Todo el mundo es invisible mientras no se demuestre lo
contrario.
De toda la vida del Señor he hecho cosas en mi ciudad y he
sido invisible.
Cuando pasaba para ir a desayunar al bar con mi compañera, la fea, por una oficina de piso
bajo con cristales de espejo para que no se vea el interior, nos gustaba
saludar como las reinas, o hacer que nos estamos quitando un grano, o
peinarnos, así un montón de tonterías.
A veces con la casquera pasábamos y no
hacíamos nada pero a la vuelta siempre cumplíamos nuestro ritual.
Imaginábamos a aquellos oficinistas apagados y aburridos,
esperando ese momento durante toda la mañana, que les arrancábamos unas risas y
eso nos hacía felices a nosotras.
He jugado al fútbol con un equipo de niños a los que les
presenté el reto de hacerlo sin mover las piernas, para que se pusieran en el
lugar de otras personas. Hacíamos la celebración del gol rodando por el césped.
He bajado en parapente en cole los días de viento.
He cruzado el paso de peatones en posición de hombre verde
tras esperar a que cambiara el semáforo, en posición de hombre rojo.
El espejo en los grandes almacenes.
¡Tantas y tantas cosas!
Cosas que se hacen si se tiene muy poca vergüenza y sobre
todo si uno es invisible.
Pero últimamente, me está ocurriendo algo, que me hace
caminar con más pudor. Yo pienso seguir siendo la misma, pero esto me
condiciona un poco, pienso que ya no soy invisible totalmente. Ya no soy
transparente como quería ser mi Manu para robar en Simago.
Ya me ven más ojos de los que yo puedo ver.
De todas maneras si me cabreo con mis niñas porque llevo
tres horas de compras y solo traen una camiseta que no les convence del todo porque
“EN JAÉN NO HAY NA”, pienso seguir tirando la ropa al contenedor y diciéndole
lo que me apetezca, siempre que sea con educación y a grito pelado.
Si tengo que decir que los voy a abandonar que ya tengo los
papeles preparados porque se me han perdido en una manifestación de esas de
Semana Santa que hay mucha gente, pues se lo digo aunque me miren los
cristianos presentes.
Pienso salir con la ropa de la obra a comprar el pan por el Pilar
del Arrabalejo, con los pelos blancos de yeso y las chanclas rojas con puntitos
blancos y los dedos con pegotes de pintura.
Pienso seguir bajando sin maquillaje, aunque cada día estoy
más vieja y es más deprimente verme, a tomar una cerveza en chándal por el
barrio. Que ¿es el centro? Pues que la gente de los barrios no se arregle tanto
para venir aquí, que luego allí abajo bien que salían con la bata y las
zapatillas a comprar el pan, que me he criado en el “Polígamo”.
Visible o invisible, voy a hacer lo mismo.
VERSIÓN REAL DE MIS ADENTROS.
Me acojona que la gente me conozca, que me paren en la feria
y me digan:
-
¿Eres tú?
Que me vean en mi curro y digan:
- ¿Tú qué haces aquí? Me he quedado descolocado, no me
esperaba ver aquí a la Lengua.
¡Yo que culpa tengo!¡Veinticinco años llevo currando en el mismo lugar!
Sé que este pueblo es muy pequeño y todos somos invisibles
hasta que dejas de serlo, todos conocíamos a la Chola, El Olmo, Piturda, Rafael
el de la plaza…
Si me ves por la calle te pido que disimules, que te hagas
el loco, que me sigas el rollo como hacemos con los niños cuando nos dicen que
se han puesto la capa de la invisibilidad, en realidad soy más tímida de lo que
aparento.
No me digas nada y si quieres hablamos por Face, que yo siempre contesto y si nos hacemos
amigos nos tomamos unas cañas, como hice con KEOSDENMORCILLA. Hoy mismo hablamos
un ratico con él, que panzón de reír recordándolo. Terminamos a las dos de la mañana buscando un
bar abierto porque se meaba y tenía que ir a su pueblo. Coño KEOS, que te
saques la chorra en la carretera la próxima vez, que no tienes recursos.
Yo creo que en el fondo, no quería irse.
LVM
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