miércoles, 22 de noviembre de 2017

LOS ECHO DE MENOS

Cuatro años ya mis hijos fuera, cada día más grandes, cada día más lejos.

Los echo de menos, a los que están fuera y a los que no. No porque ya no estén sino porque son grandes. Cuando veo a mi gato “pesado” durmiendo en mis piernas me acuerdo de ellos, siempre tenía a alguno pegado a mi culo, aunque estuviera fregando platos en la cocina, se subían en el pollo a darle bocados al jamón.

¡Qué infierno, no poder ni ducharme tranquila! 

Cada día que pasé con ellos lo hice pensando que era el último. Esa maldita manía mía de pensar que voy a morir pronto, de repente y en un accidente o enfermedad fulminante. La culpa de este pensamiento la tiene las veces que estuve a puntico.

Nuestra relación ha sido muy distinta a la de otras, muchos hijos y una sola madre, el divorcio fue, como la guinda del pastel, la posibilidad de hacer lo que nos diera la gana sin nadie que nos lo impidiera. 

A medio día discutía con uno sobre la continuidad en su colegio, con otra  sobre un pendiente en la boca. Conforme lo hacía pensaba  en los pocos días me quedan por discutir. No queda nada para que ya no se vengan a mi lado a ver películas, para que no me enseñen dos videos a la vez intentando que gire la cabeza a su favor, para que no me toquen el pelito o simplemente para que no vivan aquí, como ha pasado con mis hijos mayores.

Yo los empujo a vivir a lo grande, de forma independiente, a crecer todo el tiempo, a volar.

Pero hay días muy tontos que los echo de menos, hoy solo porque me quedé mirando a mi gatito, hay momentos que nunca vuelven y que mis hijos sean chicos y pesados ya no volverá a ser nunca. Vienen a verme pero no me hacen casito.

Ahora el mayor quiere volver a Barcelona cuando termine en junio, dice que allí hay más trabajo y más digno. Estoy tranquila porque hay muchos Barrancos y Puertas desperdigados por allí y sé que no lo dejarán solo, pero me apena que haga el mismo camino que hizo mi padre hace cincuenta años. 

¡Barcelona está tan lejos!

Hostia que triste me he puesto de pronto y que sola me siento a pesar del cerro de platos que tengo por fregar de medio día, del montón de gente que se sentó hoy en mi mesa, me doy cuenta de que voy para vieja y ya mismo tocará no tener a ninguno cerca.

A mí no me vinieron largos, me lo he pasado en grande con ellos, tanto es que no solo tuve a mis cuatro, siempre había algún agregado. No digo que no tuviera momentos de desesperación como todas las madres,  pero que fueron pocos los que recuerdo, fueron buenos hijos, que me hicieron fácil mi labor de madre, a pesar de tener dos disléxicas, un superdotado y un inconformista, yo mandaba todo el tiempo, yo era su reina.

¡Qué triste es saber que mis nietos no me verán a diario, que no podré recogerlos en el colegio ni amenazar a ningún niño malo enseñando dientes y lengua mordida, que no los llevaré al parque con gallinas ni conejitos, que cuando vengan no tengan confianza para abrazarme!



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