Le ayudó a salir del agua y lo arropó con su albornoz. Tenía
frío, malestar. Lo acompaño a la cama, le subió los pies sobre el colchón y lo
cubrió con una manta. Acercó el calefactor de aire para que entrara en calor. Con
la manta hasta la cabeza, escondidos
como niños en una cabaña, se besaban sin lengua. Mimos infantiles mezclados con
frío, que poco a poco desaparecía gracias al calor de la estufa.
La crema de noche estaba sobre la mesilla, como siempre.
Antes de dormir cebaba su piel, la alimentaba. Esta noche la compartirían.
Aún daba los últimos escalofríos cuando ella comenzó a ponerle crema en la cara. Él cerraba los ojos y se dejaba cuidar.
Aún daba los últimos escalofríos cuando ella comenzó a ponerle crema en la cara. Él cerraba los ojos y se dejaba cuidar.
En los ojos, en la frente, en las mejillas, el cuello.
Acompañada la crema de muchos besos. Abrazados jugueteaban y se tocaban lento.
Se miraban y sonreían, se decían tonterías que les provocaban muchas risas.
Risas, risas, risas, nada mejor.
Le pidió que se tumbara sobre la cama, cerca del calentito.
La crema estaba fría, pero no sus manos. Ella era así, la que manejaba, la que
disfrutaba al volante. Que más quisiera haber sido más pequeña, sensible y
frágil. Pero no, era grande, fuerte y un poquito macarra.
Apretaba con fuerza, sus manos eran grandes, más incluso de
lo normal para su estatura. No paraba de hablar como siempre, rápido y de
muchas cosas. Saltaba de un tema a otro desorientando al receptor. Poco a poco,
a pesar de las diferencias de acentos, se entendían. Cada vez más.
Deshacía uno a uno los nudos de su espalda, apretaba y difuminaba
sus músculos. Era todo fibra. Su cintura era tan pequeña que ella podía casi
abarcarla con sus manos. Su culo, redondo y bien formado. Sentada sobre él,
hacía su trabajo en la espalda. Desde la cintura hasta los hombros.
El frío de su culo contrastaba con el calor de su coño.
Nadie le apetecía tanto como él. Tenerlo en sus manos era su
objetivo. Saborearlo.
Poco a poco se fue relajando. Ella le hablaba, despacio
esperando que se durmiera como un gatillo chico. No hay compromiso de nada, no
hay nada previsto, no hay prisa allí.
Acurrucada a su lado, pasaron las horas, acariciando su
cara, arropándolo, oliendo su pelo, besuqueándolo, mirando bajo las mantas,
sonriéndole, escuchándolo respirar, recreándose observando como dormía,
simplemente.
Era feliz viviendo historias que solo en sueños podía
imaginar.
Que bonito, yo quiero así... Que me voy a la cama solita, a estas horas...
ResponderEliminarYo prefiero acostarme solita muchas noches y tener una de estas de vez en cuando, antes de acostarme acompañada y que te echen el culo todas las noches. Nena, tú también que lo se yo. Te quiero.
ResponderEliminar