- Niña, me han puesto un ojo de cristal ¿a ver si sabes cuál es?
- Imposible. ¡Qué auténticos Manuel! ¡Qué ojos más bonitos! Si tuvieras veinte años menos me casaba contigo.
Esta fue la primera vez que sentí que “El Picardías” me hablaba como algo más que una amiga. Me consta que soy su preferida, que no se enfade las otras, pero El Pica quiere mucho al Barranco y a la Rafaela y a mí me ve como la unión de esas dos personas. Me ha visto de chica, crecer y sobre todo ha estado a mi lado todos estos últimos años.
Su cara alegra mi corazón desde el momento que lo veo. Tiene la cara arada.
¡Cuántos surcos, cuántas vivencias, cuánto sol en la cara!
Cuando viene a visitarme al trabajo y tengo lío, tiemblo. Al menos es media hora perdida con él. Es mi debilidad, mi chocolate en el cajón, es un premio que últimamente no recibo porque ya no sale de su casa.
Ha llegado el momento de que sea yo la que le haga las visitas a él.
Ayer, en el entierro de mi padre, decidí que era su momento. Soy consciente de que no le queda mucho, sus ojos están ya turbios, los conozco y sé lo que quiere decir. Aquellos pequeños ojos azules llenos de luz, comienzan a apagarse, no tenemos tiempo.

Tiene ya noventa y cuatro años, solo yo escribiré su historia, a nadie más le interesa, no es importante para nadie que esté dispuesto a escribir sobre él, pero si lo es para mí. Mucho. La escribiré, será un tesoro hecho con mis propios dedos.
Hasta que le pilló el coche hace un par de años fue el guía de sus hijos y nietos. Activista hasta el final sin necesidad de ningún sillón, ejemplo a seguir y me consta que bueno dentro y fuera de su casa. Siempre buscando para llevar y traer cosicas a la gente:
- Niña, búscame un calendario del compañero Camacho.
- El último para ti con un abrazo y un beso. Pica, ¿a ti por qué te llaman Picardías?
Que bueno lo que se escribe con lo más profundo del corazón.
ResponderEliminarEste libro será un tesoro.
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