Siempre tuve la catastrófica idea de que mi casa serviría de
cobijo para muchas familias si pasaba algo gordo, lo que no hubiera podido
imaginar que pasaría tan pronto. Creía de verdad que me iba a dar tiempo a pagarla y que mis hijos cumplieran todos
los dieciocho, pero esto está pasando ya.
Esta casa llena de casas da cobijo a una gran familia, más
unida que nunca. Siempre me criticaron, me reprochaban que mis hijos vivieran
en su propia casa dentro de mi casa, pero yo que soy de ideas fijas y no sé
porque hago las cosas pero siempre tengo claro que debo seguir mis intuiciones,
continué adelante hasta el día de hoy.
¡A partir de ahora mucha gente seguirá mi ejemplo!
Nuestros hijos no pueden literalmente hacerse
independientes, estamos obligados por nuestra condición de generación
privilegiada, a ayudarles. Nosotros nos hemos cargado el clima y ellos sufrirán
las consecuencias. Al menos, aquí puse mi granito de arena, con cemento y algo
más, para poder paliar la precaria situación que les espera.
¿Qué voy a hacer después de esta pandemia?
Seguir
construyendo hasta el día que me muera.
Ésta es solo la primera de muchas, el principio del final de las agresiones a la naturaleza. En estos días sin actividad humana, la tierra está recuperándose a pasos agigantados, ha sido un respiro para ella.
Volveré a mi barco, llenaré aquello de cobijos preciosos
para todos y será nuestra tierra, para toda la tribu, para cuando tengamos que huir
de la ciudad.
Como chinches salen ahora de las grandes ciudades. Aquellas personas
que envidiaban, los más horteras de Jaén, los del mensaje de AQUÍ NO HAY NA si hubieran visto de primera mano lo
precaria que es la vida en esas ciudades, sabrían apreciar lo maravilloso que
es un huerto, unas gallinas y una casa hecha con ruedas de coche, donde el
sonido del exterior no existe.
Al final va a resultar que tengo una intuición del copón. No sabéis la de veces que me tomaron por loca y la de veces que pasé de su culo, del de todos aquellos que nos son capaces de ver más allá de su nariz.
Estaba un poco cansada, no pensaba hacer mucho más, pero después de esta
pandemia, seguiré construyendo con un objetivo claro y contundente, para cuando
la vida en las ciudades se vuelve imposible.
Y después, descansar
en paz. No he conseguido hacerme rica antes de los cuarenta, no tengo ni coche,
pero debo estar contenta de haber conservado mi casa después del divorcio, para
mis hijos y los hijos de mis hijos. Porque no merecerá la pena venderla, no
darán ni un duro por ella, pero servirá de cobijo para todos los que necesiten
un techo donde vivir o un hogar donde volver.
ESCRITO EN 2013... CONTINUARÁ https://lenguavivamata.blogspot.com/2013/02/la-impacienciathe-impacience.html
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