Ayer comentaba con mi vecino Eduardo lo divertida que es mi vida y lo bien que me lo paso.
Y va en serio, que no sufro, que lo disfruto.
A todos estos intelectuales aburridos, todas estas personas con dudas existenciales, a todos los que se gastan en terapeutas una pasta, podría cobrarle solo por vivir un día de mi vida y les cambiaría la suya entera.
Es un triunfo seguir viva después de que le pidieron mortaja a mis padres con dos años.
Es un triunfo que esta casa siga en pie y nuestra.
Es un gran triunfo arrastrar además de a mis hijos a unos cuantos cashijos, cada día se suma uno nuevo.
Es un triunfo conseguir que la gente despierte de 20 años de letargo, que luche por lo suyo.
¿Y yo que me llevo? Esa es la pregunta que todo el mundo se hace: me llevo ser yo, y no otra, u otro, porque podría haber nacido varón, sobran comentarios. Me llevo morir de pie, me llevo a ser gallo rojo que no se rinde, ni muerta.
Aunque cada día estoy más muerta, muerta no estoy, EL PRÉSTAMO DE COÍN LO PAGO.
Me llevo la adrenalina que me sube cuando veo las caras de terror solo de pensar que me acerco, unos para bien, otros para lo que merecen.
Me llevo poder cagarme Dios y en los muertos, porque sé que ellos me comprenden y me perdonan.
Sin miedo absolutamente a ninguna consecuencia en esta vida, porque no puede ser más gorda que las cosas que tengo entre manos, hasta la cárcel sería un descanso, seguro.
Soy feliz sacando del fango a quien pueda, y acordándome de los que no pude.
Me alegro cada día de mi vida, de la vida que me tocó en suerte, y repito dos veces vida, y ahora tres, me alegro por no vivir en zona inundable, que no caigan bombas, tener mi casa clavada en roca, literal, sin miedo a terremotos, sin rajas y sin dueño.
Gracias por no hacerme una llorica, y acercarme cada día más serena a la muerte, porque es un descanso, de verdad que es un descanso.
