permitas que no se haga un artista. Hay muchas disciplinas, busca la que más se acerque a él y apúntalo, acompáñalo, comparte.

No muestres debilidad, si hay que trabajar, trabaja más que nadie, si hay que limpiar, limpia con ellos y si no quieres que se droguen, no te drogues delante de ellos pierdes autoridad, pierdes credibilidad y sobre todo, tus argumentos no se sostienen si los hechos son contradictorios.

- Cómete las lentejas – le decía a su hija una mamá que conocí.
- ¿Y tu? – le dije.
- No me gustan- me contestó sin que la niña la escuchara.

Se creen que la policía es tonta. Se creen que no atan cabos. Piensan que pueden engañarlos y los seres humanos en crecimiento son capaces de aprender miles de conceptos y palabras distintas en sus primeros años de vida, su nivel de aprendizaje es mucho mayor que el de cualquier ser humano adulto, solo queréis tapar el sol con un dedo.

Todos los ejemplos valen, los buenos y los malos. Un ejemplo a seguir no tiene porque ser un buen ejemplo. Es una frase que tiene doble filo. Para nosotros un ejemplo a seguir puede ser una persona que no beba, no fume, haga deporte… para ellos, es un matao. 

Ellos tienen de ejemplos a seguir muchos referentes en internet, entre sus amigos, en el colegio… pero el mayor referente siempre serás tú, su progenitora. Después tú, su hermano mayor. Después tú, su abuelo. Siempre funciona de forma ascendente porque por debajo sería un retroceso que nadie está dispuesto a seguir.

¡Error! ¡guorning! 

Muchos ejemplos los tenemos por debajo, yo siempre he aprendido de los niños, cuanto más pequeños más puros, cuanto más aprendas de donde sea, más conocimientos. 

Como decía mi abuela Dolores:

- Niña tú pregunta, que aunque parezcas tonta, al final sabrás más que nadie. 

La psiquis es algo tan maravilloso, que puede que un ser humano que apenas cuenta con días te enseñe cosas que jamás serás capaz de aprender. Todos hemos visto en internet imágenes sorprendentes que vienen de los más pequeños, artistas que nacen, todos conocemos la vida de los grandes músicos, su infancia es muy importante de estudiar y son ejemplos a tener en cuenta, ya seguir o no seguir, esa es otra cuestión.

Cada uno que elija su camino, no puedes conducir a tu hijo como si fuera un roborcito teledirigido, solo puedes allanar el camino, tirarle objetos para que observe, escucharlo, y hacer que crezca y aprenda en libertad.

La libertad es lo más importante, si no le enseñas a gestionarla desde muy joven, tendrás que ser su carcelero cuando sea mayor. 

Yo he dejado que Blanca se queme un dedo. Si, si, llámame mala madre. Después de mucho rato diciéndole que el lumigas quemaba, ella volvía como los locos, que son eso, personas que repiten porque están aprendiendo y no les convences, después de responder durante horas a la misma pregunta:
-          ¿Mema?
-          Si, quema.
-          Mamá, ¿mema?
-          Si, Blanca, quema.

¿Qué madre en su sano juicio permite que un bebé de pañal se acerque una y otra vez peligrosamente con su dedito a ese objeto luminoso y peligroso?

Esta que lo es, que está loca porque aprendió mucho de los locos bajitos. Mientras le ponía hielo en su dedito, Blanca soplaba y soplaba,  nunca lloró con el dolor por mucho daño que se hiciera.

Me miraba y me decía repetidas veces:

-          Mami, lumi, mema, lumi, mema, mami, mami, lumi mema.

lunes, 11 de marzo de 2013

MAMÁ ¿QUÉ LE PASA A PATO?

El tío la vara, el cansino histórico, la Blasa y la vieja el visillo, todo en una niña de nueve años, que para más información, mi amiga “la Fea” dice que es igual que yo.

Yo también fui una hermana odiada por mis hermanos. ¿Por qué?

No les dejaba salir de casa los sábados hasta que no hicieran sus camas y recogieran su cuarto. Después me tocaba a mi el mía y el resto de la casa. Mi madre trabajaba limpiando por horas las casas de otros niños y niñas. La verdad que no entendía muy bien, si esas madres no trabajaban porqué no limpiaban ellas solas sus propias casas, pero así es la vida de cruel.  

¿Como puede una niña pequeña, conseguir que tres hermanos mayores que ella, le hagan caso? Cerrando la casa con llave y encerrándose en el baño.

¿Qué hacían ellos cuando me pillaban? me encerraban en el balcón y se iban a jugar a la plazoleta.

¿Qué hacía yo? Saltaba por el cierre de mi vecina del primero, “la Lola”, picaba la puerta de la vecina del segundo A, caminaba por la viga que hay entre los tendederos y entraba por la ventana de la cocina. Y así sucesivamente.

¡Qué le vamos ha hacer nena, somos odiosas!

Ya te tengo dicho mil veces, que no le busques la ropa a tu hermano por la mañana, que no le limpies las gafas, que no le hagas la cama, que no lo vistas, entre otras cosas porque tiene tu misma edad. Te he visto ponerle los calzoncillos y los calcetines desde que aprendiste tú, ¡pero ya tiene nueve años nena! No sabe atarse los cordones, se pone y quita las zapatillas sin hacerlo, y te busca cuando se le desatan.

Si, ya se que es muy inútil el Gitano, y que te pone muy nerviosa porque no sabe, y que además te hace ojitos y te ríes y te puede con su encanto.

Mis hermanos mellizos eran un año mayores que yo, supuestamente, y también opinaba lo mismo que tú, que eran unos inútiles.

Y es que a mi niña le gusta mimar y proteger a todos los que la rodean, y se preocupa por ellos, por eso mira tras las cortinas, y me recuerda las cosas que hacen mal, para que yo les regañe y los eduque como Dios manda.

Por si se me olvida, me recuerda en cada momento quien está castigado y porqué.

Y es que mi niña, ama y protege a todos los seres vivos. Abraza con energía desde pequeña a todo el mundo. A mí a veces me da corte, porque no conoce a la gente y le da besos y abrazos. Es así de cariñosa. No escarmienta, eso que una vez abrazó a su amigo Pato más de la cuenta y se le quedó la cabeza colgandera.

-          Mamá que le ha pasao a Pato – dijo.

Con una mano sujetaba el cuerpo de pato, que estaba bastante relajado. Con la otra mano sujetaba su cabeza por detrás, y la giraba a izquierda y derecha, muy rápidamente. Pero cuando le soltaba la cabeza, se le caía.

-          Se ha muerto un poco – le dije.

La reacción de la niña fue tan escandalosa como sorprendente. Ella no lo sabía, pensaba que estaba durmiendo o un poco chalao. 

-          ¡Nooooo! ¡Pato no está muertooooooo! – decía con su voz de Aretha Franklin.

La niña tiene una voz indescriptible. Su tito le dice desde muy pequeña que es, “la niña que se tragó la garganta de un adulto”. No ha sido melonera como yo, pero quizás en el conservatorio quieran educarla. Una vez desde la cocina, la escuché cantar en ispaniglis a gritos en la calle, a tres plantas de mi ventana. Era ella, Aretha, estaba allí mismo, conmigo en la cocina.

Ver a la niña gritando, negando lo evidente me produjo mucha risa. Yo me río cada vez que me pongo nerviosa, a ella le pasa lo mismo y eso suele dar rabia a los que nos rodean. No nos comprenden.

En ocasiones tengo sentimientos para los animales, pero Pato llevaba en casa pocos días para que a mi duro corazón le hubiera podido hacer efecto.

Yo, intentaba disimular todo lo que podía la risa, para no parecer cruel, pero la niña se dio cuenta, y más gritaba, y más negaba y más rabiaba.

-          Mamá, no te rías, es mentira ¿Verdad? ¡a que no está muerto, a que no se ha muerto!– decía entre sollozos y gritos desconsolados.

Me seguían produciendo mucha risa sus gritos.A más gritaba, más me reía yo. Sujetando la cabeza del pato por detrás, lo miraba a los ojos a ver si podía encontrar explicación a todo aquello. Solo tenía tres o cuatro años, era la primera vez que se encontraba con la muerte tan de cerca. 

Yo agachada a su lado, intentando abrazarla y consolarla sin que me diera risa y ella enseñándome a Pato, poníendome el pico entre ceja y ceja, para que le confirmara mis sospechas,  como si yo pudiera hacerle un escáner celebrar a para asegurarnos de que estaba muerto realmente.  

-          ¡ Nooo! mamá, no se ha muerto pato, mira, mira – giraba la cabeza a los lados buscando sangre o alguna evidencia -  ¡cómo se va a morir pato, que no está muerto! -  protestaba  con tanta fuerza y rabia, que tuve que negarlo.  

Le quité corriendo a pato de la mano, y le dije:

-          No espera, ¡está vivo, está vivo! aún le queda un poco de vida, vamos a llevarlo al hospital.

Y corriendo salí a la calle, a llevar a pato a casa de mi vecina, que lo tirara a la basura.

Luego al volver a casa los pocos minutos más tarde:

-          Han conseguido salvarlo, pero está muy malito, no te preocupes, se salvará.

Adela respiró con alivio. No tuvo admitir la muerte tan inmediatamente, necesitaba su tiempo. Al día siguiente me preguntaba y llamábamos al hospital a preguntar.

-          Dicen que lo tienen que operar a vida o muerte, que nos esperemos lo peor, pero que a lo mejor se salva.

Pasaron los días y la niña que no se olvidaba de Pato. Ya no me preguntaba tan seguido, pero no creas que se le olvida fácil las cosas a esta niña.

Un día, después de mucho tiempo, paseando por un mercadillo vio un puesto de patillos, y me miró sorprendida, aspiró aire y me dijo muy indignada.

-          Mamá, ¿y Pato?
-          ¿Tú te acuerdas que lo operamos a vida o muerte?
-          Si.
-          Pues le tocó muerte.

Puso cara de tristeza unos segundos, la verdad se le notó un poco la sobreactuación, ¿ya te he contado que es muy teatral mi niña? Como yo. Después le volvió la crueldad natural que tienen todos los niños en lo que respecta a la muerte.

-          ¿Me compras otro?
-          No.
-          Vale.

No insistió mucho, en el fondo no lo quería, era pedir por pedir.

Es muy escandalosa y teatral, que le vamos ha hacer. Mira su hermano, también durmió una vez un canario, pero fue mucho más discreto. Se acercó a mí mientras fregaba los platos en la cocina, me tiró de la ropa para llamar mi atención y me lo enseño dormido en su mano.

-          ¿Se ha dormido?
-          Si – contestó rápidamente.
-          Pues ya está, dame que lo lleve a la cama.

Bajó la cabeza y no preguntó. Estaba apunto de llorar, pero no le gusta demostrar debilidad. Otra vez, un gorrión. También se murió un poco, pero antes de que se dieran cuenta, lo cogí de la caja, hice como que volaba por la habitación y lo tiré rápidamente al solar que tengo al lado por la ventana diciendo:

-          Mira, mira se ha volado, ha vuelto con su mamá.

Y así pasaron por mi casa, muchos animales. Cuando una se hace madre, se asalvaja bastante con la muerte de los bichos. Solo sufre si ellos sufren, pero es por dolor ajeno.

martes, 12 de febrero de 2013

PERRA LADRADORA



Yo quiero que se vayan, que se echen novios o novias que los vuelvan locos y no me llamen. Anoche a las once de la noche, mientras una hacía deberes a los pies de mi cama, sin dejarme ni que estirara las piernas, el otro churreteaba mi FACE al filillo de la misma. Mira que se lo pongo difícil, pero él se agarra para no caerse. Conocen a mis amigos, les gusta decirles cosas:

-          ¿Está fulanico mamá? Dile que …

Yo les grito para que me dejen en paz, pero me tocan el pelo para que me calme. No puedo dejar que me abracen un segundo, si bajo la guardia estoy perdía. Anoche tenía tres en lo alto, dando besos y abrazos, y yo solo podía convulsionar para que me dejaran un poco descansar de ellos.

Me siento en una silla habitualmente, cuando lo hago en el sofá, poco a poco comienza a aumentar la densidad de población del mismo. Pueden estar vacíos los demás, pero es que el mío es el más cómodo. Lo he comprobado, me coloco en uno que está viejo y cochambroso, y da igual, me persiguen.

El otro día vino a casa un amigo, teníamos ganas de hablar de nuestras cosas, cosas de adultos. Y ellos embobaos mirándonos sin abrir la boca para no interrumpirnos. A gritos tuve que espantarlos.

Al principio Ángel me miraba sorprendido pensando ¡Qué mala madre! Pero poco a poco los va conociendo ¡no veas como comen! ¡no veas lo cariñoso que son! ¡no veas lo cagaos! ¡no veas lo grande que es mi casa y el miedo que da estar en otra habitación donde no esté yo! Se los voy a mandar a su casa cuando esté triste.

Me acostumbré a cagar con ellos hablándome, eso ya no molesta, a ducharme diciendo:

-          ¡Me estooooyy duchando!


Encima se me quejan porque a veces, solo a veces, huele mal. En la mayoría de los casos huele a rosas, que tengo el culo amaestrado, pero no siempre.

A ellos no les importa, siempre que sea por “quererme” un poquito. Se que lo hacen de forma natural, es un vicio que tienen desde chicos. Yo tengo la culpa, cuando todas las abuelas me aconsejaban que no me metiera con ellos en la cama, yo pensaba, joder si cuando tengan veinte años no les va a gustar que lo haga, yo aprovecho. Pero es que algunos van teniendo ya sus añicos como mi niña mayor y anoche se tumbó a mi lado después de las once.  

-          Nena, un poquito de intimidad – le digo.

Me contestó que se aburría y siguió con su larga lista de cosas que le pasaron ese día. Yo a veces no la escucho, lo confieso, pero es que la quiero mucho pero habla más que yo. Aunque también es tímida con los desconocidos, como yo.

Me gusta ser su reina pero a veces agota, me gusta cuando aplauden porque le eché sal a la sopa, me gusta cuando me agradecen las cosas como yo enseñé a agradecer:

-          ¿Qué se dice?
-          Te quiero mami, te quiero, está muy rico… es muy chulo… me has pelado muy bien…
-          ¡Aplausos! – tengo que regañar a mi mayor porque a veces no me aplaude, pero la verdad que tener ya casi diecisiete años y aplaudir mientras tu madre hace reverencias como si estuviera en un gran escenario, tiene su mérito.

Es como a pedir, les enseñé diciendo “compartir”. En lugar de “Dame” desde chicos dicen, “compartir, compartir”. Cada día comparten menos, incluso se cobran por las cosas. Las clases de piano están a un euro la hora, los mandaos y robos de tabaco cincuenta céntimos… yo lo se todo, si me están leyendo, que lo sepan.

Así es mi vida real. Por mucho que yo ande todo el día hablando de sexo, pensando a los miles de millones de hombres que meteré en mi cama, la verdad es que no hay sitio para nadie más. Mi manta del polo, que es una manta de pelo artificial que me he comprado, es muy sexi, pero llena de niños cambia un poco la cosa.

No te asustes cuando amenace con comerte o follarte vivo, perra ladradora …

viernes, 24 de agosto de 2012

GUERREROS SELEUGIM

Andaba menguando el guerrero. Su tristeza y su rabia lo consumía. Dibujó un círculo en la tierra y se sentó a pensar. Pasaron las horas e incluso días y su cuerpo se agotaba por la falta de agua y alimento. Pero no paró de pensar. Se miraba a si mismo, lamentaba la fuerza perdida, añoraba su alegría arrebatada por la vida.

Así pasaron los días en aquella misma posición. Hasta que un día se acercó un niño a curiosear. El círculo era pequeño y se sentó fuera de él. Comenzó a mirarle con sus grandes ojos negros. La piel tersa y joven de aquel niño y su alegre y chispeante mirada, contrastaba con la cara llena de arrugas por la deshidratación y los tristes ojos del guerrero.

No cruzaron palabra. Pasaron horas juntos mirando al suelo. El niño, nervioso comenzó a cantar.




Resonaban en su memoria aquellas notas. Muchas veces las cantó de niño. Su pensamiento comenzó a alejarse de la pena y durante esos momentos que pasaban juntos se olvidaba de todo, descansaba en paz.

Un día el niño se sentó a cantar y comenzó a tocar sus ropas, sus abalorios, comenzó ha hacer preguntas que no recibían respuesta. Le arrimó agua y comida pensando que tendría hambre y la boca seca, por eso no hablaba. Le obligo a comer y a no extinguirse.

Le obligo a mirar hacia arriba y a retirar sus ojos del suelo y de si mismo. Así pasaron los días obligado por su fiel amigo a no pensar. Incansable continuaba preguntando, revisando su cara, sus ropas, sus pies, todo era objeto de su curiosidad.

Al no recibir respuestas comenzó a golpearle en el pecho, en la cabeza, en el hombro.

Sin mediar palabra el guerrero se levantó y cogió un palo.

Asustado metió la cabeza entre las piernas, esperando las represalias. El guerrero trazó un círculo en la tierra más grande que el anterior y se sentó dentro junto a él.

Ese día comenzaron a hablar.

Pasaron muchos días juntos. Despertaron el interés de los miembros de la tribu, que se sentaban alrededor del círculo atraídos por las enseñanzas del guerrero a su pupilo y por las canciones que entonaba el niño. No permitía ser acompañado por el guerrero, era sabio pero peor cantor.

A veces cantaba solo, a veces comían juntos y se reían e incluso luchaban, siempre dentro del círculo, sin mirar a nadie más.

Un día se sentó a mirarlos curiosa una india loca, que no podía creer que lo que le habían contado. Todos temían cruzar el círculo, pero ella juguetona y risueña, comenzó a tirarles cosas: una flor, una piedra, un adorno de su pelo.

Hasta ese momento no se habían percatado de la gente que había fuera. Los veían pero los ignoraban. Molestos por la india inquieta, comenzaron a buscarla cada día, esperando sus travesuras.  

Un día lanzaron un desafío, preguntaron en voz alta ¿ quién osaba perturbar su paz  ?  retándola a dar la cara. Eran valientes, estaban fuertes, juntos y muy recuperados, pero no contaron con la valentía ajena, y tras preguntar quien era capaz de cruzar la línea, de entre aquellas gentes salió la india cansina y listilla que siempre se metía con ellos. Con un palo en la mano se colocó al filo de su círculo, con las piernas abiertas y gesto desafiante, los miró de arriba a bajo, dio una vuelta a su círculo amenazando con entrar varias veces, acercó su cara al niño y le sonrió, se acercó al guerrero y le alzó una ceja, soltó el aliento por su nariz invadiendo el círculo  a través del aire, alzó su palo sin que el guerrero moviera un solo músculo en señal de defensa o cobardía.

Le dio la espalda mirando a su pueblo, se alejó unos metros y comenzó a dibujar un círculo más grande que los acogía a todos. Hecho esto, se acercó al guerrero y sin mirar al suelo pisoteó y difuminó su círculo con sus pies descalzos.

Mirándole desafiante de dijo:

Un guerrero que establece un círculo a su alrededor para mirar su pena y no la de su pueblo, no es un guerrero.

Un guerrero que hace un círculo mayor para proteger a su familia, puedes llegar a serlo.

Un guerrero que establece un círculo para proteger a su pueblo es un buen guerrero.

Aspiramos a que seas un gran guerrero, y que tu círculo no lo alcance la vista.  

martes, 13 de marzo de 2012

YO PREFIERO SER INVENCIBLE

Conversación mañanera con el Gitano Branco, a los siete años de edad.

-         La gente que no tiene corazón es invencible, como en la peli de “Jack esparragou”, el pirata que no tiene corazón, que lo tiene escondido es invencible.
-         Pero no lo quiere nadie.
-         No, no tiene sentimientos pero es invencible.
-         Yo prefiero ser vencible y que me quieran. Poder quererte a ti.
-         Yo no, yo, invencible.
-         Pero no puedes querer a nadie.
-         No.
-         Ni que te quieran.
-         No. Pero si no saben que no tengo corazón … 

Después se ha pedido para su cuarto un poster o si no cojín.

lunes, 6 de febrero de 2012

MI CISNE

Cuando tu hija no comprende la utilidad de las letras, líneas curvas negras.

Cuando va por las vocales mientras los demás pasaron al segundo libro de lectura… te duele.

Buscas alternativas a las tradicionales para hacerles entender, dibujos, plastilina, música y otros métodos, pero no consigues nada, te duele.

Cuando su primer profesor de música, en su primera evaluación, no solo la suspende sino que además te pide encarecidamente que abandones, a pesar de lo mucho que le gusta a ella, te duele.

Cuando solo le quedan tres asignaturas, mate, lengua y cono, y te lo dicen con cara sonriente porque tú le has enseñado que no tiene importancia.

Cuando quiere y no puede, te duele.

Cuando todos se ríen de ella en el cole y llega llorando porque le dijeron gorda, le tiraron del pelo y fue el centro de las mofas de sus compañeros, te duele.

Cuando todos se aburren si no están ellas para reírse.

Cuando ves tu reflejo en un espejo.

Cuando pasa todo eso y pasa el tiempo.

Llega nuestra virtud para salvarnos de ellos, la cabezonería, la fuerza para aguantar golpes y sonreír, la insistencia de un loco, los oídos sordos, y al final por fin…

Hoy mi cisne tocó para mí, vi la frustración en las caras de los que se reían de ella.

Lo siento, su frustración fue mi satisfacción.

Hoy fue como ganar una carrera empujando mi bólido
gracias al descuido de los demás pilotos.


martes, 31 de enero de 2012

ESCÚCHALOS

Ese día recibió el regaño de mamá.

- ¿Por qué llegas tan tarde del cole? Me tenías preocupada, ¿dónde has estado?
- He visitado al abuelo – contestó.

Se quedó fría. Su padre llevaba varios años muerto. Comenzó a sentir el escalofrío que siempre sentía cuando le pasaban esas cosas. No podía ser. Su hijo no podía ver como ella, cosas que otros no ven. No quiso continuar y siguió con sus obligaciones.

Pasaron los días y el niño seguía hablando de su abuelo. Le comentaba cosas que hacían juntos, el cariño tan grande que le tenía y los juegos que hacían. Era imposible, tanto que comenzó ha hacer oídos sordos.

Los niños jugaban en la calle como antaño, era un barrio viejo y allí no existía el peligro de los coches. Muchas veces lo llamó a gritos por la ventana para cenar y no contestaba. Cuando acudía, siempre la misma escusa. El abuelo, que me ha invitado a merendar. Ya no tengo hambre, he cenado con el abuelo… y así, el abuelo se convirtió en su amigo imaginario, lo que le producía tanta grima, que comenzó a no hacer caso a sus comentarios. No tenían sentido sus palabras y además tenía miedo.

- Hoy se enfadó el abuelo y me ha pegado - puso de escusa un día, que traía un morado el brazo.

Poco a poco, con el paso del tiempo, comenzó a volverse un niño extraño. Rompía violentamente sus juguetes, y siempre le echaba la culpa al abuelo. Hablaba solo en su cuarto, manteniendo conversaciones con su supuesto amigo imaginario.

Ya no quería bajar a jugar, ya no quería ir solo al cole. Comenzó a tomarle miedo a cosas a las que desde niño, nunca tuvo. La oscuridad, el agua. Comenzó a orinarse en la cama y a no querer dormir solo.

Ella sabía cual era el problema de su hijo. Había comenzado a sentir como ella, que alguien nos rodeaba y necesitaba ayuda. Había intentado en vano hablar con él, contarle que ella sentía lo mismo, que comenzó de pequeña como él.

Pero cada día estaba más encerrado en si mismo, casi no hablaba. Hasta que aquella mañana, al salir del trabajo, sintió un gran golpe en su pecho.

¡Había olvidado recogerlo!

Corrió hasta el colegio, no estaba. Siguió la ruta que el utilizaba sin éxito. Volvió de nuevo al colegio, hasta que al final, decidió ir a casa, era el único sitio donde podía estar.

Al llegar, no lo encontró. Salió en su busca por el barrio, llamó a todos los vecinos, todos corrieron a buscarlo. Algo había ocurrido, no aparecía. Pasaron las horas y no aparecía. Avisaron a la policía que comenzó la búsqueda. Los reproches asaltaban su cabeza: “debí haber hecho … no tenía que haber … “

Hasta que sonó el móvil y la voz de una amiga le dijo: ¡está aquí!

Llegó a su casa, con la ropa manchada de sangre, un corte en el labio, demacrado y con los ojos perdidos. No quiso tomar nada. No quiso hablar. Solo miraba la pantalla de la televisión sin mover ni un solo músculo de su cuerpo.

El revuelo en la casa era grande, pero él no atendía a ningún estímulo. Médicos, policía, su familia y amigos. Todos intentaban sacarlo de ese estado sin éxito.

Le arroparon con una manta. Intentaron abrazarle, pero no quiso. Apartaba a todo el que se acercaba a él, sin ni tan siquiera mirarlo. No importaba quien fuera, solo que no lo rozara.

Y en la tele los dibujos, dieron paso a las noticias. Y entre muchas cosas que pasaron ese día, una entre todas, una se escucha clara y nítida:

“ … la policía consigue desmantelar una red de pederastia en la ciudad. Se requisan videos y fotografías de niños desde muy corta edad. Entre los imputados destacan, varios miembros de la policía, maestros y personal sanitario. Todo se destapó a raíz de la denuncia de unos padres contra un trabajador de los servicios sociales de la ciudad, que engañaba a los niños, haciéndose pasar por su abuelo”.


miércoles, 25 de enero de 2012

BALDOSAS CONTRAPEADAS

Érase una vez una bailarina, que caminaba por un camino de baldosas unidas en aparejo contrapeado. Se encontraba una baldosa central y a continuación dos baldosas unidas por una yaga que coincidía con el centro de la primera baldosa.

Y así caminaba contenta, saltaba en la punta de su pie izquierdo, y el siguiente paso bajaba y subía en plié y en relevé. Saltaba con la puntera de su pie derecho, y otra vez de nuevo plié y relevé. La siguiente baldosa una vuelta, plié y relevé, la siguiente un gran salto con vuelta doble y una gran sonrisa para el público, plié y relevé.

Y así caminaba feliz por su ciudad.

Plié y relevé, vuelta, salto, plié y relevé, vuelta del revés, salto sobre dos pies, plié y relevé…

Al principio la gente la miraba sorprendida y la tomaban por loca. Nadie se extrañaba de los corredores serios, con cascos de música que miraban al suelo a cada paso. Siempre entrenaban en su ciudad. Pero ella era bailarina, no corredora.

Cada mañana hacía sus entrenamientos, hasta que un día, al colocar sus dos pies en plié, una de las baldosas se movió y le saltó agua sucia de la lluvia sobre su otra pierna. Le manchó sus medias blancas, y se quedó quieta y contrariada.

Tenía miedo de continuar su juego, pero necesitaba ese entrenamiento diario.

Apoyada en sus dos pies, no se quería mover.

Poco a poco, fue levantando el pié de la baldosa estropeada, y se mantenía de puntillas en la otra, con una pierna elevada y con miedo a continuar. Tenía miedo de pisar fuerte aquella baldosa, por si también estaba suelta y al final caía al suelo. Hasta que de pronto, la baldosa le habló:

“Puedes pisar fuerte, soy firme y resistente” – le dijo la baldosa que sujetaba su peso mientras la miraba sonriente desde abajo – “salta sobre mi, no tengas miedo, cada mañana te veo y te espero, que vengas a saltar sobre mi. Yo no tengo agua sucia de aguacero”.

La bailarina, miedosa, intentó colocar de nuevo los dos pies  en las dos baldosas. Pero de otra vez la baldosa estropeada escupía agua, y se tambaleaba. Finalmente y poco a poco, colocó sus dos pies sobre la baldosa fuerte y sonriente.

¡Que feliz!, la miraba y le hablaba, de lo mucho que le gustaba, de lo bien que le parecía todo, de cómo le alegraba cada mañana verla pasar, y de cómo la esperaba durante el resto del día y la noche, con la esperanza de verla de nuevo a la mañana siguiente.

“Si tu eres feliz bailando, baila, ven acércate”.

“No, para qué si estoy bien”.

“Vale” – esperó sonriendo de nuevo.

La bailarina tenía miedo de continuar su camino. Y allí se quedó, con su baldosa sonriente un rato. Comenzó a cansarse, y se sentó sobre ella.

“¿Y si zapateo flamenco sobre ti, que pasa?” – le preguntó amenazante.

“Si lo haces, te entiendo. Y si así descargas rabia y arte, te miro, te espero, aquí metida en mi agujero, pero sin agua sucia de aguacero”.

Y así pasaron los días, y la bailarina comenzó a reír, se ponía de rodillas, en cuclillas y en posición de india, y pasaban las horas hablando, riendo y escuchando. Y poco a poco se miraron a los ojos, y poco a poco acercaron sus labios, y la bailarina, de rodillas, acercó su cara hasta abajo, abrió muy grandes sus ojos y descubrió el secreto de aquella baldosa…

¡Era una baldosa payaso!


“Debes continuar bailando” – le dijo – “debes continuar tu camino, yo estaré aquí esperando para cuando vuelvas a casa, pero sigue saltando y blincando, que no todas las baldosas, tienen agua sucia debajo”.

Y la bailarina así lo hizo, cambió su dirección, y en esa dirección las baldosas, ya no estaban contrapeadas, sino en línea, por lo que los saltos que daba eran en punta izquierda y derecha, izquierda y derecha, izquierda y derecha …  

Izquierda, vuelta, derecha, salto, plié sobre esta baldosa, delevé sobre la otra, izquierda, derecha, izquierda, salto. Descanso.

Y así caminó en la vida, más deprisa que antes y recorrió largos caminos, sin ni siquiera cansarse.

Pero siempre volvía por la tarde, a buscar a su baldosa, a pasar la noche en vela, riendo, hablando, escuchando y amando.

Porque hay que amar y caminar, aunque a veces salga mal.

Desde entonces en esa ciudad, se ven corredores y corredoras, sonrientes cuando ven pasar a bailarinas y bailaoras… y bailaoreas, claro. Porque también entrenan a diario bailaoras de flamenco, que para algo ese camino en Andalucía está hecho.

En todas las ciudades, hay baldosas colocadas en aparejo contrapeado, puedes jugar con ellas, puedes ser bailarina o soldado, puedes ser un gran león que pone posición de acecho en una, y de ataque en las otras;  pero sobre todo no debes pensar que te miran.

No te ve nadie, y si miran que miren, y si dicen que digan, pero tu se feliz y diviértete en la vida. Y si ya estás un poco adulto y acompañas a tu hijo al colegio, no te olvides de este juego que te estoy proponiendo.

martes, 24 de enero de 2012

LAGARTA, LAGARTA

En el jardín del Hamman al-Walad , los baños del niño, había un estanque artificial, donde se acumulaba el agua de desecho de aquellos baños, antes de que la tierra se hiciera cargo de ella.

Cada mañana se recebaba la charca, tras la limpieza de los baños. Todo estaba listo al medio día para los bañistas.

Hasta bien entrada la noche continuaba la actividad y a la mañana siguiente vuelta a empezar. Esa charca no era igual que las demás, su agua perfumada con tomillo y romero, la hicieron especial, mágica.

En los balcones de los baños, ondeaban como banderas de la paz multitud de paños blancos que se utilizaban para atender a los clientes, uno para cubrirse las partes vergonzosas, ciñéndoselo a la cintura, y el otro para la cabeza a modo de turbante.

Alineados en sus ventanas los chapines.

Eran sandalias de madera o corcho imprescindibles para no quemarse los pies que les protegía del calor que el pavimento desprendía al estar sobre una cámara de aire que recibía el calor de las calderas.

Pocos eran los que se no avergonzaban de exhibir sus vergüenzas y paño al hombro, hacían su recorrido por los baños.

Primero la sala central, muy caliente y saturada de vapor. Allí se tendían en sus tarimas especiales para sudar en reposo mientras eran atendidos por los bañeros. Las esclavas favorecían la sudoración mediante masajes.

Después pasaban a la sala más caliente. La que se encontraba más cerca de la caldera y el horno. En cuclillas, eran enjabonados de pies a cabeza por las esclavas o por empleados del local. Con abundante espuma que finalmente aclaraban lazándole gran cantidad de agua muy caliente, con recipientes de madera resistentes a la transmisión de calor, levantando esta lluvia gran cantidad de vapor al caer al suelo caliente.

Después volvían  a la sala templada para reposar y reponerse, de esta parte tan importante del ritual del baño. De nuevo recibían expertos masajes para volver más tarde a la sala caliente a tomar una nueva ducha, esta vez de agua bien fría y regresar a la sala central a reposar y tomar nuevos masajes reactivos acompañados de aceites y perfumes, dependiendo de la bolsa del cliente.

Ya reconfortado, el bañista se envolvía en un albornoz de algodón, quedando en reposo en la sala central. La ligereza de su cuerpo y de su alma, lo desinhibía y quedaban un rato charlando de religión, de política o sobre los chascarrillos de la vecindad, e incluso algunos cenaban acompañados de este maravilloso ambiente.

En aquel mismo emplazamiento, existían unas termas que pertenecían a los romanos, donde cabía la posibilidad de inmersión e incluso de nadar en agua fría y caliente.  Pero a sus nuevos clientes les parecía innoble cubrir su cuerpo con agua que había sido utilizada por otra persona. Los baños de vapor eran más purificadores.

En aquel jardín vivía una joven rana que caminaba agachada a saltos por su estanque. Cada vez que quería transportar su cuerpo, tenía que hacer un gran esfuerzo arrastrando su gran barrigón, con ayuda de unas patas delgadísimas.

Cada vez que quería coger algo, no podía por culpa de sus manecillas inútiles.

Cansada de la vida que llevaba, arrastrando ese gran peso, saltando solo pequeñas distancias y con un gran esfuerzo, la rana comenzó a hacer ejercicio. Primero con sus bracitos, que colgaba de una rama dejando caer todo su peso sobre ellos. Podía quedarse colgada allí horas, incluso días. Poco a poco sus brazos se fueron desarrollando, alargando. Ella observaba a otras ranas del lugar y no solo tenían los brazos pequeñitos y débiles, incluso algunas los habían perdido.

Trabajó sus abdominales y consiguió que su cintura fuera la más estrecha. Sus piernas a su vez comenzaran a estirarse. Levantó su cabeza, caminó erguida. Le gustaba.

La gente la saludaba con sorpresa:

- ¿Cómo ha podido?

- ¡ Qué tipo tiene señora rana!

Tanto esfuerzo mereció la pena y comenzó a sonreír.

Cada vez más alegre, estiraba sus brazos hacia arriba cuando se despertaba por la mañana en su charca. Su espalda crujía y eso le producía una gran relajación. Caminaba con estilos diferentes. Con sensualidad como aquellas esclavas que atendían en los baños y que tantas veces las vio caminar por sus balcones o paso militar como las tropas que en ocasiones pasaban por su charca.

Todo transcurría bien, pero poco a poco, la gente comenzó a preocuparse por ella:

-          ¿Qué le ha pasado? Eso no debe ser bueno. Ha perdido mucho peso. Dicen que habla sola, dicen que canta y baila como si nadie la viera. Ha perdido la cabeza.

Cuando saltaba, a duras penas, en su charca con gran esfuerzo y trabajo, nadie se preocupaba por ella. Todo era normal, había que tener resignación con la vida que nos tocaba jugar a cada uno. Incluso la compadecían, pero al mismo tiempo nadie la ayudaba.

En aquel tiempo, el trabajo era agotador y el esfuerzo de mover sus carnes enorme. Nadie dijo nada. Ahora todos eran sus amigos, todos se preocupaban por ella y todos querían ayudar. Ayudarla a volver a la cordura. Ayudarla a volver a su estanque y a que no hiciera locuras.

-          Señora rana, usted debe dedicarse a sus renacuajos. Debe echar más formalidad. No tiene edad para esas niñerías. No puede llevar esa vida tan rara, no es sano.

Todo el mundo se preocupaba e intentaba ayudarla en aquellos momentos tan difíciles.

Comenzó a salir de su charca y a pasear por el barrio.

Descubrió lugares maravillosos que hasta ese día eran desconocidos para ella. Era una extraña en su propia ciudad, nadie la conocía a pesar de llevar toda la vida allí.

Cada vez que la paraba un vecino del barrio, le preguntaba porqué caminaba erguida y le aconsejaba volver a su forma natural de vida. Ella escuchaba pacientemente, mientras su espalda se le secaba al sol. Mientras le hablaban le caía lluvia en la espalda.

Pacientemente escuchaba mientras la nieve cubría su espalda. Y así, intentaba aprender de la sabiduría del resto de los habitantes de la ciudad, para poder tomar la decisión correcta.

Pero ocurrió algo extraño. Comenzó a picarle su espalda, pero no podía rascarse. Comenzaron a salirle escamas y cada vez se le endurecían más, sin que nadie pudiera ni siquiera ayudarla. Estaban muy ocupados dándole consejos, e intentando que normalizara su vida.

Cuando les hablaba de su problema, todos le decían, claro, eso por intentar andar erguida, eso te pasa por caminar a dos piernas. Sus palabras hacían que la tristeza cada día aparcara más en su corazón y sus piernas y sus brazos poco a poco, fueron perdiendo fuerza. Su espalda se fue endureciendo cada vez más. Cada día sentía menos las inclemencias del tiempo, aunque la gente no paraba de hablarle, cada día escuchaba menos sus consejos. Mientras, su espalda se fue haciendo fuerte e insensible.

Comenzó a agacharse, para poder llevar el peso de sus escamas y poco a poco, comenzó a andar a cuatro patas de nuevo. La lluvia, el frío y el sol, hacía que su espalda cada vez fuera más dura.

Hasta que un día intentó ponerse de pie y en lugar de eso se quedó tumbada boca arriba sin poder moverse.

Aquella rana que quiso ser lagarto, se convirtió gracias a sus amigos y sus consejos en una gran tortuga, fuerte, centenaria, majestuosa, perfecta.

Era muy respetada porque era sabia, era la más vieja de todos, gracias a su gran caparazón que la protegía de las inclemencias del tiempo y de los depredadores.

Pero su vida era lenta, monótona y muy triste.

Un día, la gran tortuga, se encontró con otra rana erguida, que quería ser lagarta y comenzaba a escamarse por la espalda. Se rascaba, lloraba y nadie la ayudaba. Se acercó y le dijo:

-          Ráscate conmigo, roza tus escamas en mi caparazón ¡Vamos! - la animaba – ya no te queda nada. Venga, sigue.

Una vez terminó y quedó limpia y satisfecha, tumbada boca arriba en el caparazón de la amiga, se acercó a su cabeza para darle un abrazo y la gran tortuga aprovechó para decirle al oído:


- No dejes que nunca te salgan las escamas, no escuches las maravillas que dicen todos que hacen y lo buenas que son, lo que protegen del sol.

Tú, corre, remójate, ráscate con arena y troncos de árbol. Salta y no dejes que nunca te salgan. No escuches a nadie, sigue con tu nervio y tu velocidad.

No dejes que nunca te salga el caparazón, morirás antes, pero vivirás libre. Y serás rápida y visitarás muchos lugares.

No escuches, que no te paren al sol, al frío, no dejes que nadie cambie tu cuerpo y vive deprisa, corre, sigue siendo una lagarta para siempre.
 
Pasaron más de mil años y se sigue recordando entre los vecinos, la historia de aquella lagarta, incluso hay una estatua que la recuerda.

Sobre ella pesan muchas leyendas y acusaciones de asesinato.

Todos piensan que es lagarto, pero en realidad aquella era, lagarta, lagarta.

jueves, 12 de enero de 2012

AMBIENTE FANTASTICO

Un campamento sin ambiente fantástico no tiene gracia. Es como una tarta sin chocolate, bueno, te la comes, pero siempre le faltará algo. No es lo mismo vivir en tiendas de campaña rodeados de pinos y ciervos, que vivir en un barco rodeado de tiburones, o vivir en un campamento de nativos norteamericanos, o vivir en un campamento gitano, o en uno de músicos…

No es lo mismo que te cuenten cuentos de caperucita o los tres cerditos por la noche, a que los cuentos sean de todo lo que has vivido durante el día, pero más fantástico, y que salgas tú en el cuento, y que le recuerdes a la narradora algo que ocurrió y que no has contado, y que todos los niños y niñas salgan en el cuento, y las mascotas, y así hasta caer dormido.

– ¿Bizcochito estás dormida? – no contesta, ya cayó otra - ¿Alex, estás dormido?
– No, yo no Pocagua, sigue, sigue que no me he dormido.
– Pero  los otros once si, así que, como manda la tradición tú seguirás el cuento solo. ¿Recuerdas cómo te enseñé a soñar, con lo que tú quisieras? Sigo el cuento para ti solo un rato, y luego tú la sigues. ¿Vale?... entonces Alex cogió su espada y lanzó un grito…

Aquel campamento teníamos que superarnos, teníamos que pensar algo, aún más fantástico. Solíamos ir al comedor remando en nuestro bote en los campamentos piratas, mirando por nuestros catalejos de cartón del papel higiénico, asaltábamos la cocina por el chocolate y las chuches, con nocturnidad y por su puesto planificación. Siempre con un mapa dibujado con un palo sobre la tierra. Levábamos hasta las últimas consecuencias el ambiente, y si éramos los 101 dálmatas, nos meábamos en las mochilas.

Pero aquel año, nos inventamos una máquina del tiempo, para poder viajar. Entre cartones, papel aluminio, yogures como botones, botes de todo tipo, sprait de colores, fabricamos una máquina que conseguía que cada día, aparcáramos en un sitio diferente. Cada día un ambiente. Tras activar la máquina, con nuestros botones, siempre siguiendo las indicaciones del general, debíamos girar nuestros cuerpos muchas veces, para luego pasar por el túnel de la máquina y llegar, algo mareados al otro lado.

Aún recuerdo los cepazos contra los árboles, y las caras de mareo, esperando ansiosos el momento ¿Dónde estamos? Aterrizamos en muchos lugares, tantos como días pasamos de campamento:  poco después de producirse Big Bang, el enfriamiento y como bacterias … otro día nos hicimos científicos e inventores… pasamos un día por los años sesenta, donde todos hablábamos muy despacio y con los ojos muy cerrados. En la comida, en los juegos, en el baño, en todo, nadie debía olvidar que estábamos en una comuna hippie y que todo era Paz y Amor….

 Y el Plus pa el salón.

Otro día os contaré aquella vez que llevamos una tele de pantalla plana gigante…

Pero eso será otro día.

PROPUESTA: en a casa, hay muchos niños que tienen tubos de esos de tela por el que pueden pasar y aterrizar en otra época, o meterse debajo del edredón y al salir encontrar otro ambiente, o en el armario… todo es cuestión de que juegues con ellos y que lo pases en grande, porque no sabemos lo que nos perdemos