viernes, 24 de agosto de 2012

GUERREROS SELEUGIM

Andaba menguando el guerrero. Su tristeza y su rabia lo consumía. Dibujó un círculo en la tierra y se sentó a pensar. Pasaron las horas e incluso días y su cuerpo se agotaba por la falta de agua y alimento. Pero no paró de pensar. Se miraba a si mismo, lamentaba la fuerza perdida, añoraba su alegría arrebatada por la vida.

Así pasaron los días en aquella misma posición. Hasta que un día se acercó un niño a curiosear. El círculo era pequeño y se sentó fuera de él. Comenzó a mirarle con sus grandes ojos negros. La piel tersa y joven de aquel niño y su alegre y chispeante mirada, contrastaba con la cara llena de arrugas por la deshidratación y los tristes ojos del guerrero.

No cruzaron palabra. Pasaron horas juntos mirando al suelo. El niño, nervioso comenzó a cantar.




Resonaban en su memoria aquellas notas. Muchas veces las cantó de niño. Su pensamiento comenzó a alejarse de la pena y durante esos momentos que pasaban juntos se olvidaba de todo, descansaba en paz.

Un día el niño se sentó a cantar y comenzó a tocar sus ropas, sus abalorios, comenzó ha hacer preguntas que no recibían respuesta. Le arrimó agua y comida pensando que tendría hambre y la boca seca, por eso no hablaba. Le obligo a comer y a no extinguirse.

Le obligo a mirar hacia arriba y a retirar sus ojos del suelo y de si mismo. Así pasaron los días obligado por su fiel amigo a no pensar. Incansable continuaba preguntando, revisando su cara, sus ropas, sus pies, todo era objeto de su curiosidad.

Al no recibir respuestas comenzó a golpearle en el pecho, en la cabeza, en el hombro.

Sin mediar palabra el guerrero se levantó y cogió un palo.

Asustado metió la cabeza entre las piernas, esperando las represalias. El guerrero trazó un círculo en la tierra más grande que el anterior y se sentó dentro junto a él.

Ese día comenzaron a hablar.

Pasaron muchos días juntos. Despertaron el interés de los miembros de la tribu, que se sentaban alrededor del círculo atraídos por las enseñanzas del guerrero a su pupilo y por las canciones que entonaba el niño. No permitía ser acompañado por el guerrero, era sabio pero peor cantor.

A veces cantaba solo, a veces comían juntos y se reían e incluso luchaban, siempre dentro del círculo, sin mirar a nadie más.

Un día se sentó a mirarlos curiosa una india loca, que no podía creer que lo que le habían contado. Todos temían cruzar el círculo, pero ella juguetona y risueña, comenzó a tirarles cosas: una flor, una piedra, un adorno de su pelo.

Hasta ese momento no se habían percatado de la gente que había fuera. Los veían pero los ignoraban. Molestos por la india inquieta, comenzaron a buscarla cada día, esperando sus travesuras.  

Un día lanzaron un desafío, preguntaron en voz alta ¿ quién osaba perturbar su paz  ?  retándola a dar la cara. Eran valientes, estaban fuertes, juntos y muy recuperados, pero no contaron con la valentía ajena, y tras preguntar quien era capaz de cruzar la línea, de entre aquellas gentes salió la india cansina y listilla que siempre se metía con ellos. Con un palo en la mano se colocó al filo de su círculo, con las piernas abiertas y gesto desafiante, los miró de arriba a bajo, dio una vuelta a su círculo amenazando con entrar varias veces, acercó su cara al niño y le sonrió, se acercó al guerrero y le alzó una ceja, soltó el aliento por su nariz invadiendo el círculo  a través del aire, alzó su palo sin que el guerrero moviera un solo músculo en señal de defensa o cobardía.

Le dio la espalda mirando a su pueblo, se alejó unos metros y comenzó a dibujar un círculo más grande que los acogía a todos. Hecho esto, se acercó al guerrero y sin mirar al suelo pisoteó y difuminó su círculo con sus pies descalzos.

Mirándole desafiante de dijo:

Un guerrero que establece un círculo a su alrededor para mirar su pena y no la de su pueblo, no es un guerrero.

Un guerrero que hace un círculo mayor para proteger a su familia, puedes llegar a serlo.

Un guerrero que establece un círculo para proteger a su pueblo es un buen guerrero.

Aspiramos a que seas un gran guerrero, y que tu círculo no lo alcance la vista.  

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