Todos mis relatos son hechos de mi pasado o imginarios de mi futuro. Pretendo que no se produzca la fusión de mi núcleo, la gran explosión. ¡NO LEO!¡NO ESCRIBO!¡SOLO HABLO POR ESCRITO! Una preguntao me asalta: ¿Si muero,seguiré hablando mientras siga colgado mi Blog? Yo hablo, no escribo, hablo con letras que no es lo mismo ¿Seguiréis escuchándome después de muerta?
sábado, 30 de noviembre de 2024
DEBER PERENTORIO
jueves, 28 de noviembre de 2024
MI TORTUGA AMERICANA
Yo tenía una tortuga americana, de esas que pegan bocaos que te dejan el morado de sangre como un pellizco de un alicate.
Me la dieron en una fiambrera con un color sospechoso, marrón a media altura y rosa pálido el resto. Está claro que el nivel del agua con mierda había teñido el recipiente. Lo tiré, me dio mucho asco, y tomé a la tortuguita en mis brazos en una toalla.
Le llamé, Tortu, porque fue una tortura hacerse su amiga.
Me la ponía en las piernas mientras hacía croché.
Cuando sacaba la cabeza, para ver si había pasado el peligro, se encontraba to mi cara diciendo:
- Tortuguita, tortuguita, tortuguita, que bonita la tortuguita - mientras le acariciaba el lomo y un poco de cabeza que se dejaba fuera.
No tuve prisa, la tortuguita vivía en mi baño, con mucha agua limpia porque me gustaba cazar sus cacas con un colador de tela, antes de que se disolvieran.
Comía de todo, como buena omnívora, pero a mí me gustaba ponérselo difícil. Le cortaba salchichas a tiras y le obligaba a nadar pegando bocaos a lo que para ella era un gusano vivo. Al principio, mostraba su indiferencia, pero cuando probó el manjar, desde donde estuviera, ya fuera roca, césped o tronco, venía corriendo al agua, para devorar su gusano rosa.
Parecía que sabía que eran cuatro cuartos, porque cuando terminaba una tira, seguía ahí para la segunda, mirándome con cara de tonta y después tercera, pero a partir de la cuarta, pasaba de mi culo y se subía en su piedra, agotada de tanto nadar buscando su recompensa.
Se puede intuir por mis letras que tenía un parque temático en mi baño, y libertad en el resto de la casa donde la sacaba durante horas y horas a mi regazo, la ponía boca abajo, le tocaba la panza, siempre con la amenaza de un bocao, que yo esquivaba cual espadachín esquiva la punta de la espada del contrario.
Poco a poco se fue cansando, se dio por vencida, no conseguía sus objetivos, y si alguna vez me hacía daño, la tortuguita recibía su castigo, seguir recibiendo todo mi amor.
Por las mañanas, cuando yo me lavaba los dientes, se subía por los troncos a mi vera y me pedía caricias. Era increíble de ver, entornaba los ojillos y sacaba la cabeza, todo lo que le daba el pescuezo.
Venía conmigo a todas partes, la dejaba corretear libre por el parque, el río, el campo. A la vez que soltaba a mis vástagos, la soltaba a ella, con un corpiño de croché que la mantenía localizada, sobre todo en el río, sabemos que es una especie invasiva, como buena americana.