martes, 28 de junio de 2016

PA VIEJA

Anoche bajé a echar gasolina con mi moto. Un recuerdo me hizo ponerme ñoña durante unos segundos. Me recordaba a mí misma yendo a echar gasolina con diecisiete años y la moto que me regaló mi tito Tente, que vino de Barcelona y que tenía los mismos años que yo. La pinté a brocha, con pintura azul metalizada y le tenía muchísimo cariño porque era de mi quinta. Se le caía el carburador en los semáforos, se pegaba un peo cuando parábamos y se calentaba mucho al subir la cuesta de la calle Santa María del Valle. Recuerdo la gasolinera que había allí, la que cerraron porque se le escapó gasolina para que ardiera todo el Polígono. Recuerdo tantas cosas que me doy cuenta de que soy vieja. Me duele un poco la pierna, la de la hernia de disco que me hice cuando me tiré por aquel barranco dando vueltas de campana con el coche. Me duele también el tobillo, el que me reventé con aquel accidente de moto tonto, que no se enteró nadie porque me fui a mi casa y me puse hielo yo solica. Las cosas que me duelen siempre son por accidentes, soy gafe. Ayer mismo me pegó la puerta de mi hermano en to la espalda y me picó una avispa. Por mucho que yo quiera disimular, mi cuerpo se gasta. Mi piel es de otro color. Está cuarteado, lleno de manchitas pequeñas de la edad, ya no es un color uniforme y bronceado, el sol envejece y ensucia mi piel. Y te das cuenta de que dentro de ná eres un trapo, que te tienen que cuidar tus hijos. Si yo puedo y tengo dinero, me iré a un lugar lejano donde mis hijos no puedan cuidarme, a morir como los elefantes, a una de esas residencias de viejos que tienen hasta animador, a tocarle el culo a algún enfermero. Yo herencia, no pienso dejarles, les dejaré mi casa en vida y si queda algo que se lo quede cualquier desconocido que me acompañe, su herencia será, no tener que cuidarme. Además de que pienso abandonarlos ya mismo, eso lo saben ellos.

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