Me quedé en blanco con el Uno de Mayo. No se que decir. Cada
día significa menos para mí. Soy como esos católicos practicantes que van a misa para ver a los amigos.
A eso voy yo al Primero de Mayo, a ver a los amigos.
Yo no se que creer, estoy
desorientada. No encuentro el enemigo en ninguna parte. No se donde están mis
guerreros. Cada día soy más individualista.
Me gustaría no tener a nadie a mi lado, para poder hacerme ermitaña.
En lugar de ermita, mi barco. Comer de cuatro cosas que de la tierra. No saber
de nadie nada. Que no me importen las cosas que pasan, que no me afecten.
Tengo la sensación de que no se puede hacer nada, solo
sobrevivir. Esto va para largo.
Recuerdo las películas futuristas, donde aparecían las
ciudades abandonadas, con coches fantásticos pero sin gasolina para
alimentarlos. ¿Es que no está pasando eso?
Que se lo pregunten a los que tienen instalaciones de
calefacción por toda la casa, el frío que han pasado este año, por no poder
encenderla. Que se lo pregunten a los que han vuelto a caminar, para no tener
que pagar transportes ni gasolina.
Hemos vuelto al: “Mami, dame para un lápiz”. Ya no se compra
como antes.
Gracias a Dios, como diría un cristiano convencido o no, ya no nos endeudamos como antes. Nuestros
consejos hacia nuestros hijos, serán muy distintos de los que nos dieron
nuestros padres. Nos aconsejaron comprar para no tirar el dinero en un
alquiler.
Ahora, estamos presos en la casa que compramos y no podemos vender, no podemos
ni movernos para trabajar, no podemos respirar, no podemos, simplemente, no
podemos coger aire para gritar:
¡LIBERTAD!
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