La última hora, compañera, solo se recuerda la última hora.
Por eso debemos resistir hasta que llegue, para que nos recuerden hasta ese momento y desde el principio.
Porque somos cuidadoras del mundo y no mujeres entregadas.
Porque el diablo no quiere nuestra
alma, si no la hubiéramos vendido.
¿Sí o qué?
Di que no que yo te crea, que sabiendo todo lo que sé de ti
y lo que tú sabes, de sobra ambas la hubiéramos vendido más de una vez.
Hoy estoy muy triste, me siento trasto viejo. Siempre fui un
poco trasto y voy pa vieja lo sé, pero hasta la bolsa de tela del pan duro
tiene más utilidad.
¡Qué triste amiga, qué triste!
Con lo que vieron nuestros ojos, con la de ilusión que le pusimos y la de ganas.
¡Qué triste, qué sola está cada vez más, la clase trabajadora!
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