Mi vida hubiera sido distinta si se hubiera respetado la
voluntad del pueblo. Imagino que si el General Franco no hubiera cambiado el
curso de la historia, hoy nuestras vidas serían distintas, no solo la mía, la
de todos los españoles.
El odio transmitido por generaciones entre hermanos, vecinos
y amigos, continúa hasta nuestros días. Pienso que la única manera de terminar
con él, sería la unión de nuestros
jóvenes contra los verdaderos herederos del odio. Solo ellos pueden ponerse de
acuerdo y confluir. Que se nos quite de
la cabeza que la coalición ha de ser de izquierdas o derechas, la unificadora
sería la unión de los jóvenes, hoy representados por Podemos y Ciudadanos.
Es curioso escuchar a
Miguel hablar de la guerra y de la república en primera persona al mismo tiempo que opina sobre la actualidad
política y social. No se excluye cuando habla de los jóvenes porque se siente
uno de los nuestros. Anoche me di cuenta de que por mucho que algunos se
empeñen con cremitas, cirugía o vestimentas modernas parecer jóvenes, solo
consiguen ser patéticos. A nosotros no nos engañan, como no se engaña a un niño
cuando intentas hacer gracietas infantiles. Miguel seguirá saltando
generaciones y seguirán envejeciendo solo los demás. No es inmortal, lo
sabemos, pero nunca envejecerá aunque lleve pelo blanco.
Mi abuelo era dueño de dos joyerías en Madrid. Mi padre era
locutor de radio, lo único que sabía hacer bien era hablar.
¿Te imaginas como hubiera sido mi vida?
Sin embargo, a mi abuelo lo mataron y se quedaron con todo, mi
padre pasó muchos años en la cárcel y al salir, encontró a su mujer y su hijo al lado de un militar del Ejército Nacional. No pudo ni abrazarles. Todo estaba
perdido, solo le quedaba callar, huir y
empezar de nuevo.
Mi padre buscó su sustento a través del único talento con el
que contaba e ingresó en una compañía de teatro que regentaba por entonces el
padre de mi madre. Mi madre trabajaba de actriz y enseguida se enamoraron. De
su unión nacieron dos niñas y nosotros.
¿No lo sabías? Fueron dos en un principio, dos Sres. Vivó.
Nunca se casaron porque mi padre se suponía que ya lo
estaba, por lo que fuimos hijos naturales reconocidos. Muchos años después descubriríamos
que podían haberlo hecho porque el primer matrimonio de mi padre fue anulado como todos los realizados durante la guerra en zonas republicanas entre el 37 y el 39.
El trabajo de mi padre en la compañía era el de avanzadilla.
Cuando la función estaba montada en una ciudad, él se dirigía en busca de la
siguiente. Hacía un estudio de la zona, de la población, de las posibilidades
de éxito. Habla con las autoridades. Revisaba las infraestructuras, si tenía
teatro o debían montar carpa, alojamiento, abastecimiento…
Pasaba mucho tiempo fuera de casa, si podemos llamar así a
nuestra residencia. Nosotros nunca tuvimos casa, deambulábamos de ciudad en
ciudad, si acudir a ninguna escuela, sin que nadie se molestara ni tan siquiera
en enseñarnos a leer ni a escribir.
En una de aquellas ocasiones no volvió. Nos dijeron que
había muerto. En realidad lo que ocurrió es que mi padre daba muy mala vida a
mi madre, sobre todo cuando bebía, y en una de estas no le dejaron volver.
Nos quedamos solos con mi madre. Más tarde mi madre se casó por primera vez, puesto que ella era soltera como os conté. Yo recuerdo asistir a la boda de mi madre, algo poco corriente para aquellos tiempos.
A mi hermana mayor de padre y madre, Delia, la casaron con
quince años. A la mediana, Esther, la dejaron en un bar de Madrid tomándose un
refresco. Ella tenía doce años y sabía al menos donde vivía mi abuela. Se montó
en un tren de mercancías y caminando y preguntando, llegó hasta la casa de mis
abuelos donde la acogieron.
A nosotros nos dejaron en la otra punta de Madrid,
en un parque, jugando a la pelota. Teníamos siete años, solo sabíamos nuestro
nombre. Al caer la noche, un señor nos acogió en su casa y al día siguiente nos
llevó a la policía.
Localizaron a mi madre, pero ella les dijo que no podía
mantenernos y que no se hacía cargo. Desde allí nos condujeron a un colegio de
curas de León, nuestro lugar de nacimiento.
Esquina de la izquierda con el collar, mi hermana Esther. Con las manos en el vientre Delia, sujetando sus hombros su madre Josefina y en la esquina de la derecha, los dos Sres. Vivó, Miguel y su hermano gemelo idéntico, Javier.
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