Y sigo pensando que triunfaré, no podrán conmigo, triunfaré, como decía el monstruo que vivía entre los juguetes de mi hijo hace ya más de veinte años.
En estos momentos ya estoy viendo el final del túnel, me refiero a que tal y como prometí hace diez años, al final, los voy a poder abandonar. Esto no quiere decir que no seamos amigos, que no estemos para cuando se nos necesite, esto quiere decir simplemente que los dos cerros de ropa que hay por doblar, no estarán, que será como debe ser, un paraíso terrenal para mí.
¿Dónde? El destino lo dirá, espero que sea lo más
cerca posible, porque me agrada su compañía, pero no tanto así la guerra que
dan. No todos por igual, tengo que decirlo aun a riesgo de ofender, los machos me
han dado mucha más guerra.
Siento que en un año cumplo cincuenta, que en un años pago
esta casa y una multa que no es mía, en un año y poco más me terminan muchas
cuentas pendientes. El que no quiera vivir después de tener el nido vacío que
se lo haga mirar, para mí empieza la tercera parte. El primer tercio nacer,
crecer y reproducirse, el segundo tercio la muerte pelá hasta poner a los
pollos a volar y el tercer tercio, incógnita total y absoluta, pero lo que si
que es verdad que no será más de lo mismo y así hasta los setenta y cinco.
Estaré más sola que la una, que alegría por Dios, me
aburriré más que en plena pandemia, que placer por la Santísima Trinidad, pero
se acabaron obras, lavadoras, comidas y bizcochos. Se terminó comer cocinado,
yo me lo como todo crudo, vivo o muerto.
Quiero encontrar un cortaúñas en su sitio y no tener que
atarlo como hace la administración con los bolígrafos. Quiero poder hacer un
huerto en la terraza, hacer lana, cantar, pasear a mi perro de peluche, porque
animales de verdad no pienso tener. Tampoco deudas, ni una.
Como dice mi tan admirado Rober, yo solo quiero, que la ola
que surja del último suspiro de un segundo, me conduzca vencida hasta el
siguiente.