sábado, 22 de septiembre de 2018

SU PROFE PEDRO


¿Sabes de qué me he dado cuenta? 

Que no lloro por las cosas malas. 

Cuando el Pompa me infló un ojo no lloré. 

Afronto con mucha rabia y con la sensación de dolor que tienes cuando te pegas un martillazo:  maldices, sueltas improperios y gritas, pero no lloras, no tiene sentido llorar, por eso no te va a doler menos. 

Solo lloro con las cosas buenas y emocionantes, películas, reencuentros…

Casi todo lo que me pasa en la vida es espectacular, en serio que son cosas muy bonitas y exageradamente especiales. El reencuentro del otro día de mi Adela con su profe del conservatorio no pudo ser menos. 

Tres días dándole vueltas la niña que no quería ir, desde que lo vio por casualidad cerca del conservatorio. Ya sabíamos que estaba de vuelta, pero no nos habíamos atrevido a contactar.

Por supuesto, su profe no la reconoció, dejó a una niña de 12 años y ahora es una mujer preciosa. Ella que no se acordaba de su cara del todo y  jamás en la vida se hubiera atrevido a decirle nada y él que ni la vio, no hubo encuentro.

Este par de humanos más que amor lo que tenían era pasión el uno por el otro.

Cuando le tuve que contar que su profe se iba, la reacción de la niña fue la que le corresponde a una digna hija de su madre. Esta niña no llora tampoco por las cosas malas:

-          Tienes que ir a despedirte de él…

-          No, no quiero verlo, ¿no dice que se va no? Pues que se vaya,  ya me he enterado, ¡no voy! He dicho que no voy y no voy…

Así hasta que se despidieron con muchas lágrimas en los ojos y con mucho dolor, de verdad verdadero. 

Me consta que para su profe también fue duro, Adela era especial por sus dificultades extremas para salir adelante con la música, el instrumento lo llevaba de calle, pero suspendía lenguaje musical todos los años. Recuperaba segundo con tercero, cuarto fue un infierno, necesitó una madre oyente en clase para sacar los cursos de elemental, cerrabamos el conservatorio metidas en las clases de su seño Maria, que creyó en ella en lugar de animarla a no presentarse como hizo su profe oficial. 

Se presentó a la prueba para iniciar el profesional con muchos nervios y poca esperanza.

Recuerdo hacerle un moñete y ponerse muy guapa para ese día, decía que al menos, ya que no lo iba a hacer muy bien que la aprobaran por ser muy bonica, por lastimica. 

Como le predije a su hermana, no fue ni la mejor ni la peor y cruzó la frontera. 

¿Qué pasó al año siguiente? 

Se fue su Pedro y ya nadie pudo retenerla.

Dejó el conservatorio.

Muchas veces quiso tirar la toalla durante los años de elemental, yo marcaba el teléfono de su profe y le decía:

-          Díselo tú, que te quitas.

Al otro lado se escuchaba a su catalizador:

-          ¡Petarda! Que tienes mucho genio, venta pa ca.

-          ¡Vale! Pero … es un … o …. Y bla bla bla gritos de de la niña que se trabo la garganta de un adulto… rabia… llantera falsa y vulgar…

Pero la niña volvía una y otra vez.

Subíamos las escaleras del conservatorio el jueves, con nervios las dos porque sabíamos que seguro iba a ser muy emocionante, cuando abrimos la puerta del aula nos encontramos un profe con muchas más canas que nos recibió con una cara indescriptible. 

Clavó en el suelo una rodilla, cogió la mano de mi niña y le dijo una poesía que no recuerdo pero que era seguro algo que ellos hacían de forma habitual. Se abrazaron tanto rato y se dijeron unas cosas que parecía aquello un velatorio, llorando todo el mundo, emocionados:  ¡Cuánto he hablado de ti Adela! … ¡petarda!

Cuando lo abracé, solo pude decirle:

-          Se quitó, no pude retenerla, se quitó.


No pude hacer nada, para ella fue una ruptura sentimental tan grande que no pudo con ella. Este verano ya lo tenía claro, al ver a su hermana a la que imita sin ningún disimulo desde niña, decidió volver a la música, así se lo tatuó en el brazo y ahora, no sé porque, siempre hay alguien o algo que nos ayuda, y nos ha enviado de vuelta a su profe Pedro.

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