¡Qué poco queda para el final! ¿verdad?
Cuando hago cuentas sobre el trabajo, no puedo pedir más. Empecé
pronto, desarrollé lo aprendido en mis modestos estudios, fui muy valorada,
apreciada y creo que no lo hice mal del todo. Me gané el pan que me comí y el de
mis hijos, me pagaron bien. Aprendí muchas cosas cada día, gracias a
mi trabajo. ¿Qué más se puede pedir? Repartí cariño y sonrisas, que me devolvieron
multiplicadas. También hostias como panes, con esta lengua que me tocó en suerte,
pero con el paso de los años, se me perdona todo porque ya soy muy vieja.
Hago cuentas y más cuentas, y siempre salgo ganando. Cuando
comparo mi infancia con la de otros niños, salgo ganando. Pocos hicieron
cabañas de dos pisos, pocos nadaron en el río y se la jugaron tantas veces como
nosotros. Veo niños de hoy en día y nos veo a nosotros de niños y gano, Veo a los
míos, mis niños, y ganan.
He dedicado cada minuto de mi vida a hacer felices a mis
hijos y cashijos, porque me hacía feliz. A sacarlos de los atolladeros porque es lo que me
gusta. Cada minuto que pase con mi nieta será estrujado hasta que no quede ni milésima
de segundo. Abrir las puertas del tren y hasta que se cierren y no esté disfrutando al máximo.
Cuando pienso en lo que hice en mi adolescencia, en mi
juventud, en maternidad y en mi recién estrenado nuevo parentesco, el de
abuela. Pues no puedo pedir más. Empecé muy pronto de abuela, muy pronto de
madre, muy pronto trabajando, pronto en todo para que la vida me dure más.
Cuando veo mi casa, mi campo, los frutos de mi vientre, de
mi esfuerzo y el sudor de mi frente, no puedo decir que no es para estar
tranquila, no está mal para una sola, parir tantos hijos y amontonar tantos
ladrillos, cemento y yeso.
Estoy segura de que podré decir el día de mañana que he aprovechado
la vida.
Ahora que veo como está la cosa de avanzada, la parte que me
queda, como se van las personas que conocí cuando yo era “la joven”, me doy cuenta
de que he gastado dos tercios de mi vida y que solo me queda uno.
Me pongo las pilas, a caminar, a seguir trabajando y a no
parar de hacer lo que siempre hice.
No tengo miedo a nada que pueda pasar porque nunca será peor
que lo que he pasado. Disfrutaré de todo, y que me perdonen las personas que les
toque aguantarme, pero yo, disfrutaré de cualquier cosa mala que me pase por
igual de la buena. Porque la mala se supera y se convierte en buena.
Cuidar de los demás para mí es un lujo, porque nadie tiene
que cuidar de mí. Construir hasta no poder más otro lujo, porque puedo hacerlo,
otros ya no pueden. Caminar, abrazar, cocinar malamente, besar y seguir en el
candelero del amor, un gran privilegio, otros se rindieron hace tiempo.
Yo no me rindo, menos después de este año. Todo lo contrario,
soy más feliz que una niña chica, solo porque todo está bien.
Disfrutaré
de cada minuto del próximo año, por si acaso vienen fatigas gordas como las que
he pasado este año tan brutal que termina por fin.
2020 que número más redondo. Confío en que traiga mucha
felicidad para mí y para todos mis compañeros, y para mí primero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario