Es evidente que mi vida ha tomado un rumbo completamente distinto.
Ya con esto se acabaron las tonterías, el lamentar lo que no
se tiene.
La verdad es que es un lujazo cuando una se alegra tan solo de estar
viva y de poder tomar un vaso de caracoles con tu hijo en el bar de bajo tu
casa.
Se acabó el poder elegir, ya no hay que tomar decisiones sobre nada, será
el si se puede o no se puede ajeno a tu voluntad el que te haga girar para una parte o para otra.
Los pensamientos infantiles
de soledad, se acabaron, los de encierro en tus circunstancias, se terminaron. Ahora
ya mandan ellas y mi vida ya no me pertenece.
Se siente una muy tranquila
cuando no puede elegir de verdad, que de esta manera nadie puede echarte en
cara nada que espera de ti y no llegó.
Una vez dicho esto, ayer fue
un día agotador y espectacular.
Feliz como muy pocos, con mis hijos a mi lado,
todos menos mi Lanqui que viene el sábado con Nina. Que más puedo pedir que
tenerlos a todos y bien. Solo hay que trabajar uno a uno para que sigan
avanzando. Esto es parecido a cuando empiezan a andar, o a hablar, o a leer. Puede
ser una actividad frustrante o enriquecedora de paciencia.
Yo tengo el bote
lleno y puesto el automático.
Nada ni nadie puede alterarme ya, ni siquiera mi
exmarido.
Me la sopla absolutamente todo, disfruto de todo minuto a minuto.
Y fíjate, que pensaba que iba yo a dormir la primera noche,
y nada, es cosa mía, nadie tiene la culpa.
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