Mi tiempo es limitado, cada día lo mido más. Voy con calma
pero no soporto perderlo. Sé que digo las cosas a boca jarro, no tengo tiempo
para diplomacias. Como mucho me quedan treinta años de vida útil, mi lista de
cosas para hacer es tan interminable que no hago nada que no conduzca a un fin.
No invierto mi tiempo en causas ni personas perdidas.
Para que intentar cambiar cosas que han demostrado que no van
a cambiar, me dedico a otras más alcanzables, mi tiempo para mi asociación, mi
trabajo, las papeletas , andar, mis amigos, mi chico, mis hijos, mis labores y
mis obras, ah! Y mi gato Moriarty: "el gato pesado".
También escribo un poco, pero eso es solo para poner mis
cosas en orden.
Tengo un gran poder, el de la felicidad absurda, llámame tonta. No dudes que si
tuviera algo más de pasta sería mucho más feliz, taparía algunos agujeros,
compraría cosas para regalar a mis amores, me lo gastaría felizmente… aunque yo soy feliz como opción por defecto.
Otros no alcanzarán jamás la felicidad porque necesitarán más dinero para la
próxima cosa que hace tiempo tenían ganas de tener. Son unos huelemierdas desde
el día en que nacieron y hasta el mismo instante de su muerte, por muchos objetos
que puedan acaparar en su corta vida, nunca serán suficientes.
Yo les digo a mis hijos que busquen la felicidad con cosas que se lleven a la tumba, no
lo que los lleve a la tumba, eso no, lo que les coja en la caja el día que los
incineren.
Yo me llevaré hechos en mi memoria, sensaciones de todos mis
sentidos, algún que otro disgusto, pero
como tengo esta memoria selectiva a la que le ordeno olvidar y olvida, pues
sinceramente, soy así de egoísta, solo me llevaré a la caja las cosas que me
hicieron feliz.
Voy a hacer rosetas con azúcar que me las llevaré en forma
de michelines, no hay como una ciclogénesis para que se llene esta casa de
gente:
¡Rosetas para todos, que eso aquí nunca falta!
¡Gente que merece la pena para comérselas!
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