Anoche tuve una pesadilla horrible.
Alguien de mi familia que no puedo mencionar para que no se asuste tenía un problema gordo de parásitos en
la cabeza. Se le veía el cuero cabelludo, como si no tuviera mucho pelo y todos los
piojos colgando y corriendo por allí.
Por el suelo garrapatas
que saltaban también de él, corrían en busca de nuevos huéspedes.
Como ya he dicho muchas veces, no creo en un Dios
sobrenatural, pero si en las voces de mi cabeza, en las señales que nos emiten
nuestras pesadillas.
Nada más ver la situación, me lié a quitar piojos y a
reventarlos uña con uña. Los que no habéis tenido niños, quizás no sabéis lo
que es eso, pero os puedo asegurar que para mí es un placer al que aprendí a
tomarle el gusto, tanto que me hice experta en campamentos y con amigas que no
tenían tanto valor con sus hijos.
Con el asunto de las garrapatas, es la cosa
más difícil, pero estaban por el suelo, no tuve que arrancar ninguna, solo
tenía que perseguirlas y hacer una cosa que me parece muy cruel, pero que si no lo haces no consigues
acabar con ellas, quemarle las patas y después reventarlas.
Me he pasado toda la noche en un bucle de aniquilación que
lejos de ponerme nerviosa me ha hecho despertar con una gran paz, como muchos
días no sentía, positiva y con ganas de lucha.
Tras lavarme los dientes, tomarme el café y
caminar hacia mi trabajo, extraigo la siguiente conclusión de mi sueño:
Solo me da paz solucionar problemas, hay personas que se
pasan la vida cargadas de parásitos, llorando por lo mucho que les pica y
diciendo a los demás lo mal que están.
Cuando me refiero a parásitos, pueden
ser personas, pueden ser situaciones o simplemente parásitos misma mente, soy
experta en aniquilar todo lo que no es bueno, todo lo que me carga la cabeza,
las fuerzas de la naturaleza que me dañan.
Solo así soy feliz.
Soy una matabichos, lo dice mucha gente que me ha visto en acción. Me dieron una
medalla con forma de piojo hecha con masa de pan y tengo el título en toda
clase de insectos, microscópicos incluso.
No tengo miedo al contagio, los aniquilaría también en mi cuerpo.
Una vez
tuve un percance siendo niña con un montón de erizos de mar y yo sola me pasaba
las siestas mordiendo mi pie hasta no dejar una espina.
Con las espinas de la
madera y otros materiales, soy un hacha. La dejo pudrirse y cuando genera
líquido y supuración la muerdo hasta escupir el trozo que me hace mal.
Cuando se termina la diversión y queda la cosa limpia me
cabrea un poco, aunque respiro tranquila.
Juro que en las últimas revisiones de
mis hijos, cuando ya son más mayores, no sacar nada me frustraba bastante y me
entretenía intentando reventar cualquier pizco que pudiera parecer un piojo.
Estoy deseando que Nina acuda al colegio, aquí estoy para seguir en la brecha, aunque cada día veo
menos, me funciona la intuición.
No creo que sea necesaria mi ayuda, su madre
es una gran matabichos también, al final es un vicio que se contagia por
generaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario