Observo a la humanidad y me aburro. Cierto es que me aburro. De verdad de la buena, que me aburro.
Comer, siesta, maratón de series, dormir a las nueve de la noche, ayunar, no desayunar, ayuno intermitente, comer, siesta... y así sucesivamente.
Yo me aburro de pensarlo, y ellos se morirían si tuvieran que vivir un día de mi vida, uno normal, como el de hoy, con mi pingu que se ha roto, que vale mucho el arreglo, que el pixu es un coche carne de perro, que la furgoneta, que el colchón, que me traigas el árbol de navidad, que aquí hay uno, que me vale... el otro lo pongo en la otra casa, y ya está puesto el de Coín.
A veces, estoy cansada, sobre todo de la carga psicológica de tanta gente a mi cargo, pero también a veces duermo bien. Ya me gustaría a mí mantener el modo avión en mi móvil más de media hora, aunque solo sea hasta que termine lo más perentorio que estoy haciendo.
Pues no, que sepáis que muchas veces, lo estoy haciendo, procuro que no se note, pero es que si no, no podría hacerlo, eso, si, eso que estáis pensando, un deber perentorio.
Y de pronto, van pasando los meses, y los años y las historias de amor, y las aventuras, y te das cuenta de que hay personas por las que solo pasan los años.
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