miércoles, 8 de noviembre de 2017

NO PODRÍA PRESCINDIR

Este año no viajo, el ocio está limitado, el tiempo libre escaso y las actividades lúdicas mínimas, pero soy igual de feliz que siempre.  Paso mucho tiempo en casa, de vez en cuando unas cañas, paseos y poco más, pero hay cosas de las que no podría prescindir:

-          Mami cuando recoja el cuarto voy y vemos una peli y te toco el pelito.

El pelito, que me toquen el pelito. Anoche vino mi chico de madrugada de su trabajo, me desperté y lo obligué a tocarme el pelito. Que paciencia tiene, menos mal que es más soba que yo, hasta que no me volvió a dormir tocándome el pelito no paré. Esas son las cosas de las que no puedo prescindir.

El jamón en la nevera, una buena ducha que pele, mandar, construir, no puedo, si me falta me muero.  

Hacer números para llegar a fin de mes, no sé qué sería de mí si fuera rica, a que dedicaría el tiempo libre.

Una lata de cerveza bebida a sorbitos chicos porque está tan fría que duele el tímpano.

Ha cambiado mi vida otra vez, este año es vida cotidiana. Mi mundo se limita a mi barrio, mi trabajo y el centro. El otro día una vecina le decía a la otra que si iba a bajar al centro. Lo dice como si eso fuera caminar km, el centro está al final de la calle.

Al principio puedes sentir un poco de frustración porque no puedes hacer nada, pero al final, te das cuenta de que medio país vive solo para trabajar, solo para sobrevivir.

Familias que no se ven, salarios de esclavos, días libres que no coinciden, todo eso es una mierda, pero la gente es muy feliz, porque hace frío y te metes bajo las mantas y cuentas cuentos con linternas y te tiras peos, y los guardas, y te ríes…


No todo es lujo y confort, a veces hay otras cosas que no se valoran, no se cuantifican, pero que si te faltan estás perdido.  

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