El descrédito que implica ser una persona como yo, solo se puede difuminar con hechos.
En la gran manada cualquier diferencia se recalca desde la infancia.
Ahora le llaman bullying, pero de toda la vida hemos estado las personas que por ser más altas de la cuenta, por tener un cuarenta y uno con doce años, por no entender de dobleces y decir lo que se piensa claramente, hemos sufrido su ira, no la de Dios, la de la gente, Dios nos quiere.
Señalar lo que está mal, tener una lengua viva que a mucha gente mata, y hacer lo que nadie se atreve, son algunas de las cosas, que me encantan.
Me hace feliz hacer sufrir a quien lo merece.
La primera que se cuestiona a sí misma soy yo, cada noche, duermo poco.
Pero hay días que miro atrás y digo:
Larga es la lista de cosas que hice bien, y mal, ahora que tengo 50 años.
Siento mucha pena por la gente que no se equivoca, por la gente que no hace, por esos que no tienen enemigos y están en el rebaño agustito, calentitos, culito con culito.
Y siento pena porque cuando se desvelan, nadie los ve y con nadie tienen que fingir, pero si se ven así mismos, como su vida va pasando sin pena ni gloria.
Yo, penas he tenido un montón, pero gloria, está mal que lo diga, gloria tengo cuando quiero porque novio no, pero amantes, no me faltan.
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