- Mamá.
Es lo más emocionante del
mundo, escuchar como tu hijo te llama mamá. Pasa muchos días haciendo ruidos,
haciendo gestos, hasta que le sale esa palabra tan importante para los dos.
Te devuelve la esperanza de comunicarte con él, de entenderte en un
lenguaje común además del que siempre tendrás solo tú y él, el de los gestos.
Una madre puede hacer una afirmación o dar una orden que según el gesto que acompañe a las palabras el hijo o hija entenderá eso mismo o todo lo contrario.
- NO TE COMAS LAS LENTEJAS, ANDA.
Nadie puede
igualar la comunicación de una madre con su hijo, por mucho que lo intenten. Entre las personas que solo lo vieron en este mundo y la que lo llevó dentro en
su vientre meciéndolo, corriendo para ir al trabajo, espachurrándolo por las
noches, gritándole y cantando desde el exterior, no hay comparación.
Aparecerán las voces en contra, las que digan que es
machista este planteamiento, pero no me importa, para mí que es cierto. Que cuando
un niño nace y observa, busca el olor y el tono de voz de su madre, es a la única que conoce desde el inicio de su actividad cerebral.
Lo he visto
con mi nieta, embobada mirando a su abuela que le hace mil cosas para llamar su atención, pero que escucha la voz de su madre
en la cocina y se gira, como diciendo, llévame con ella que es mi compañera y cállate que hablas mucho.
Soy y seré la compañera de todos los que habitaron mi cuerpo. Por muchos que sean no puedo dejar que ninguno se escape, solo puedo perderlos de
vista pero no de mi cabeza.
Por mucho que tu hijo se aleje de ti, ya sea por estudios, motivos laborales o por
rencillas o por la misma muerte del mismo, nunca podrá eliminar su recuerdo como se hace con otras personas.
Hay personas que mueren en vida para mí. Por uno u otro motivo desaparecen de mis recuerdos, sin embargo otras nunca podrán morir aunque mueran y a cada momento los nombro, les hablo, los menciono para que sigan ahí.
Los lazos del amor son imperecederos.
Parece que fue ayer cuando me llamó mamá por primera vez,
lloré mucho de emoción y alegría al mismo tiempo, de miedo por no saber que
viene después, con la esperanza de que este nuevo nacimiento haga de mi hijo un
ser libre.
No concibo la vida sin libertad, no puedo imaginar a nadie que no lo
sea, que no haga en cada momento lo que le apetezca, que no haga el loco
continuamente.
Yo seguiré, como siempre lo hice, volviéndolo loco,
haciéndolo cada día más libre, y ayudándole a no escuchar las voces de los
cuerdos, esos que pretenden igualar a la humanidad porque son tan mediocres que
no tienen nada que enseñar.
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