domingo, 11 de febrero de 2018

LA BUENA VIDA

Al principio lo compré obligada, después me lo quedé porque estaba mi barco; más tarde lo utilicé como terapia y hoy en día que estoy en paz, subo solo por el placer de sentir el sol en mi cara, de ponerme en tirantes cuando otros están bajo las mantas; subo porque me encantan los ojillos que me pone mi cerda cuando me ve abrir la puerta, porque me gusta lo que veo, lo que huelo, lo que vivo, lo que siento; subo porque soy feliz allí arriba.

Invitaría a todo el mundo a subir a trabajar conmigo, pero no lo hago porque las personas normales piensan que es un sacrificio. 

Ahora mismo estoy descansando, he llegado con morados en las piernas y cortes en las manos. He desbrozado mi tierra, las chinas han golpeado mis piernas, la he limpiado de plásticos, he comenzado a construir en mi cabeza.

¡Dios! Si me multan pues que me multen, pero yo sigo. 

Estoy ahora mismo reventada. Si me pasara un camión por las piernas no lo sentiría, tengo que subir más, tengo que dormir allí.

Mis vecinos son preciosos, ayudan en lo que pueden, mis animales me buscan, mi tierra me llama,  lo se,  sigo y solo por gusto.

Tiempo atrás ambicionaba construir una granja, vivir de ella, ahora solo pienso que no tengo que pagar, que no me quedan tiempos muertos, de esos en los vuelan los malos pensamientos. 

De los buenos allí arriba surgen:  puedo bailar, puedo caminar, cantar y subir a mi tierra; me gustan también los bares con amigos, coser y hacer artesanías. Y las galletas en la cama y el chocolate negro, poder comerlo, quemarlo todo, seguir creciendo. 


¡Ah! también me gusta mucho eso que es una palabrota que a mi tita Loles no le gusta que diga porque queda ordinario en el texto. 

¿Qué pasa?

La vida de buena manera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario