Este año no viajo, el ocio está
limitado, el tiempo libre escaso y las actividades lúdicas mínimas, pero soy
igual de feliz que siempre. Paso mucho
tiempo en casa, de vez en cuando unas cañas, paseos y poco más, pero hay cosas
de las que no podría prescindir:
-
Mami cuando recoja el cuarto voy y vemos una
peli y te toco el pelito.
El pelito, que me toquen el
pelito. Anoche vino mi chico de madrugada de su trabajo, me desperté y lo
obligué a tocarme el pelito. Que paciencia tiene, menos mal que es más soba que yo, hasta que no me volvió a dormir
tocándome el pelito no paré. Esas son las cosas de las que no puedo prescindir.
El jamón en la nevera, una buena
ducha que pele, mandar, construir, no puedo, si me falta me muero.
Hacer números para llegar a fin de mes, no sé
qué sería de mí si fuera rica, a que dedicaría el tiempo libre.
Una lata de cerveza bebida a
sorbitos chicos porque está tan fría que duele el tímpano.
Ha cambiado mi vida otra vez,
este año es vida cotidiana. Mi mundo se limita a mi barrio, mi trabajo y el centro.
El otro día una vecina le decía a la otra que si iba a bajar al centro. Lo dice
como si eso fuera caminar km, el centro está al final de la calle.
Al principio puedes sentir un
poco de frustración porque no puedes hacer nada, pero al final, te das cuenta
de que medio país vive solo para trabajar, solo para sobrevivir.
Familias que no se ven, salarios
de esclavos, días libres que no coinciden, todo eso es una mierda, pero la
gente es muy feliz, porque hace frío y te metes bajo las mantas y cuentas
cuentos con linternas y te tiras peos, y los guardas, y te ríes…
No todo es lujo y confort, a
veces hay otras cosas que no se valoran, no se cuantifican, pero que si te
faltan estás perdido.
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