Una imagen vale más que mil palabras, a algunos se les ve
por fuera lo que son, pero si además hay mil palabras de testigos que dicen que
lo han visto gritar a mucha gente, que vieron como levantaba el puño y se mordía la lengua a sus espaldas, que saben que controla conversaciones
privadas, las redes sociales, su estética, sus relaciones de amistad, su
familia... si lo han visto pelearse en un bar, justificar su forma de hablar,
perder el trabajo por chulo, si lo han
visto defenderse de acusaciones de violento con la propia violencia, si ha
tenido que huir de muchos sitios, si no tiene amigos, si no le queda nadie real
a su lado… si además de la imagen hay mil palabras ¿a qué esperamos?
Nada, no hay un valiente que dé la cara, cuando se trata de
este tema, nos vemos solas. Y cuando digo sola, digo sola, si lo pongo en
plural es porque son muchas las que están solas, las mujeres que estamos cerca tampoco
hacemos nada por ayudar. Tenemos casos evidentes de violencia en nuestro
entorno, y lo único que hacemos es la vista gorda.
No va a cambiar nada
por muchos actos que hagamos para recordar a las muertas, son iguales cada año,
cambiando el aderezo, por mucho que yo escriba aquí tonterías, no valen de nada si no lo cuento en comisaría.
No cambiará nada hasta que se impliquen nuestros padres, hermanos,
abuelos, tíos, sobrinos, primos e hijos, hasta que no estén dispuestos a defendernos.
Nosotras no tenemos valor porque son nombres de mujer los que se leen cada año. Defendednos vosotros, que tantos huevos tenéis para pelear por otras cosas y aquí, se calla uno, se solidariza con el género y se mete uno en el saco:
- A lo mejor mañana soy yo el que soy acusado falsamente.
Y nosotras, dejemos a un lado el “seudofeminismo”
absurdo que lo impide. Los excluimos de los debates y cuando viene alguno
despistado se va escopeteado, los ninguneamos cuando se trata de defendernos
porque parece que no somos capaces solas.
¡Es que no somos capaces solas!
¡Es que es cosa de todos,
hombres y mujeres!
¡Anda ya! Nadie denuncia aunque compartan
espacio con nosotros y nosotras, aunque compartan mesa, aunque los veamos a una
legua.
Cuando se la cargue ponemos otra velita.
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