Yo quiero que se vayan, que se echen novios o novias que los
vuelvan locos y no me llamen. Anoche a las once de la noche, mientras una hacía
deberes a los pies de mi cama, sin dejarme ni que estirara las piernas, el otro
churreteaba mi FACE al filillo de la misma. Mira que se lo pongo difícil, pero
él se agarra para no caerse. Conocen a mis amigos, les gusta decirles cosas:
-
¿Está fulanico mamá? Dile que …
Yo les grito para que me dejen en paz, pero me tocan el pelo
para que me calme. No puedo dejar que me abracen un segundo, si bajo la guardia
estoy perdía. Anoche tenía tres en lo alto, dando besos y abrazos, y yo solo
podía convulsionar para que me dejaran un poco descansar de ellos.
Me siento en una silla habitualmente, cuando lo hago en el
sofá, poco a poco comienza a aumentar la densidad de población del mismo.
Pueden estar vacíos los demás, pero es que el mío es el más cómodo. Lo he
comprobado, me coloco en uno que está viejo y cochambroso, y da igual, me
persiguen.
El otro día vino a casa un amigo, teníamos ganas de hablar
de nuestras cosas, cosas de adultos. Y ellos embobaos mirándonos sin abrir la
boca para no interrumpirnos. A gritos tuve que espantarlos.
Al principio Ángel me miraba sorprendido pensando ¡Qué mala
madre! Pero poco a poco los va conociendo ¡no veas como comen! ¡no veas lo
cariñoso que son! ¡no veas lo cagaos! ¡no veas lo grande que es mi casa y el
miedo que da estar en otra habitación donde no esté yo! Se los voy a mandar a
su casa cuando esté triste.
Me acostumbré a cagar con ellos hablándome, eso ya no
molesta, a ducharme diciendo:
-
¡Me estooooyy duchando!
Encima se me quejan porque a veces, solo a veces, huele mal.
En la mayoría de los casos huele a rosas, que tengo el culo amaestrado, pero no
siempre.
A ellos no les importa, siempre que sea por “quererme” un
poquito. Se que lo hacen de forma natural, es un vicio que tienen desde chicos.
Yo tengo la culpa, cuando todas las abuelas me aconsejaban que no me metiera
con ellos en la cama, yo pensaba, joder si cuando tengan veinte años no les va
a gustar que lo haga, yo aprovecho. Pero es que algunos van teniendo ya sus
añicos como mi niña mayor y anoche se tumbó a mi lado después de las once.
-
Nena, un poquito de intimidad – le digo.
Me contestó que se aburría y siguió con su larga lista de
cosas que le pasaron ese día. Yo a veces no la escucho, lo confieso, pero es
que la quiero mucho pero habla más que yo. Aunque también es tímida con los
desconocidos, como yo.
Me gusta ser su reina pero a veces agota, me gusta cuando aplauden
porque le eché sal a la sopa, me gusta cuando me agradecen las cosas como yo enseñé
a agradecer:
-
¿Qué se dice?
-
Te quiero mami, te quiero, está muy rico… es muy chulo…
me has pelado muy bien…
-
¡Aplausos! – tengo que regañar a mi mayor porque a veces
no me aplaude, pero la verdad que tener ya casi diecisiete años y aplaudir
mientras tu madre hace reverencias como si estuviera en un gran escenario,
tiene su mérito.
Es como a pedir, les enseñé diciendo “compartir”. En lugar
de “Dame” desde chicos dicen, “compartir, compartir”. Cada día comparten menos,
incluso se cobran por las cosas. Las clases de piano están a un euro la hora,
los mandaos y robos de tabaco cincuenta céntimos… yo lo se todo, si me están
leyendo, que lo sepan.
Así es mi vida real. Por mucho que yo ande todo el día
hablando de sexo, pensando a los miles de millones de hombres que meteré en mi
cama, la verdad es que no hay sitio para nadie más. Mi manta del polo, que es
una manta de pelo artificial que me he comprado, es muy sexi, pero llena de
niños cambia un poco la cosa.
No te asustes cuando amenace con comerte o follarte vivo,
perra ladradora …
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