lunes, 30 de marzo de 2020

LAZOS DE SANGRE

Quince años estuvo mi padre con una señora después de divorciarse merecidamente de mi madre. Cuando llegó el momento de la enfermedad y la muerte, esta señora empezó a llamar a la sangre. No era el padre de sus hijos, no era su marido, el amor que le tenía se convirtió en desespero, ya no era el hombre entregado a la huerta y que siempre estuvo por ella y por nadie más. El año anterior viajaron juntos y se decían palabras malsonantes como: cariño, mi vida...

El olor a la muerte y a tener que cuidar al otro le hizo dar una llamada a la sangre.

Recuerdo cuando mi padre me preguntó estando en el hospital, que porqué tardaba tanto su compañera en el baño. Lo siento, soy muy salvaje y me arrancó una carcajada.

Sin embargo, nosotros lo disfrutamos. Nos despedimos de él como Barrancos, hicimos todo lo que no se debía hacer. Hasta el final le estuve pegando lenguetazos viperinos de los míos, como no, como para que se fuera al otro mundo sin saber lo que pensaba de él.

Pasamos de  la comida triturada a las cortezas de Casa Paco y actuamos con el automático puesto.

El amor es muy bonito pero si no se sella con sangre cuando llegan los momentos duros se convierte en agua de borrajas.

Por esta misma regla de tres supongo que algún día me tocará cuidar del padre de mis hijos, o que mis hijos cuiden a su padre con mi ayuda. ¡Es tan asquerosamente lógico!

No me importa, yo soy feliz siempre. Es parte de la vida que cuidemos de nuestra sangre, que le vamos a hacer, si no, seríamos malas personas. Supongo que los hijos de esta mujer cuidarán de su madre y así sucesivamente.

Cuando tenemos hijos nuestro instinto de protección se centra en ellos y después, sin más remedio cuando ellos son mayores nos centramos en nuestros mayores, en los más débiles de nuestra sangre.

Es que si no, el día sería muy largo. El curro, las compras, los cuidados, las cañas con amigas, los viajes al río, el campo... Que sería de nosotros si no tuviéramos todas esas cosas que hacer? estaríamos como en estos días que están pasando. Raros.

Nos peleáremos por ir a comprar a partir de ahora. Pensaremos en el cuidado de la sangre como algo bueno, auténtico, un tiempo bien invertido. Si además sumamos un poco de tonteo, follisqueo que no falte y buenos ratos con amigos, rutas por la ciudad o por el campo, compras de pequeños caprichos, ya no como antes, que vivíamos para consumir. El caso es que todo será valorado en su justa medida.

Pienso sinceramente que un bicho microscópico nos ha cambiado la perspectiva, o al menos ahora pensamos más.

A veces la sangre no lo es todo, tengo en mi cabeza algunas personas a las que cuidaría hasta el final sin sangre de por medio, pero eso soy yo que soy que disfruto de la vida hasta el final, me lo paso bien.

En su mayoría, las personas que deambulan por el mundo, solo cuidarán de su sangre el día de mañana.

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