martes, 20 de octubre de 2020

MERCENARIOS

Hoy he tenido pesadillas muy lúcidas, las recuerdo bien. En el mundo existen muchas clases de personas, respetables todas, pero debemos temer solo a las que no tienen nada que perder. 

Siempre he dicho eso de,  no tengo nada que perder, pero es mentira cochina. Tengo tantas cosas que me arrancaría el alma perder que cuando se refieren un simple empleo, dinero, objetos materiales… me da risa nerviosa. ¡And ya!

Un buen mercenario o mercenaria, no tiene amigos del alma, solo de copas, no tiene hijos ni nietos y si los tiene están lejos, no tiene amantes, solo follamigos, no tiene ratos agradables si no tiene dinero. Solo el dinero puede darle un poco de felicidad. 

Esos por dinero dañan, no tienen otra cosa. 

¿Van a intentar hacer amigos? 

Que va, no pueden, y los que tienen son de pago. 

Cuando les quitas su razón de vivir, el dinero, no tienen nada más que perder. Tampoco tienen nada ni nadie en quien apoyarse, pobrecitos. Solo se apoyan entre ellos, siempre y cuando no peligre su presa, son lobos. 

Me considero muy in: inoxidable, incorruptible, inolvidable, incombustible… pero sobre todo soy invencible.

El miércoles me dijo una amiga del alma:

-          Mañana nos va a pasar algo bueno.

Al día siguiente pasó una cosa muy mala según su valoración que para mí va a ser y será buenísima. Nos trae por la calle de la amargura, tenemos pesadillas, nos pincha el cora y hasta el apetito sexual se nos ha quitado. No, no, no, eso nunca, a mí no, a mí no, a mí no. Miento.

Esa cosa mala, solo mala, no muy, muy, muy mala, como pudiera ser enfermedad mortal o casi, nos ha hecho hablar más que nunca y nos ha unido a otras personas que también eran ignoradas hasta el momento.

Yo le digo chocha, que me dejes, cántame una de los Bee Gees. Y ella, con la voz de su experiencia, me dice de todo.

A mi me encanta, porque me hace casito, lo que me preocupa enormemente, es cuando no habla. Cuando no habla, algo pasa.

Así que fíjate, esa cosa mala, mala, mala, o medio mala, yo con mi barita mágica la hice buena, o por lo menos la neutralicé.

Cuando pienso el montón de cosas que la gente valora como malas que para mí han sido maravillosas: mi divorcio, mis momentos de locura transitoria, mis noches sin dormir escribiendo, mis viajes improvisados, mis amistades especiales… tantas cosas que los razonables, los aburridos de la vida pensarían que son malas y que para mí han sido maravillosas, y que hoy, como todos los días de mi vida, me despierto recordando con una sonrisa.

Tengo la casa patas arriba, para coser un tatami con piezas recicladas de una tapicería que me guardé de otra cosa, obra, obra y más obra. Para empezar, tendría que pintar la puerta, fregar las escaleras, limpiar polvo y coser. Lavadoras, fregotear los sofás de abajo, poner fundas, hacer un estofado…

¿Pero sabéis lo que voy a hacer hoy? Disfrutar de la vida.

Apreciar que mi hijo con casi dieciocho, todavía se mete conmigo en la cama, culito con culito:

-           ¡Ay mami! ¡Cuándo voy a tener novia otra vez!

Que mi gatito no me deja en paz, escribo con su cabeza apoyada en mi brazo, que mis niñas son maravillosas, que vuelvo a estar enamorada,  que tengo amigos y amigas de verdad, unos vivos y otros muertos, pero todos me ayudan a convertir cualquier cosa mala en menos mala. Porque, aunque te pase una cosa regulera, si no tienes cobijo, si no te aman, si no te abrazan, la cosa se convierte en mala malísima. 

Cuando uno es un mercenario o mercenaria, se mueren tus familiares directos con el paso de los años y solo te queda lo que se paga con dinero. Alguien habrá que se deje querer, que se deje invitar, que se deje mantener. Solos en la vida totalmente nunca están, porque si les queda dinero, alguien habrá que tenga necesidad. 

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