El qué dirán nos ha
castigado mucho en la vida.
¿Qué hablarían cuando yo no estaba?
Es normal que desconfiara, con razón.
El qué pensarán.
Nadie puede contra eso. Mi única arma es: El Peor Imposible.
Yo ya sé lo que dirán y no me ofendo. Cuento con eso como un arma más de seducción. Tengo un cartel que dice:
Solo apta para transgresores y colgaos de la vida que quieran molestar a su madre.
Yo rozo la perfección pero siempre
habrá alguien que desconociendo todas mis virtudes, por su ignorancia diga:
-
No le pega. No sé por qué, pero no me gusta para
él.
Con lo bien que yo la chupo.
Pero claro, es que todo no se puede valorar. El chiquito
mío, no se lo va a decir a su madre, pobrecillo:
-
Máma, es que la chupa muy bien.
¡La de collejas que le lloverían!
No puede decir que escribo, porque solo nos faltaba eso, que
leyeran las cosas que escribo.
No puede decir que cocino muy bien porque es una mentira como un templo.
No puede decir que cocino muy bien porque es una mentira como un templo.
Sé coser y bordar con pedrería, es lo único que se me
puede afirmar con total rotundidad.
Todo lo demás es muy cuestionable; es mala, bueno según para
quien; es una deslenguada o una mujer sin pelos en la lengua según quien me
valore.
Me encantaría encontrarme con la madre de mi futuro marido,
que sabéis que ya solo quedan cinco años, once meses y veintinueve días para
casarme, exactamente el día que nacieron mis hijos pequeños, pero dieciocho
años después. Más concretamente el catorce de abril de dos mil veintiuno, para
decirle:
-
¡Qué no me quieras tanto tú!
LVM
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