lunes, 2 de abril de 2012

CITA A CIEGAS

Sus encuentros imaginarios se hicieron aquella noche realidad. Era una cita a ciegas en toda regla. En el restaurante del hotel donde se él se hospedaba, no había demasiada luz.

Solo había visto su boca en una imagen. No conocía su cara, solo la imaginaba. No conocía su cuerpo, lo imaginaba también. Tenía miedo a decepcionarse. Ni tan siquiera por cam fueron capaces de mostrarse.

Sabían más cosas el uno del otro, que muchas parejas reales. Desgranaron todos sus secretos uno a uno, en las innumerables tardes que pasaron juntos, hablando simplemente. Con letras.

Al entrar en la estancia, una dulce melodía ambiental se mezclaba con el tintineo de copas y cubiertos. Le temblaban las piernas. Casi sale corriendo. En ese momento, un camarero se lo impidió dirigiéndole a la mesa que tenía reservada.

No se atrevía a mirar siquiera a su alrededor.

La imaginaba joven y guapa, con una larga melena ondulada, la piel blanca con lunares, tal y como se describió ella misma.”Pero cuando alguien se describe a uno mismo, se olvida de los defectos”, pensó.

Mientras tanto, en una mesa junto a la ventana que daba a la piscina del hotel, una mujer preciosa jugueteaba con la servilleta y miraba el reloj nerviosa. Evidentemente esperaba a alguien. ¿Sería ella? No coincidía la descripción, pero pensó. Mientras espero que venga la real, puedo seguir soñando. Seguro que ahora viene la chica verdadera y es un esperpento.

Bueno, él no era tampoco un hombre guapo. Pero si bastante resultón. Conquistaba sobre todo con la palabra. Su madre siempre le dijo, que no se preocupara, que no necesitaba ser guapo, que las mujeres no abrirían los ojos para mirar, estarían todo el tiempo achinadas de la risa.

Mientras tanto al otro lado del restaurante, ella observaba. Ella si que se percató al momento de que era él. Tan evidente su nerviosismo, tan acertada la descripción. Además no había nadie más en el restaurante que respondiera a sus datos. Estaba sentado de espaldas y no se fijó en ella. Solo miraba a una chica que estaba sola esperando a alguien. Quizás no se fijó en ella, porque buscaba una persona sola, pero evidentemente, con los amigos que tenía, nadie la dejaría ir sola a una cita a ciegas.

-          ¡Te quieres ir ya!
-          No, yo no he cenado aún.
-          Pero bueno, te dije que te dejaba acompañarme hasta aquí, para ver la cara que tenía, y si era una persona normal. ¿lo es?
-          No las tengo todas conmigo. Porqué no me pides un entrecot de ternera, y a ver si mientras me convence el chaval.

Siempre conseguía hacerla sonreír y hacer lo que le daba la gana con ella. Este niño malcriado siempre quiso protegerla, desde que la conoció. Y no admitía un no por respuesta, simplemente había que esperar hasta que se cansara, o decidiera que no corría ningún peligro.
Pasado un tiempo de observación, decidió dejarse ver. Se levantó de su mesa y caminó hacia el baño. Su vestido dejaba ver su blanca espalda, cargada de lunares. Una buena pista para un gran observador. Siempre dijo que lo era. Caminó despacio, acercándose cada vez más a su mesa. No tenía porqué pasar tan cerca, pero, al pasar por su lado lo rozó de forma accidental. Si, si, si, un gesto involuntario.

CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario