miércoles, 5 de octubre de 2011

SEGUNDA PARTE

Llaman a la puerta ¿quién será a estas horas ? seductora como una niña pequeña, sonríe y ofrece unas palomitas. Escondida en la otra mano... una botella de vino.

“No puedo yo sola, me podría piripi y haría cosas de las que me arrepentiría”.

Con un gesto le ofrece pasar. Un gesto caballero, con la palma de su mano y un golpe de cabeza. Y comienza la excitación.

¡Qué palomitas, ni palomitas… qué película ni película!. Mi estómago se llena de lombrices y cucarachas, que se mueven en una gran pelea y bajan hacia abajo intentando salir por … ¡qué palomitas ni palomitas!.

Mucho tiempo esperando este momento, mucho tiempo solo. Encuentra el deseo, de la forma más bella, de la forma más divertida, de la forma más profunda. Su deseo, es algo más que solo deseo, es intriga, curiosidad por conocer, por saber si todo lo que imaginó solo en su habitación, era verdad o no.

Ella sigue con su juego y comienza a comer palomitas, mientras busca unos vasos. La botella está abierta, no necesita sacacorchos. Hay confianza, no es un regalo, es un vino para compartir con un amigo.

Observó cada movimiento, cada gesto, cada sonido de su voz. Analizó como buen observador. Esperó su señal. Sin ella nunca me atreveré, ella es siempre la que pone la respuesta afirmativa o negativa. Siempre son ellas. Es la ley de esta manada humana, como en tantas otras razas animales, ellas son las que deciden dentro de su abanico de posibilidades.

Un gesto:¡nadie se come así una palomita!. No para de hablar, no la escucho desde hace minutos. ¿Como puede alguien comerse una palomita, mientras pone esa mirada, tan … pícara?.

“¿Brindamos?
“Di tú por qué?”
“Por los hombres valientes”.

Mientras bebía, sus ojos se cerraban e imaginaba como sería besar sus párpados, cómo sus labios. Dos golpes de insinuación son pocos. He podido entender mal... esperaré.

Y la noche se alarga, el tiempo no se mide, se suceden las anécdotas y las risas, mientras se termina el vino y las palomitas. Risueños los dos, calientes sus cuerpos por el alcohol y el deseo. Se acercan sin señales ni intérpretes. No llegará la tercera insinuación. Directamente, se acerca a mi boca, me mira los labios y se pone seria. Está un poco borracha, siempre que bebe más de la cuenta, se pone seria. Le da vergüenza que se lo noten y deja de hablar. Se pone seria, muy seria... muy bella. Con sus músculos faciales relajados, sus labios casi hinchados, ¿o son así? no se. Solo se que deseo comerlos ya, besarlos es un paso anterior a mi deseo, deseo morderlos. Apretar su boca y buscar su lengua. No para esta mujer, no deja de moverse. Me encanta. Tanta quietud me aburre. ¿Cuando va a venir esta mataora a dar la estocada? ¿Qué piensa? ¿que soy inmortal? Voy a morir de deseo. ¡Voy a morir desangrado por dentro!. Reventón en todo mi cuerpo. Y mi sexo... a punto de explotar.

“¿No me hablas? Estas muy serio. ¿Qué te pasa? ¿Te estas muriendo? A ver a ver, túmbate”.

Obedezco sus órdenes al instante, generala, ¡que va!, simplemente la caudilla. ¿Que quiere jugar a médicos?

Efectivamente, comienza tocándome la frente.

“¿Fiebre?”
“¡Que va!”.

Soy yo, que estoy malo. Pero malo, malo que me he puesto. Le quita los botones de la camisa, no todos solo unos pocos, y busca mi pecho. Y pone la oreja sobre él. Lo mira enfadada y frunce el ceño:

“fuma usted mucho, escucho muchos pitidos “

Si, si, fumo mucho, mucho, si, pienso mientras continúa su exploración. Me sienta sobre la cama me quita la camisa, y viene por mi espalda. Otra vez la oreja en mi espalda. Siento su cara, caliente. Siento sus...¿Qué es oreja o labios?

“Debe dejar de fumar, poco a poco, estos sonidos son bastante sospechosos”.

“ ¡si, si, lo haré, lo haré doctora!”

“Tiene mucha fiebre, le pondré un trapo húmedo en la frente”

Se aleja unos momentos y vuelve. Me ata un trapo a la frente. Ahora parezco un samurai. Y continúa escuchando mis pitidos en la espalda. Vuelvo a sentirla, por detrás, pero esta vez no es cartílago, seguro. No es su oreja, noto sus labios... su lengua.

Me vuelvo para mirarla y no me deja, me coloca en mi sitio. Intento corresponder y coge mi mano y la inmoviliza. Aprieta mis dos muñecas, mientras sube por mi espalda. Su nariz también colabora, desembocan todos en mi cuello. Y comienzan a participar sus dientes... a degüello. Muerde mi oreja, mi nuca, mi pelo, mi cabeza. Muerde despacio, soy su pieza. Me desarmó y preso me lleva a su calabozo.

Y cuando intento mirarla, baja mi mordaza, de la cabeza, hasta mis ojos. Aprieta más fuerte, para que no se suelte, ya no me coge las manos, no lo necesita, estoy totalmente paralizado. Y comienzan los besos inocentes, de los que se dan pegando los orificios de la nariz a mi piel, apretando mis carnes, de los que se dan a ventosa, los que no necesitan humedad, solo la mínima posible. Esos besos, que hacen que los pelillos de las patillas se ericen. Y poco a poco, muchos besos juntos, uno tras de otro, hacen que la lengua se escape un poco. Solo un poco, solo en su final, solo un susurro de lengua y baja más por mi cara, se acerca a mi boca. Solo con un beso, esta loca consigue más que con bailes, películas y cientos de noches de sexo rápido.

Noto su respiración en mi cara, ya se puso frente a mi. Noto sus labios muy cerca, ofrezco los míos, una y otra vez, pero no la veo, no puedo comer y saciar mi deseo.

Y come, y como, ¡como come! ¡como como! no quiero pensar, si se lo como todo, así.

Si me lo como todo, como comen estos labios, me los como. Me lo como todo, sus labios, sus brazos, sus pieles y sus pliegues. No me sujeta ya nadie, ya se acabaron los juegos, ahora comienza a actuar, el que está escribiendo.

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