Y llegó de la calle sudando, en busca de agua.
-
¿Como puede ponerse un pantalón de chándal rosa y una
camiseta roja? No tienes sentido de la estética, el del ridículo te lo dejaste
en casa.
Su respuesta, una mirada que la hizo reír. Sobraban las
palabras. Le faltaba aire. Necesitaba agua. Tumbado en el sofá extendió sus
piernas bajo la mesa. No sació hasta el tercer vaso. Sentada en su silla ella
lo servía indiferente. Sin palabras. Solo miradas, gestos y mucha
chulería.
-
Bueno ¿Qué?
-
No te toques.
-
¿Yo?
-
La pierna, te tocas la pierna para provocarme.
Sabían entender los mensajes. Hablaban su propio idioma.
Había descansado, se había hidratado y buscaba su juego. No sin juego. No sin
dudas. Muchas veces se fue de aquella casa con las manos vacías. Solo tenía
asegurada la conversación, el café o el agua aquel día.
Comenzó a abrir las piernas, a retreparse en la silla. Una
mano continuaba sujetando la jarra, pero la otra entendió el mensaje y fue
bajando por las caderas, hasta la pierna. Mientras lo miraba, afirmaba una y
otra vez, que no se estaba tocando y le ofrecía la jarra con más agua. Mientras
independiente, su mano izquierda caminaba por su rodilla y subía por sus nalgas
hasta el coño.
En su conversación, baja de contenido, abundaban los
silencios. Momentos donde el deseo ahogaba las palabras.
Se quitó las chanclas y subió los pies a la silla, mientras
su mano navegaba ya en el interior de su pantalón. Se quejaba del calor y le
ofrecía agua, mientras le reprochaba igualmente que no se tocara, que no eran
horas, que no había tiempo para tonterías.
Él también entendió el mensaje y se agarró las rodillas con
las dos manos. Es un pantalón muy amplio y cómodo, pero tenía calor. Solicitó
permiso para quitarse la camiseta y se lo concedieron. Mientras ella, ya no
hablaba. Los botones del pantalón ya no hacían su función. Sentada sobre su
mano, repetía una y otra vez:
-
Yo no me estoy tocando, eso tú.
CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario