lunes, 17 de agosto de 2015

LA MEJOR

Todos cuando nacemos somos igual de bonicos, como los perrillos. Nuestra autoestima está por los cielos, nos alzan en brazos, nos dicen lo guapísimos que somos, lo graciosos, lo mucho que nos quieren. Nos graban en video como si fuéramos grandes actores, parecemos famosos. Somos perfectos, no cometemos errores y si lo hacemos se perdonan porque somos chicos.

Si hacemos cualquier cosa, aunque sea una cagada, viene un público numeroso y entregado a aplaudirnos, a decirnos lo bien que lo hemos hecho y sin ser toreros salimos en hombros por la puerta grande.

Todos los niños tienen el bote de la autoestima llenito hasta el borde, solo con el amor de una madre y la compañía del padre. Sentí siempre muy claramente el amor de mi madre, pena me da del que tenga dudas de haberlo tenido. Puedes dudar de si un amante te quiso, pero si es del amor de tu madre, te costará mucho levantar cabeza.

El del padre es distinto, el mío no me dio nunca un beso ni un abrazo. No tengo dudas sobre su amor por mí, no existió. Incluso llegó a dudar de su paternidad por la forma tan veloz en que fui concebida. Pronto nos hicimos enemigos, solo por ser mujer.

Intentó hacerme creer que por ser mujer valía menos, que no tenía los huevos para trabajar que tenían ellos. Quizás sea este el motivo por el que me gusta el trabajo físico y duro, por desmentirlo. En la mesa había que servirlos a ellos, debíamos mostrar nuestro agradecimiento y sumisión.

Como compensación, tengo una familia propia y postiza, que ni soñando imaginaría.

¡BOTE!

Durante la vida hay que echar mano del bote de la autoestima muchas veces, yo ya lo tengo medio vacío, aunque aún me queda.

No te voy a contar mis desperfectos humanos, bastante tengo ya con reconocerlos a diario, encontrármelos en cada esquina de mis días, como para encima contarlo aquí, donde más de cien personas se van a enterar.

Por cierto, me ayuda mucho a llenar mi bote de autoestima, el hecho de que más de cincuenta personas me lean a diario y hasta doscientas si escribo.

Se que son reflexiones muy mías, más de lo mismo cada día, que aburre a la mayoría de las personas normales que hay en este mundo.

Para gastar mi autoestima, están aquellos que me recuerdan que no leo, que interrumpo sin educación ni protocolo, que recuerdo solo lo que me interesa, que respiro profundo aunque no ronco, que no estoy al corriente de las noticias mundiales, que no tengo ni idea de música, de culturilla general… en fin, que destaco sobre las demás.


Este año voy a hacerme un poco más inteligente, voy a dedicarme a crecer y a evitar valoraciones, que me miren deseosos los que quieran conocerme, yo procuraré mantener el misterio y seguir siendo un mito inalcanzable. 

LVM

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