domingo, 1 de abril de 2012

¿ALGUIEN QUE NO ME ENAMORE EN LA SALA?

Ella no quería volver a caer en el amor y el desamor. Estaba muy tranquila así. No podía negar que pensaba a diario en él, pero también pensaba a diario en otras miles de cosas.

Al menos ya no pensaba a diario en él las veinticuatro horas del día, ya no estaba tan bloqueada. Poco a poco consiguió algo que le parecía imposible meses atrás. Alejarse.

Dejarse llevar por la corriente mansa en su barca, y no pelear por volver a la orilla. En sus nuevos viajes, había aprendido algo. A las personas que conociera, con el alma bonita, no las apresaría para ella.

- No tengo suerte, pensó. ¿Es que yo no puedo conocer a alguien que no merezca la pena? Alguien superficial, de los amantes cómodos.

Seguía conociendo una y otra vez personas con duende. Era como un atrapamoscas de esos que se ponen en las cocinas, para ese tipo de personas.

Imaginaba tranquila en casa, lo fácil que sería conocer a alguien que solo buscara un rato de sexo divertido. Que solo necesitara quedar de vez en cuando. Imaginaba que hubiera sido de ella si pudiera quitarse esas manías sobre el amor. Esas tonterías de adolescente que la obligaban a dar hasta el último suspiro en una noche acompañada.

Imposible con un extraño. Imposible con un necio. Imposible con un mediocre.

Era una mujer que necesitaba saber y luego follar. No le provoca un hombre desconocido, echarle un polvo sin saber de sus cosas. Saber que hizo ayer, si pasó un buen rato con los amigos, si tuvo algún problema en el trabajo…

Dar abrazos de consuelo ante una confesión triste de su vida. O reírse con una tontería que se le ocurrió. Provocarlo con una burla, sobre lo desastre que es en la cocina, sobre la indumentaria tan extravagante que lleva ese día, o sobre el pelado que le hicieron.

Pegarle un pellizco cuando menos se lo espera. Flirtear en un beso de amigo en la mejilla. Cerca muy cerca de su boca.

Ella necesitaba hablar de vez en cuando, sin ansias pero sin olvido. Solo eso le motivaba las ganas de hacerle el amor. Solo eso lo hacía menos un extraño.

Debía seguir intentándolo, seguir luchando por la independencia. Seguir caminando por la vida, sin tocar la mercancía. Era de sangre caliente, le costaría lo suyo, pero a cambio obtendría una gran tranquilidad. La que da la soledad.

Sin esperas, ni enfados, ni risas, ni llantos.

2 comentarios:

  1. A todos/as nos gustaria poder tener a alguien asi. Enhorabuena, lo has descrito de forma impecable. Como siempre, un gusto el leerte. Besos (con acento sevillano) desde Madrid.

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  2. Cuestión de centrarse en todo menos en buscarlo. Yo ahora descargo mis energías con mis cosicas, mis poesias, mis músicos positivizar todo lo malo que me ha ocurrido en la vida, embellecerlo y poner una nota de erotismo y humor. Sobre todo vivir y dejar vivir.

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