viernes, 8 de enero de 2016

SR. VIVÓ: LENGÜETAZO DOS

Mi vida hubiera sido distinta si se hubiera respetado la voluntad del pueblo. Imagino que si el General Franco no hubiera cambiado el curso de la historia, hoy nuestras vidas serían distintas, no solo la mía, la de todos los españoles.

El odio transmitido por generaciones entre hermanos, vecinos y amigos, continúa hasta nuestros días. Pienso que la única manera de terminar con él,  sería la unión de nuestros jóvenes contra los verdaderos herederos del odio. Solo ellos pueden ponerse de acuerdo  y confluir. Que se nos quite de la cabeza que la coalición ha de ser de izquierdas o derechas, la unificadora sería la unión de los jóvenes, hoy representados por Podemos y Ciudadanos.

Es curioso escuchar a Miguel hablar de la guerra y de la república en primera persona  al mismo tiempo que opina sobre la actualidad política y social. No se excluye cuando habla de los jóvenes porque se siente uno de los nuestros. Anoche me di cuenta de que por mucho que algunos se empeñen con cremitas, cirugía o vestimentas modernas parecer jóvenes, solo consiguen ser patéticos. A nosotros no nos engañan, como no se engaña a un niño cuando intentas hacer gracietas infantiles. Miguel seguirá saltando generaciones y seguirán envejeciendo solo los demás. No es inmortal, lo sabemos, pero nunca envejecerá aunque lleve pelo blanco.

Mi abuelo era dueño de dos joyerías en Madrid. Mi padre era locutor de radio, lo único que sabía hacer bien era hablar.

¿Te imaginas como hubiera sido mi vida?

Sin embargo, a mi abuelo lo mataron y se quedaron con todo, mi padre pasó muchos años en la cárcel y al salir, encontró a su mujer y su hijo al lado de un militar del Ejército Nacional. No pudo ni abrazarles. Todo estaba perdido, solo le quedaba callar, huir  y empezar de nuevo.  

Mi padre buscó su sustento a través del único talento con el que contaba e ingresó en una compañía de teatro que regentaba por entonces el padre de mi madre. Mi madre trabajaba de actriz y enseguida se enamoraron. De su unión nacieron dos niñas y nosotros.

¿No lo sabías?  Fueron dos en un principio, dos Sres. Vivó.

Nunca se casaron porque mi padre se suponía que ya lo estaba, por lo que fuimos hijos naturales reconocidos. Muchos años después descubriríamos que podían haberlo hecho porque el primer matrimonio de mi padre fue anulado como todos los realizados durante la guerra en zonas republicanas entre el 37 y el 39. 

El trabajo de mi padre en la compañía era el de avanzadilla. Cuando la función estaba montada en una ciudad, él se dirigía en busca de la siguiente. Hacía un estudio de la zona, de la población, de las posibilidades de éxito. Habla con las autoridades. Revisaba las infraestructuras, si tenía teatro o debían montar carpa, alojamiento, abastecimiento…

Pasaba mucho tiempo fuera de casa, si podemos llamar así a nuestra residencia. Nosotros nunca tuvimos casa, deambulábamos de ciudad en ciudad, si acudir a ninguna escuela, sin que nadie se molestara ni tan siquiera en enseñarnos a leer ni a escribir.

En una de aquellas ocasiones no volvió. Nos dijeron que había muerto. En realidad lo que ocurrió es que mi padre daba muy mala vida a mi madre, sobre todo cuando bebía, y en una de estas no le dejaron volver.

Nos quedamos solos con mi madre. Más tarde mi madre se casó por primera vez, puesto que ella era soltera como os conté. Yo recuerdo asistir a la boda de mi madre, algo poco corriente para aquellos tiempos.  

A mi hermana mayor de padre y madre, Delia, la casaron con quince años. A la mediana, Esther, la dejaron en un bar de Madrid tomándose un refresco. Ella tenía doce años y sabía al menos donde vivía mi abuela. Se montó en un tren de mercancías y caminando y preguntando, llegó hasta la casa de mis abuelos donde la acogieron.

A nosotros nos dejaron en la otra punta de Madrid, en un parque, jugando a la pelota. Teníamos siete años, solo sabíamos nuestro nombre. Al caer la noche, un señor nos acogió en su casa y al día siguiente nos llevó a la policía. 

Localizaron a mi madre, pero ella les dijo que no podía mantenernos y que no se hacía cargo. Desde allí nos condujeron a un colegio de curas de León, nuestro lugar de nacimiento. 



Esquina de la izquierda con el collar, mi hermana  Esther. Con las manos en el vientre Delia, sujetando sus hombros su madre Josefina y en la esquina de la derecha, los dos Sres. Vivó, Miguel y su hermano gemelo idéntico, Javier.

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