sábado, 19 de enero de 2013

FRUTOS SECOS Y AGUA: TERCER LENGÜETAZO VIVO

Imaginaba su cuerpo, tan delgado, tan suave y perfecto. Su voz profunda y lenta. Escuchaba el sonido de sus palabras pero no tanto su contenido. Las ofrecía tan despacio que ya sabía como continuaba.

Mientras hablaba, se le ocurrían mil juegos guarros. Le dejaba hablar, se le acercaba, le cogía la mano y afirmaba con la cabeza:

- Estoy atenta, estoy atenta. Acompáñame a mi baño, que me estoy meando.

Dejó de hablar para observarla. No era solo su mujer sentada en uno inodoro, es ella, estaba buscándole utilizando las cosas cotidianas de la vida.  No se ven así a diario, disfrutan del momento. Ella lo mira lavarse los dientes y le sonríe, mientras él se hace el interesante sintiéndose observado. Es un gesto poco común en sus días.

Acaricia su tobillo y sube por sus nalgas de pronto. No esperaba este cambio de escena. De lo cotidiano a lo erótico en un descuido. Como es esta mujer, no se puede parpadear.

Comienza a ducharse mientras él la mira por el espejo. Paralizado con el cepillo en la boca, mira como ella se enjabona. Juguetona, no descuida un detalle de sus movimientos, sus miradas, sus despistes.

El agua está fría hace que su cara cambie a sorpresa provocando unas risas. Pero enseguida sube la ceja y continúa con su juego seductor.

Al enjabonarse el pelo sus brazos muestran su fortaleza. Alta y fibrosa, el trabajo y el baile la hicieron así. Sus pezones brutalmente estimulados por el frío, lo miran. Su pecho cae de forma natural, tirando de ellos hacia arriba. Su aureola es pequeña y rosada, casi no se distingue de la piel, pero sus pezones son imponentes y afilados.

Sus formas redondean la imagen, sus secuelas lucen como muescas en su revolver. No es posible que otros cuerpos más perfectos y bellos eclipsen esa mirada. Ella es distinta.

La esponja recorre su cuerpo, mientras ella, centra su atención en el espejo. Él persigue sus manos con los ojos, van bajando. Se gira y se agacha para llegar a los pies. Muestra impudorosa la piel de su espalda, los surcos de su cuerpo, los campos labrados con el tiempo que dirigen su columna. Separa las piernas y se asea el coño. Está atento a cada movimiento, ella lo sabe aunque no pueda verlo.  Su mano sale y entra de entre sus piernas.

Coge la cuchilla de afeitar y se la ofrece, levantando los brazos para que rasure sus axilas. El agua cae lenta, el jabón desaparece a su paso. Hace lo mismo con sus ingles, mientras ella le coge la cabeza y emite un sonido amenazante. Un suspiro cerrado, un quejido de su garganta. Una pequeña muestra del animal que esconde.

Está indefenso, podría hacer con él lo que quisiera. Desnudo se mete en su bañera resignado. No lo dejará asearse en paz. De pié los dos se abrazan, comparten el agua y la esponja. Cargada de jabón ella comienza a moverse escurridiza por su cuerpo.

- Ahora voy a bañarte, ¿sabes porqué?

Él le pregunta con gestos, pero ya conoce la respuesta, estaba escrito.

- Te voy a comer, voy a utilizar mi lengua para recorrerte. ¡ARRODÍLLATE! Que te baño mi niño, no quiero que salte el agua fuera.

De espaldas a ella se arrodilla y se deja hacer. Ella se sienta en el borde de la bañera, lo tiene a sus pies, al alcance de sus manos. Ordenará para que obedezca, para poder ejecutar todas sus fantasías sin dejar nada en el tintero.

Tiembla de miedo y frío, la excitación lo marea. Ella receba su piel con el agua caliente, muy caliente. Siente como trabajan su cuerpo, agua y lengua. La espalda, el cuello, mordiscos, agua, lengua, su nuca, el pelo. Aprieta su nariz, chupan sus labios, muerdes sus dientes, juega el agua. La lengua lagartija corretea por su columna.

Baja todo, el agua y su Lengua. Bajan a los músculos de su culo, el miedo le hace temblar. Mareado por tanto deseo se olvida de todo y  se deja hacer. Ella le pregunta continuamente:

- ¿Si? Háblame. ¿más? ¿sigo? Pídemelo.

Confirma una y otra vez. Responde a todas sus preguntas con gestos afirmativos. Su voz sale a duras penas, sus pulmones no tienen aire.

El vapor no lo deja respirar, la excitación lo tiene mareado. Su corazón late muy deprisa, desea que continúe o pare de una vez.

Ella le pega un par de palmetazos, restriega su cara separándole los cachetes.

- ¡ESPABILA! ¡HÁBLAME!  ¿MÁS?

No quiere hacer nada que no deseen ambos, no habrá lugar a arrepentimientos, debe desearlo con fuerza y hacérselo saber.

Separa sus piernas y sus glúteos, extiende su lengua. Solo el roce le estremece. Solo una muestra y se desprenden sus hombros sobre la bañera, ya no puede sujetarse, ella se encarga. Lo coge con fuerza, mete sus brazos por su vientre, lo abraza, lo sujeta, le aprieta el sexo, lo martiriza a preguntas ¿más?

Ya no puede hablar pero solloza afirmando:

- Si nena, más, si, ¡sigue!

Otro roce a la boca de su culo, otro más, con la lengua, con la nariz, otro leve cosquilleo, hasta que de pronto dirigente y decidida su lengua entera arremete desde sus huevos hasta su la espalda, donde apoya su cara. Abrazada a su espalda, no necesitaba respuestas, era evidente que quería seguir. No debió aceptar la invitación a pasar la noche con ella, la amenaza estaba escrita hacía ya, mucho tiempo.

CONTINUARÁ EN EL LENGÜETAZO CUATRO PROXIMAMENTE

2 comentarios:

  1. Volar yo? no no no, que me pego arrastrones, jajaja, yo vuelo con la imaginación que es menos peligroso.

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