lunes, 7 de febrero de 2022

Del Almendral a Cádiz

Cada vez que algo me martillea el "celebro" me corto el pelo.

Emulando a los nativos americanos, en señal de duelo, me arranco el pelo. 

En agosto vi llorar a una amiga y con razón, y empecé a cortarme a poquito a poco acabado en muchito a mucho.

No me queda pelo en la cabeza y lo que me queda está hecho sal. Lo puedo  arrancar  igual que cuando nos mojamos el pelo a diez grados bajo cero en la sierra y no hacíamos pelados chuléricos.

Es un mecanismo de defensa mío, el otro,  andar.

De momento aún me queda pelo en la cabeza pero yo sé que esto acaba en rapado, y lo de andar mi culpa no es, si  me proponen cosas  de loca unas locas,  pues yo, loca que soy... 

Blanco y en botella, que no es el universo (niño jugando con los clips de famobil) el que juega conmigo, que soy yo quien lo hace con el, yo soy Gulliver. 

Alguien debería decirme eso de que ya soy mayor,  aparte de mí misma que me lo digo todos los días, son trece años más viejuna, pero más años tenía el Picardías cuando los jóvenes de su pueblo se lo llevaban a las fiestas del PCE en Madrid.

Es que son bagheera y Silvia, es una tentación imposible de vencer. 

¡Lo que nos pudimos reír!

Y ahora van y me dicen estás dos locas maravillosas: 

- ¿Te vienes a Cádiz?

Yo que escucho poco y sin dejar terminar la frase, dije si.

Mis hijos lo saben, digo a todo que sí aunque a veces fallo porque son cosas imposibles.

Solo había escuchado "te viene a Cádiz?  que sí.

- Pero vamos andando ....

Una tiene palabra y mi palabra es ley.

A mitad del camino me puse a pensar que pasaría si pegaba un cepazo como el del otro día, pero Silvia, que no tiene corazón, me dijo que por lo menos me van a cobrar 3000 euros por un rescate, así que cuando me subía esa cosilla rara que me sube cuando pego los cepazos, yo le decía con voz en off a mi organismo. 

¡Son 3000 euros!

Y mi cuerpo que todos sabemos que es como el de Robocop y que tiene una sangre dispuesta a acudir a donde haga falta antes de que me peguen la puñalada, se volvía a recomponer, y la sangre volvía a ponerse cada una en su sitio y en guardia con sus soldaditos para que yo no pegará el cepazo, que son 3000 euros. 

Así que hemos salido del Almendral a Cádiz, la cosa más tonta del mundo y simplemente para que se nos vea porque Jaén siempre no puede ser la provincia ignorada.

Llevaba tiempo viendo en mi barrio movimiento extraño de dibujitos en las paredes y ruedas recicladas haciendo de maceteros. 

Atrás queda aquella noticia tan fea de que "una rata muerde a un bebé en la cabeza en el Almendral",  ahora se le conoce por la limpieza y decoración en sus calles, todo gracias a su gente, que es lo que merece la pena verdaderamente, la gente, porque nuestros políticos han demostrado durante décadas que no saben defenderse.

Lo que empezó como una iniciativa a pequeña escala, se está convirtiendo  finalmente una obra maravillosa, gracias a una asociación de vecinos fuerte, con imaginación y ganas, que  se ocupa de su barrio y no del baboseo y politiqueo como otras asociaciones. 

Y la que se Piqué ajos come.



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