Yo siempre lloro en mi moto. Debajo del casco nadie me ve.
Empecé mi recorrido de vuelta a casa tan normal y termine con los ojos rojos
como los conejos blancos, con suspiros de llanto y todo, igual que una
chiquilla chica.
Llevo todo en mi cabeza.
¡He tenido la suerte de conocer a una persona tan grande!
Compartir conversación con Miguel es adictivo. Terminamos en
su furgoneta a las dos de la madrugada, desde las cuatro de la tarde sin parar.
Por la
mañana mi primer pensamiento fue buscarlo, así hasta que se fue y dejó todo
escrito en mi cabeza.
Lloraba esta mañana de emoción por saber, que mal o bien,
tengo que contároslo. He tenido el honor de recibir su permiso para hacerlo, me
siento importante sabiendo lo que guardo.
Solo tengo que tirar del hilo y reproducir sus palabras
mezcladas con mis pensamientos.
Hablando de las personas que dan su vida por terminada
cuando sus hijos son mayores y se jubilan, que están cansados de vivir, aburridos,
anclados en su monotonía, que se quejan de estar solos, de que les falta
la salud… Miguel dijo:
-
Mi vida empezó cuando nací y terminará cuando me
muera.
Yo tengo la misión de hablaros por escrito de ella.
Vas muy bien. Me gusta.
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