martes, 29 de enero de 2013

FRUTOS SECOS Y AGUA: SEXTO LENGÜETAZO VIVO

Desperté. Me hablaba al oído, no conseguí entenderla. Giré la cabeza para besarla, pero ella me lo impidió. Sujetaba mis hombros con fuerza, no me dejaba moverme. Resollaba en mi nuca como un animal. Yo era su presa. Besaba la comisura de mis labios, me moría la mejilla, besaba de nuevo mi boca solo por un lado, por donde podía. Seguía empujándome contra la cama. Mordía y olía todo lo que estaba a su alcance.

Yo intentaba corresponder pero no me dejaba. Dejó claro que no lo deseaba. Mi excitación aumentaba precisamente por eso, por sus órdenes. Pasividad quería. Poco a poco me relajé y comencé a mostrar indiferencia ante sus caricias.

Ocultaba mi nervio, mi polla estaba preparada, podía follarme en ese momento que yo, me quedaría quieto. Estimulada sin ni si quiera me la tocara. Todo gracias a la pasividad que me pedía, todo gracias a los juegos que no conocía.

Con las rodillas bajo mis axilas podía tener acceso desde arriba a su presa. Bajar, morder, golpear, acariciar, comer. Inmovilizarlo me hablaba, me hacía preguntas, me provocaba para que reaccionara, pero antes de que pudiera mover un músculo, me mandaba callar con energía. Autoritaria y fuerte, no dejaba dudas, el juego era suyo, las normas las establecía ella y era de entrada la ganadora. Ya lo sentía así.

Bajó la cabeza y comenzó a besarme, aumentando el estímulo, metiéndose bajo mi boca, besándome con fuerza. Al terminar, un salto brusco puso su rodilla sobre mi hombro y volvió a inmovilizarme.

Sentía sus nudillos en mi espalda, no podía verla, pero sabía lo que estaba haciendo. Jugaba con su coño sin que pudiera hacer nada. Lo preparaba para mí. Al terminar acercó la mano que lo trabajaba y me metió los dedos en la boca.

Su sabor no era como ella decía, no sabía a agua, sabia a coño.

Sentí como su coño se abría sobre mi espalda, húmedo y caliente, preparado para mi. Podría penetrarla en ese momento, olvidar esa sensación era imposible y yo, ya la tenía entre mis recuerdos.

Llevaba razón en sus reproches, me decía que no se podía tener a una persona tan caliente todo el día, que no debía de hablarle más, que solo quería ser mi amiga, que, que, que, mil reproches, insultos, palabras subidas de tono que lo hacían enloquecer.

Quería callarla de la peor de las maneras, penetrándola de una vez, para que no pudiera hablar y se olvidara de los días que pasaron sin verse y de los que quedaban por delante.

Desde su posición de poder, como un buitre despelleja su carnaza, lo buscaba, lo devoraba sin piedad, escupía bocados en forma de insultos, su desesperación era la acumulada por tantos días de espera.

Metió su pierna bajo mi cara y me obligó a comer. A morder, a chupar y después, a parar. Me sujetaba con la fuerza de un animal hambriento. Sus palabras eran más salvajes si cabe. ¿Dónde quedó su dulzura?

Restregaba sus nalgas sobre mi cara, sin pensar un momento en mi bienestar. Movía el culo con fuerza para que su coño arremetiera en mi boca. Su flujo se mezclaba con mi saliva, intentaba sujetarla, pero no había manera, solo quería mi pasividad.

Me folló literalmente la boca.

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