Nunca supo hacerlo, sonreír.
Ningún hecho generoso de su vida, ninguna de las cosas que
le ocurrían buenas le provocaba ese sentimiento positivo: euforia, alegría, ánimo… nada.
Sabía que era bueno, lo manifestaba con palabras, se sentía
bien, pero no podía expresar como los demás, con aspavientos de sus manos y
gestos de la cara, que era feliz.
Poco a poco, fueron comprendiendo todos que era su gesto
natural, su forma, su única piel. A nadie le hubiera gustado estar en su lugar
y así lo comentaban:
-
Imagínate, te toca la lotería y te alegras pero
no puedes sonreír. Te compras un coche maravilloso, con el semblante de un
entierro, ayudas a tus amigos y familiares a sacar algún que otro pufo, por lo
que se ponen muy contentos y se expresan con todo tipo de gestos. Tú no, tú
nada.
Desde ese preciso momento, el de su nacimiento, no pudo sonreír.
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