Ayer hubo un gran terremoto emocional en casa. Cabía la
posibilidad de doblar mi sueldo trabajando en Málaga de forma indefinida y sin
vuelta atrás. Se habló mucho, se
hicieron cuentas, se barajaron tiempos y finalmente se llegó a una pregunta:
¿Para qué?
¿Para qué ganar más dinero?¿ De qué sirve ganar el doble si
tienes que gastar esa mejora en tener una calidad de vida inferior?¿ Para que
pensar en el futuro si tu presente va a empeorar?
Nadie puede ofrecerme las condiciones humanas que tengo aquí,
ni de compañeros de trabajo que son insuperables, ni de jefes, ni de amigos, ni
de familia...Las distancias allí son muy grandes por lo que tendría que invertir
mucho tiempo en todo, incluso en ir a visitar a mis niñas, aunque vivamos en la
misma ciudad.
Nadie podría igualar salir de casa con las campanadas de San Andrés y llegar al trabajo a la hora en punto con las campanadas de las
hermanitas de los pobres.
¡Qué la diferencia horaria de dos relojes suponga los 3
o 4 minutos que inviertes en el transporte al trabajo y encima el más barato de
la historia, el coche San Fernando!
¿Quién puede superar eso?
Jamás me perdonaría dejar a nadie atrás y no puedo llevarme
a todo el mundo, sin olvidar que rompería lazos que no son míos y vería sufrir
a mi gente, solo pensando que el futuro será mejor, haría que su presente fuera
una mierda.
Nos refuerza saber que podemos y no queremos, que nos gusta
Jaén con toda su pobreza, sus fatigas, sus maltrechas aceras, sus absurdas
lógicas aplastantes políticas y sobre todo, por su gente.
Insuperable mi gente, saber que nunca estaré sola
aquí, que esta ciudad pequeña es como un pueblo grande, que siempre hay alguien
que quiere hacerse una chimenea, que esta casa mía será siempre el centro y
cobijo de todos los nuestros.
Me quedo porque quiero, no porque esté obligada, porque es lo que deseo y voy a luchar con más fuerza a partir de hoy. Voy a construir una nueva casa y es
seguir llamando a los que están fuera y sin que tenga yo la culpa, volverán.
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