sábado, 17 de febrero de 2018

DE PIÑÓN FIJO

¡Qué fin de semana más productivo! Ayer me fui de cañas con la Fea, después a andar con mi amiga Paqui, luego de cañas con el Indi y Raquel, hoy me he ido a mi campo a trabajar y mañana intensivo de bachata y después unas cañas con Paco.

¡Qué forma de maltratarme el cuerpo! 

Soy feliz hablando, ya sea andando con agua o con una cañi. Tengo una lista de amigos que no puedo perder porque me escuchan y me gusta que me cuenten sus cosas, porque aunque sean malas nos reímos. Ya sé que no está bien reírse del mal ajeno, pero como es propio, no hay problema. 

Pasan los años y te das cuenta de que la gente no cambia, los que son de reírse de uno mismo lo son desde que nacen hasta el día de su muerte y hacen bromas horas antes de palmarla; los que son de lloriquear y compadecerse, lo son de forma cansina y agotadora desde su infancia hasta el final, por lo que hay que mantenerse lejos de ellos. 

Hay personas que no saben vivir si no es consumiendo objetos, otras que no están cómodas si no es con las condiciones de vida inmaculadas, y otras, como yo, que somos agrestes.

Soy feliz si no tengo que mirar en el armario para ver como me arreglo, cuando me pongo la ropa de trabajo y tiro para mi campo. Me gusta viajar, pero en furgoneta sin perder el contacto con la tierra. Cuando cojo la moto para subir a mi barco, se me llena el cuerpo de alma, en serio, necesito arrancar hierbas, llenarme de estiércol, construir cabañas, hacer fuego, mover tierra y cielo…

Me encantaría que aparecieran niños en mi vida, de sangre o de los otros, me gustaría poder tener mi campo en condiciones para que vinieran a verme y enseñarles lo que es vivir como una india.

Me he bañado frente a una chimenea en un barreño, he vivido sin cobertura, sin luz, sin agua, sin water… eso es vida. 

¡Si pudiera vivir de eso! Vender productos de mi huerta, huevos, artesanía... hacer talleres para los niños y niñas, bailando y cantando con ellos en mitad del campo con un transistor a pilas, trabar en mi campo, con huerta, con invernadero, con cabra, borrego, mi cerdi, gallinas, conejos... y un horno para las pizzas de Rafita. 

Vale, y escribir libros, y leerlos, pero cuando ya no pueda más con mi cuerpo. Otros dirán que me lo machaco, que se me llena de cardenales, que se me llena la cara de arrugas, pero vamos, no me cambio. Para nada necesito las cosas que la gente normal necesita, yo necesito moverme.

Hoy me quedé frita después de comer, frita pero además con dolor de cuerpo, solo porque subí a mi campo a trabajar, ¡qué bonito está mi tierra!

Claro que si lo miras con ojos de persona razonable no pensarás lo mismo, pero yo lo veo así, un lugar donde poder hacer cabañas.

He hecho bancales con ruedas, he movido la tierra hasta ponerla plana y le he metido tierra buena de otros lugares hasta hacer que se llene de hierbas, que corto y pongo bajo un plástico para que se pudran y seguir haciendo mi tierra más buena. He transformado esa montaña como nadie pueda imaginar. Era una curva en la carretera, y hoy es, lo que es, gracias a mi cerda, su mierda, y todo lo que hago con y por ella.

Hoy me funcionó el motor, hoy me salió todo a pedir de boca, como loca, de un lado para otro, sin parar, sin descansar, ni beber agua. ¡Qué bien me lo he pasado!

Mi vecino Paco, que es un señor muy mayor que tiene sus olivas en la montaña de enfrente, me ha dicho que estoy hecha una leona, que piropo más precioso. 

Mi cerda y mi perra se llevan bien, me he sentado un momento, y vienen las dos a pegarme cabezazos para que las acaricie, una mano para cada una. De reojo se miran y se toleran, que le van a hacer, las dos me quieren.

No me cambio por nadie, respeto a las personas que no disfruten del amor por los animales, de estar en el campo, de tener una vida tranquila, sencilla, primaria. A mí lo que me gusta es el sector primario, lo básico, no pensar tanto.

Me hubiera encantado vivir haciendo eso, enseñando a las personas desde pequeñas a disfrutar de eso, haciendo quesos, artesanías, pizzas... pero bueno, quizás para la vejez, seguro que la pensión no llega para pagar recibos, y allí no tengo gastos, nadie sabe nunca qué pasará, solo que aquella es mi tierra y no puedo abandonarla. 

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