lunes, 14 de abril de 2014

VIEJA

¡Qué montón de años tengo! ¡Cuántos recuerdos antiguos! Acabo de ver a un chaval en una motocicleta y me recuerdo a mí misma con la que me mandó mi tito de Barcelona. ¡Qué pocos años! ¡Cuántas pocas cosas que contar! Ahora, fracasos muchos, los cuento a mitad y mitad con los éxitos. Muchos de ellos no os enteraréis de que existieron, porque son fracasos secretos.

Me siento muy fracasada a la mitad y eufórica por mis éxitos al mismo tiempo. Es una bipolaridad innata que tengo, desde siempre que no me olvido de nada y llevo al mismo tiempo mis celebraciones de éxitos con mis noches en vela por los fracasos, antes del entierro de un proyecto.

Se que los míos se sentirían aliviados si volviera a ser la de antes, antes de ser la Lengua. Es imposible, nadie puede ser el que era antes, los años y los hechos pasan por nosotros y nos modifican de forma irremediable e irrecuperable. No somos los de antes en una mudanza, renovamos el espacio y la piel. No somos los de antes después de una pérdida, en un cambio importante de nuestra vida, ya no somos los de antes.

 ¿Cómo vamos a ser los que éramos antes, hace veinte años por ejemplo? Que levante la mano el que siga siendo el mismo que era en 1994.

Ya nunca seré la que era antes porque entre mis viejos recuerdos, se guardan los de estos años, desde aquel día que desperté, el 9 de junio de 2010. Importante fecha para mí, ya muy próxima su celebración.

Entre mis recuerdos amores que conservo con mucho cariño, viajes, gentes y amigos, que siento muy cercanos, casi como de mi familia. No quiero ser la que era antes, solo me gustaría ser menos vieja. Se que cada día que pase tengo menos tiempo.

Mi gran fracaso llegará el día que tenga cerca la muerte, y que aún sabiendo este hecho, comience un nuevo proyecto. Seguro que lo tendría pendiente.

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