jueves, 17 de enero de 2019

MATABICHOS


Anoche tuve una pesadilla horrible.

Alguien de mi familia que no puedo mencionar para que no se asuste tenía un problema gordo de parásitos en la cabeza. Se le veía el cuero cabelludo, como si no tuviera mucho pelo y todos los piojos colgando y corriendo por allí. 

Por el suelo garrapatas que saltaban también de él, corrían en busca de nuevos huéspedes.

Como ya he dicho muchas veces, no creo en un Dios sobrenatural, pero si en las voces de mi cabeza, en las señales que nos emiten nuestras pesadillas. 

Nada más ver la situación, me lié a quitar piojos y a reventarlos uña con uña. Los que no habéis tenido niños, quizás no sabéis lo que es eso, pero os puedo asegurar que para mí es un placer al que aprendí a tomarle el gusto, tanto que me hice experta en campamentos y con amigas que no tenían tanto valor con sus hijos. 

Con el asunto de las garrapatas, es la cosa más difícil, pero estaban por el suelo, no tuve que arrancar ninguna, solo tenía que perseguirlas y hacer una cosa que me parece muy cruel, pero que si no lo haces no consigues acabar con ellas, quemarle las patas y después reventarlas.

Me he pasado toda la noche en un bucle de aniquilación que lejos de ponerme nerviosa me ha hecho despertar con una gran paz, como muchos días no sentía, positiva y con ganas de lucha.  

Tras lavarme los dientes, tomarme el café y caminar hacia mi trabajo, extraigo la siguiente conclusión de mi sueño:

Solo me da paz solucionar problemas, hay personas que se pasan la vida cargadas de parásitos, llorando por lo mucho que les pica y diciendo a los demás lo mal que están. 

Cuando me refiero a parásitos, pueden ser personas, pueden ser situaciones o simplemente parásitos misma mente,  soy experta en aniquilar todo lo que no es bueno, todo lo que me carga la cabeza, las fuerzas de la naturaleza que me dañan. 

Solo así soy feliz.

Soy una matabichos, lo dice mucha gente que me ha visto en acción. Me dieron una medalla con forma de piojo hecha con masa de pan y tengo el título en toda clase de insectos, microscópicos incluso. 

No tengo miedo al contagio, los aniquilaría también en mi cuerpo. 

Una vez tuve un percance siendo niña con un montón de erizos de mar y yo sola me pasaba las siestas mordiendo mi pie hasta no dejar una espina. 

Con las espinas de la madera y otros materiales, soy un hacha. La dejo pudrirse y cuando genera líquido y supuración la muerdo hasta escupir el trozo que me hace mal.

Cuando se termina la diversión y queda la cosa limpia me cabrea un poco, aunque respiro tranquila. 

Juro que en las últimas revisiones de mis hijos, cuando ya son más mayores, no sacar nada me frustraba bastante y me entretenía intentando reventar cualquier pizco que pudiera parecer un piojo.

Estoy deseando que Nina acuda al colegio, aquí estoy  para seguir en la brecha, aunque cada día veo menos, me funciona la intuición. 

No creo que sea necesaria mi ayuda, su madre es una gran matabichos también, al final es un vicio que se contagia por generaciones.






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