Cuando le decía a mis compañeros que yo también me iba de la
empresa de baja voluntaria con mi pasta en el bosillo, nadie me creía. Poca gente
termina de conocerme suficientemente como para creer que iba a dejar un trabajo
de sueldo considerado ejemplar y horario insuperable por simple orgullo.
Me fui.
Llevo las cuentas y personal en mi empresa, y a mí me tocó redactar la lista de
despedidos, como soy Barranca, me puse la primera.
Nadie me cree cuando digo las cosas, pero sencillamente no
las digo si no son rotundamente ciertas.
No invierto ni un solo minuto de mi vida en el amor de
momento y al menos por un año y un día. Este año no hay amor, lo siento, no me
compensa. Haciendo la suma de gastos e ingresos, el balance sale negativo, no
invierto más en esta empresa.
Este año, millones de ideas vuelan por mis sesos, tantas que
están desordenadas esperando que las cace de forma improvisada y dependiendo de
las circunstancias externas.
Me siento muy orgullosa de todos mis amores, de unos más que
de otros. Es posible que nunca me enamorara del padre de mis hijos, por lo que
no me refiero a él en esta primera frase del párrafo, pero de esta relación
surgieron cuatro grandes amores y los que nacerán, por lo que el balance sale
positivo y me alegro de que ocurriera.
Todo muy bonito pero ya, hasta aquí llegó el carro. Paso a
ser egoísta, a vivir para mí y los míos y a ofrecer lo que mejor se hacer y más
me gusta, buen sexo y risas, pero no amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario