miércoles, 1 de mayo de 2013

EL UNO DE MAYO



Me quedé en blanco con el Uno de Mayo. No se que decir. Cada día significa menos para mí. Soy como esos católicos practicantes que  van a misa para ver a los amigos.

A eso voy yo al Primero de Mayo, a ver a los amigos.

Yo no se que creer, estoy desorientada. No encuentro el enemigo en ninguna parte. No se donde están mis guerreros. Cada día soy más individualista.

Me gustaría no tener a nadie a mi lado, para poder hacerme ermitaña. En lugar de ermita, mi barco. Comer de cuatro cosas que de la tierra. No saber de nadie nada. Que no me importen las cosas que pasan, que no me afecten.

Tengo la sensación de que no se puede hacer nada, solo sobrevivir. Esto va para largo.

Recuerdo las películas futuristas, donde aparecían las ciudades abandonadas, con coches fantásticos pero sin gasolina para alimentarlos. ¿Es que no está pasando eso?

Que se lo pregunten a los que tienen instalaciones de calefacción por toda la casa, el frío que han pasado este año, por no poder encenderla. Que se lo pregunten a los que han vuelto a caminar, para no tener que pagar transportes ni gasolina.

Hemos vuelto al: “Mami, dame para un lápiz”. Ya no se compra como antes.

Gracias a Dios, como diría un cristiano convencido o no, ya no nos endeudamos como antes. Nuestros consejos hacia nuestros hijos, serán muy distintos de los que nos dieron nuestros padres. Nos aconsejaron comprar para no tirar el dinero en un alquiler.

Ahora, estamos presos en la casa que compramos y no podemos vender, no podemos ni movernos para trabajar, no podemos respirar, no podemos, simplemente, no podemos coger aire para gritar:

¡LIBERTAD!  


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